Rufián, periférico
Gabriel Rufián ha logrado evidenciar lo que hace meses que se intuía: es el dirigente de ERC con el altavoz más poderoso y el más capaz de hacerse escuchar fuera de Catalunya. Su propuesta de unir en una sola candidatura a las izquierdas periféricas del Estado, para hacer frente al previsible embate del bloque PP-Vox, ha sido muy comentada por casi todo el mundo, salvo los máximos dirigentes de su partido. Todo indica que el dislate de Rufián no les ha gustado (como tampoco ha gustado al BNG y a Bildu), y no sería raro que Junqueras lo verbalice pronto. En cualquier caso, lo que se desprende de este episodio es que Rufián se ha convertido en la cara y la voz más visible de los republicanos, y también que su agenda política es muy distinta a la línea oficial del partido.
La propuesta concreta de Rufián tiene un precedente, porque una parte de las izquierdas plurinacionales o periféricas (Bildu, BNG, ERC y Ara Més) ya concurrieron conjuntamente a las elecciones europeas. Pero en estos comicios España es una sola circunscripción electoral y la suma tiene más sentido. En el caso de unas elecciones españolas, es muy probable que estas fuerzas tengan más votos por separado —un argumento, por cierto, que siempre ha utilizado ERC cuando Junts le ha propuesto listas unitarias—. En cambio, sí podría tener sentido que los partidos de la llamada izquierda plurinacional, añadiendo idealmente a Compromís y la CUP, pactaran unos mínimos programáticos y alinearan sus votos para convertirse en decisivos en caso de que no haya mayorías claras.
La popularidad de Rufián, y su capacidad para conectar con nichos de voto alejados del independentismo, podría ser un activo de ERC si no fuera porque, desde fuera, da toda la sensación de que el dirigente va por libre: apenas habla de política catalana (no lo hacía ni cuando Pere Aragonès era president), y, en vez de amplificar el discurso de Junqueras, ha decidido erigirse en el martillo de la derecha española, mientras que trata al PSOE, Sumar y Podemos como compañeros de trinchera, con varios grados de complicidad. A esto hay que añadirle la agresividad con la que habla de Junts. Muchos dirigentes de Junts son igualmente agresivos con ERC, es cierto. Pero lo de unir a la izquierda plurinacional a costa de dividir al independentismo catalán es una receta que no gusta al votante medio de ERC y no le conviene a Junqueras: primero, porque siempre hay una transferencia de voto entre ERC y Junts; y, segundo, porque la convivencia entre el eje social y el eje nacional (hablando claro, la capacidad para pactar con PSC-Comuns y Junts) es uno de los activos del partido.
En este sentido, Rufián se ha situado en la periferia de su propio espacio político. Y, sin embargo, ERC necesita su notoriedad. Necesita vehicularla y armonizarla con el liderazgo de Junqueras. La pregunta es: ¿se dejará dirigir a un solista como Rufián?
Las organizaciones y personas que quieren que Catalunya sea un estado o tenga un grado superior de soberanía deben entender que, en el contexto actual, cualquier estrategia divisiva o excluyente es una temeridad. Se equivocan los que, desde un cierto reduccionismo, quieren sacar del escenario a Junts por el hecho de ser "la derecha", sin más matices, pero también los puristas que señalan a botiflers a diestro y siniestro y los que, con cierta miopía estratégica, quieren renunciar a tejer alianzas con otros sectores dentro y fuera de Catalunya, aunque se trate de acuerdos temporales e instrumentales. Que Sumar, Podemos y Comuns hayan renegado de su complicidad con el soberanismo catalán da la razón a los escépticos, pero es objetivamente una mala noticia. Las divisiones internas y la soledad aparecen en la lista de los motivos por los que el Procés no salió bien.