¿Hacia una segunda Guerra Fría?
Escribo este artículo desde Medellín, una ciudad interesante con puntos en común con Barcelona: población similar; segunda ciudad de un país, Colombia, de dimensión similar a la de España; un entorno físico atractivo pero de difícil orografía para una gran ciudad, lo que ha llevado a una notable trayectoria de innovación urbanística, etc.
En Medellín ha tenido lugar la gran conferencia que la International Economic Association –IEA– celebra cada tres años. He participado en un panel sobre metodología económica, he representado a la Sociedad Catalana de Economía, que es miembro de la IEA, y sobre todo me he fijado en qué temas preocupaban a un colectivo de economistas de alto nivel y muy representativo de la globalidad del planeta.
Pues bien, en una conferencia donde el Sur estaba representado con la fuerza que le corresponde, la inquietud dominante era la posibilidad de una nueva Guerra Fría, esta vez entre EEUU y China.
Los indicios de que esto esté ocurriendo son todavía modestos. Es cierto que ha habido un paro del crecimiento del comercio internacional, pero no un retroceso. Además, el paro empezó con la crisis financiera, no con Trump y la subida de tono de la beligerancia americana hacia China. También es cierto que dentro de un global estable ha habido reconfiguraciones del comercio. Muchas responden estrictamente a la lógica económica tradicional. Por ejemplo, el aumento de los precios de la energía y las fragilidades en las vías marítimas –Suez, Panamá, etc.– pueden aconsejar producir más cerca de casa. Pero efectivamente existen otras que son consecuencia más o menos directa del conflicto político. Por ejemplo, empresas americanas que han trasladado la producción desde China hacia el Sureste de Asia, pero que siguen abasteciendose a China, y empresas chinas que continúan exportando a EE.UU. pero que ahora lo hacen desde fábricas instaladas en México. Los mercados de China y EE.UU. siguen conectados.
El sentimiento general en la conferencia era que para las economías del Sur es prioritario que la economía mundial no se parta en dos. Y se respiraba confianza en que se podrá evitar, porque las grandes economías del Sur son ahora mucho más potentes que los países no alineados en tiempos de la Guerra Fría. EEUU representaba el 40% del PIB mundial en 1960. Ahora es el 24%. Desde 2020 el PIB de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) ya supera al del G-7 (32% versus 30% del PIB mundial). Los terceros países de hoy quieren un mundo multipolar y tienen la capacidad de torpedear los pasos hacia una ruptura de la economía mundial. Lo estamos viendo, por ejemplo, con el uso de todo tipo de triangulaciones para eludir las sanciones a Rusia.
Vamos a la raíz del asunto. Es un hecho que a EEUU les cuesta aceptar que el mundo se está convirtiendo en multipolar. El conflicto de la Guerra Fría tenía un componente político e ideológico muy fuerte que se tradujo en una confrontación que, afortunadamente, el equilibrio del terror atómico garantizó que permaneciera fría. Ahora, el conflicto es más de rivalidad económica que política. Para EE.UU. China es un competidor, no un peligro existencial. Está claro el problema de Taiwán. Que no es interpretable como expansionismo chino. Nadie discute que Taiwán acabará reincorporándose a China. Filipinas tienen disputas con China pero no piensan que China quiera absorberlas. Es una lástima que con su comportamiento en Hong Kong China haya hecho difícil, por el momento, una reincorporación voluntaria de Taiwán. Su objetivo debería ser éste. Pero digámoslo crudamente: el mundo no irá a una guerra por Taiwán. EEUU tendrá que acabar aceptando la multipolaridad porque el mundo no les seguirá si quiere imponer una política de aislamiento de China.
¿Y Europa? ¿Le sorprenderá si le digo que el continente europeo, incluida Rusia, no ha sido prácticamente mencionado en la conferencia de la IEA? Me temo que no se nos ve como decisivos. La UE sería un componente del primer círculo de EE.UU., y Rusia del de China. Es así, no nos engañemos. Pero los europeos podríamos ser un factor a la hora de mostrar en EEUU que el futuro es multilateral, y en cualquier caso para resistir inclinaciones hacia una Guerra Fría con China. Esto deberíamos hacerlo desde la amistad. Dada nuestra tradición cultural y democrática, el alineamiento histórico con EE.UU. tiene raíces profundas. Pero también es una amistad de conveniencias dadas nuestras debilidades. Por ejemplo, la incapacidad de resistir la agresión rusa a Ucrania con nuestros propios medios.