Resistencia alemana

Es útil que sea el propio Trump quien desmienta a sus aduladores. Esta semana le hemos oído alardear de cómo el resto de los países del mundo desean, según él, chuparle el culo (una imagen ciertamente desagradable). Hemos visto también a su vicepresidente, JD Vance, haciéndose el milhombres con los chinos, tratándoles despectivamente de "pagesos", aunque el campesino más rústico será siempre más educado, y de conversación mucho más interesante, que ese escritor que personifica la ausencia de talento, tanto en literatura como en política. Para aquellos que nos advierten que el trumpismo es más sofisticado de lo que somos capaces de entender, o que no hace mucho aplaudían las supuestas aportaciones literarias de Vance, es bueno que sus referentes se muestren tal y como son.

El constante griterío trumpista hace que se dedique menos atención a noticias como la de la nueva Grosse Koalition alemana, que en principio está hecha para cerrar el paso al poder a los neonazis de Alternativa para Alemania (AfD), es decir, para poner un cordón sanitario en la extrema derecha. Pero, además, en el contexto actual, sirve de contestación europea a las provocaciones estadounidenses. Una reafirmación de principios: Alemania no quiere volver a ceder, y no lo hace, ante el autoritarismo ni los discursos iliberales, en cualquiera de sus formas. Esto, unido a la firmeza precisamente de China frente a los atropellos de Trump en forma de unos aranceles grotescos (tan paradójicamente como se quiera, dado que China no deja de ser una dictadura comunista), permite pensar en un panorama geopolítico que no era ni siquiera imaginable hasta hace poco. Europa y China en un lado, EE.UU. y Rusia en una dimensión incierta.

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Las Grosse Koalitionen, por su parte, son ambivalentes y pueden tener efectos diversos, como se vio en los distintos mandatos de Angela Merkel. También son de difícil extrapolación a otros sistemas políticos. En el caso de España, lo más parecido a una gran coalición entre el PP y el PSOE empezó con la Loapa de 1981 y culminó en el 2017 con la aplicación de 155: en general, cuando se han puesto de acuerdo los dos grandes partidos españoles ha sido para recentralizar poder, o para laminar el autogobierno de las comunidades. Por otra parte, del acuerdo de coalición entre una CDU y una CSU victoriosas y un SPD mermado sí que es valiosa la defensa del susodicho cordón sanitario contra la extrema derecha. Más aún vista desde aquí, donde el PP no solo hace pactos abiertamente con un partido fascista como Vox, sino que gobierna con ellos en la Comunidad Valenciana y Baleares.

El acuerdo de gobierno alemán hará canciller a Friedrich Merz, un personaje que es la negación de toda ilusión. Sin embargo, es importante que Europa cuente con una Alemania que salga de la inacción en la que se había situado últimamente, o que se esfuerce por salir de ella. Más allá de las –equivocadas– políticas de rearme, urge que la UE se ponga a trabajar en las respuestas a los desafíos de EEUU que ya corre por la senda de los búfalos enloquecidos y desbocados, cogidos a una agenda aislacionista.