Que la sed de las cepas sea la de nuestros gobernantes

Si una pequeña parte del agua del Ebro pudiera ir al pantano de Guiamets, en el Priorat, ahora mismo, sin esperar más, quizás se podrían salvar cepas y olivos. No sé si esto es difícil o fácil de hacer, si vale muchos millones o pocos. Por culpa de no tener presupuestos e ir a nuevas elecciones, todo se paraliza. No sabemos qué va a pasar, quién va a ganar y si habrá o no habrá pactos y si habrá Gobierno o tampoco. En cualquier caso, mientras tanto, lo que puedo decir es que el Ebro baja lleno. Sé también que en zonas como la Terra Alta, los campesinos tienen una pequeña parte de agua del río. Si no me equivoco, conectan a la Pobla de Massaluca. Me consta que los campesinos han hablado con nuestros políticos en precampaña para hablarles de esto. Me cuentan que han echado balones fuera.

Del mismo modo que una masía es parte del patrimonio cultural a preservar, una cepa o un olivo (con tantos años en el tronco) también lo son, y dejar que se mueran de sed, que todos los años que han pasado escarbando la tierra no sirvan para nada, es un atentado cultural. ¿De verdad, de verdad que este olivo y esta cepa deben dejarse morir? ¿Qué harán los jóvenes de la zona si no pueden vivir de la tierra porque la tierra es esporga? Hacer enoturismo sin eno? No hay mucho tiempo para actuar. Viene de días. Ahora, con el cambio climático, las noches son cálidas también. Esto hace que las plantas, que aprovechaban las noches frescas para “descansar”, tampoco puedan hacerlo.

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Conozco a campesinos que cosechaban setenta u ochenta mil kilos de aceitunas. Este año no cosecharán nada. Los más viejos de la región no recuerdan una sequía como ésta. Si los más viejos de la región, de noventa años, no recuerdan una sequía como esta, debemos pensar, claro, que las cepas tampoco.