La salud pletórica del franquismo

El próximo jueves 20 de noviembre podría ser un buen día para empezar a hablar en serio y serenamente de cosas que se han ido postergando desde hace más de cincuenta años. Todo parece indicar que no será así, pero nunca se sabe: el magma de la política se mueve siempre de forma extraña e imprevisible. Las bobadas de la politiquería, en cambio, se ven venir siempre de lejos, ahora y hace cincuenta años.

En este sentido, releo algunos fragmentos de un libro en apariencia insignificante de Francisco Umbral, Suspiros de España (Punto Crítico, 1975). Comparado con obras de la misma época tan extraordinarias a nivel literario como el sorprendente Mortal y rosa (1975), este papel es una rutinaria recopilación de artículos periodísticos escritos unos meses antes. Lo que lo hace interesante es la fecha de su publicación: octubre de 1975. La mayoría son artículos costumbristas y de banalidades políticas. Sin embargo, hay tres o cuatro que tienen un considerable interés en anticipar con claridad ciertas inercias de la Transición que ya empezaron a aflorar en vida de Franco. El escrito que lleva por título "A mí que me registren", por ejemplo, resulta significativo. Preparándose para la consumación del hecho biológico, eufemismo con el que se hacía referencia oficialmente a la muerte de Franco, los más espabilados se desvinculaban ya del régimen. "O sea, que los falangistas no han sido, ni los legionarios, ni los curas, ni nadie. Pero alguien habrá gobernado aquí, digo yo", ironiza Umbral en la página 80. El régimen muere matando y cometiendo aberraciones políticas tan monumentales como la venta de ciudadanos españoles de pleno derecho, con incluso DNI, en el caso del Sáhara Occidental. Todo el mundo quiere desentenderse de aquello. Todo el mundo quiere maquillarlo con un colorete u otro.

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No obstante, hoy, medio siglo después, hay mucha gente que asume aquel legado con normalidad o que, incluso, lo reivindica de forma tácita. Cabe decir que se trata de dos actitudes distintas. La primera no es en absoluto minoritaria: forma parte del sustrato ideológico del PP, fundado por el exministro franquista Manuel Fraga Iribarne, así como de sectores del PSOE como los que hoy sorprendentemente representan Felipe González y varios dirigentes regionales del partido. La segunda actitud, la reivindicativa, forma parte de lo más profundo del ideario fundacional de Vox. Cincuenta años pasan pronto, ya ven... Conste que en muchos casos no se trata exactamente de desmemoria, sino de desinhibición.

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Un buen libro para entender este trayecto histórico, que hasta hace poco se descartaba como improbable, es El franquisme en temps de Trump, de Francesc-Marc Álvaro. Si la visita de Dwight D. Eisenhower a España el 21 de diciembre de 1959 simbolizó el fin del aislamiento internacional del régimen de Franco y su aceptación como aliado de Estados Unidos en plena Guerra Fría, la complicidad de Donald Trump con Santiago Abascal lo reubica como un líder "normal", no como un extremista. La visita de 1959 reforzó la idea de que España era un aliado fiable en la lucha contra el comunismo en un momento en el que la Guerra Fría marcaba las relaciones internacionales. Las fotos actuales de Trump y Abascal devuelven a España a su papel de aliado fiel en el contexto del nuevo autoritarismo mundial, que incluye al propio Putin –es la pieza clave, de hecho: sin él, la primera victoria de Trump no habría sido posible–. El ensayo de Álvaro disecciona, pues, un proceso de verdadera normalización que hace solo quince o veinte años parecía quimérico. Ynestrillas y compañía, para entendernos, representaban un franquismo testimonial, marginal e inviable en términos de aritmética parlamentaria. Vox, sin embargo, puede llegar a ser, incluso a corto plazo, el principal partido de la oposición.

Todo esto ya no va en broma. ¿Qué ha pasado? "Los partidos ultras de hoy llenan un vacío, tal y como lo hicieron sus antecedentes del siglo XX. Dan sentido y vínculo, de forma muy fuerte, a un individuo que ha dejado de confiar en la democracia y sus operadores", dice Francesc-Marc Álvaro en la página 178 de dicho ensayo.

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Cincuenta años pasan rápido, pero es más que probable que para los cientos de miles de saharauis que se han podrido en vida en uno de los rincones más inhóspitos del planeta hayan transcurrido con una lentitud intolerable. Gracias al visto bueno de Trump, entre otros, la anexión ilegal de un territorio que llegó a ser provincia española de pleno derecho desde el 19 de abril de 1961 se ha hecho finalmente efectiva estos días. El franquismo goza de una salud pletórica. A ver cómo encara los próximos cincuenta años.