Un salto adelante para el sector público catalán
En fútbol, cuando la actuación arbitral ha sido acertada suele decirse que "ha pasado desapercibida". La aspiración de las administraciones públicas debería ser ésta: que no se note su presencia pero que su acción desarrolle adecuadamente las políticas públicas y permita que la vida de los ciudadanos transcurra sin obstáculos ni injusticias. Tan sencillo y tan complejo a la vez.
Para conseguir unas administraciones públicas que no entorpezcan sino que ayuden, se hace del todo imprescindible la transformación de un sector que debe pivotar sobre tres pilares fundamentales: la digitalización, la tecnificación del personal y el reconocimiento de quienes se dedican a ello.
La digitalización de las administraciones, todavía incompleta por falta de inversión suficiente, y la incipiente irrupción de la inteligencia artificial deben servir para mejorar procesos rutinarios y reducir la carga burocrática. Esta deseable digitalización, si es mal interpretada, puede convertirse en un "hágalo usted mismo" que la sociedad percibe más como una amenaza que como una oportunidad y que puede aumentar aún más la brecha digital con importantes grupos de población excluidos. Sería el resultado de entender la digitalización sólo como una herramienta al servicio del administrador y no como una filosofía de trabajo que debe permitir un servicio más ágil, transparente y accesible que mejora la comunicación con los ciudadanos y optimiza sus recursos. Es necesario aprovechar esta revolución digital para reducir tareas pesadas, rutinarias y con poco valor añadido y favorecer la innovación y la mejora de los procesos.
Este proceso de digitalización del sector público está impactante, como no podía ser de otra manera, en las condiciones laborales y la naturaleza de las tareas de los trabajadores públicos, muy a menudo sin haberse completado el correspondiente proceso de tecnificación, de nuevo por carencias económicas, pero también por inercias sistémicas que esa compañía debería de ir acompañada de una formación adecuada. formación continua centrados en el desarrollo de competencias digitales y de gestión.
La crisis económica, nunca revertida del todo, tensionó, por decisiones políticas erróneas a mi juicio, las plantillas de las administraciones públicas cuyos efectos nocivos aún persisten. A la crisis económica se sumó la sanitaria, que puso de nuevo a prueba los límites del sistema, pero que a diferencia de la económica puso de manifiesto la importancia de los servicios públicos y la dedicación de sus trabajadores, que tuvieron que hacer frente a la necesidad de adaptarse rápidamente a nuevas formas de trabajo y mostraron mayoritariamente una gran resiliencia y compromiso con el servicio público. Compromiso ciertamente reconocido en su momento, pero desgraciadamente olvidado.
Porque, al fin y al cabo, a pesar de la digitalización de los procesos y la tecnificación de los perfiles profesionales, son y serán las personas las que protagonicen la ansiada transformación del sector público. En el próximo decenio se jubilará una gran parte de los trabajadores del sector público que entraron a formar parte de la administración en los años ochenta. Por ejemplo, en el caso de la UAB, mi universidad, prevemos que cerca de un 45% del personal técnico, de gestión y administración y servicios se jubilará en los próximos años. Es una gran oportunidad de renovación que contrasta con el escaso reconocimiento social que tiene, con contadas excepciones, trabajar en el sector público.
Debe ser objetivo de todos los que tienen responsabilidades directivas en el sector público que la función pública sea atractiva para todos, en especial para los jóvenes. Que el acceso se base en criterios claros de selección de acuerdo con el mérito y capacidad, con un desarrollo profesional y una formación continua adecuados, así como el fomento de carreras profesionales verticales y horizontales que sean un incentivo constante a la mejora. Con salarios justos y competitivos.
De la misma manera que en las universidades queremos que se matriculen a los mejores estudiantes y captar al mejor personal investigador, debemos querer que los mejores profesionales gestionen las políticas públicas y nuestros recursos y servicios con eficacia y eficiencia. Es necesario crear las condiciones más favorables para consolidar un empleo público de calidad que haga que mucha gente talentosa y con vocación de servicio considere más que interesante la opción de trabajar en el sector público o, lo que es lo mismo, por el bien común.