Detalle de las pinturas de Sijena conservadas en el MNAC.
06/06/2025
Director adjunto en el ARA
3 min

Las pinturas murales de Sijena se salvaron en otoño de 1936 después de un vándalo intento de destrucción por parte de una columna anarquista. Las rescataron técnicos catalanes con la ayuda de gente del pueblo, con el historiador del arte y arquitecto Josep Gudiol al frente. Gudiol trebajba para al Servicio de Monumentos de la Generalitat y había conseguido financiación para la operación directamente del conseller Ventura Gassol, saltándose el criterio de su jefe, Jeroni Martorell, que había anulado las operaciones en la Franja de Aragón por qué al inicio de la guerra dos jóvenes colaboradores del Servicio habían sido asesinados por las milicias libertarias.

Con la técnica del strappo, la operación exitosa y las pinturas fueron trasladadas a Barcelona, donde desde 1961 se exponen en el actual Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). Antes, al terminar la guerra, la labor de Gudiol le fue premiada por el franquismo con la retirada del título de arquitecto y un primer exilio en Francia y los Estados Unidos, donde había estudiado de joven y dónde hizo de profesor universitario. A su regreso, siguiendo el ejemplo de la Frick Library de Nueva York, fundó el Instituto Amatller de Arte Hispánico –en la casa Amatller del paseo de Gràcia–, donde restauró –y completó partes estropeadas– las pinturas de Sijena, joya del Románico.

¿Ha dado nunca las gracias el gobierno de Aragón por ese salvamento histórico? No. Lo que ha hecho ha sido aprovechar hábilmente una indefinición de la propiedad para, vía Iglesia, ganar su titularidad y reclamarlas. ¿Qué habría ocurrido si durante la guerra no se hubiera actuado con la celeridad y la calidad técnica –por los estándares de la época– con los que actuó Gudiol? ¿Ha habido ninguna reparación histórica por ese esfuerzo? Por el contrario, el MNAC y el gobierno catalán hace años que han tenido que someterse a un asedio judicial y político por haber hecho lo que tocaba: salvar, conservar, estudiar y exponer las pinturas murales en uno de los grandes museos mundiales del Románico. ¿Alguien cree que si la operación la hubiera liderado el ministerio de Cultura y las pinturas hubieran ido a parar a un gran museo de Madrid se habría producido la reclamación aragonesa?

Es curioso que Aragón actúe como si el MNAC no fuera el museo español de referencia en el arte románico. Dentro del Estado, es el mejor equipamiento donde pueden estar las pinturas. Arriesgarse a estropearlas con el traslado es una irresponsabilidad cultural. El MNAC debería declinar la asunción de esta irresponsabilidad, haciendo objeción de conciencia desde la ética profesional. Políticamente, el gobierno catalán debería poner por encima de todo la preservación del patrimonio que tiene en custodia. Es lo que han hecho las instituciones catalanas durante casi un siglo. No se puede poner recursos y dinero para una acción que vaya en contra del patrimonio.

Hay, además, un elemento secular relevante que Aragón también parece querer ignorar desde una especie de atávicos celos de familia. A finales del siglo XII, cuando se pintó la sala capitular del real monasterio de Santa María de Sijena, Cataluña y Aragón ya estaban unidos bajo la misma corona. El primer rey común fue Alfonso el Casto (1157-1196), hijo del conde de Barcelona Ramon Berenguer IV y de la infanta Peronela de Aragón. El rey Alfonso está enterrado en Poblet. Las pinturas de Sijena precisamente se iniciaron el año de su muerte, en 1196. Que estén en Barcelona tiene también un sentido histórico, al igual que en la capital catalana está el Archivo de la Corona de Aragón (aunque en este caso el nombre no hace exactamente la cosa: la inmensa mayoría de documentos son de la Casa Real de Barcelona; los papeles aragoneses los quemaron las tropas napoleónicas. De hechoh, fue el mismo Alfonso el Casto fue quien en 1194 encargó una compilación documental al jurista y decano de la sede de Barcelona Ramon de Caldes: el Liber feudorum maior, con un millar de documentos, conjunto que está en el origen del Archivo de la Corona de Aragón).

En fin, las pinturas de Sijena pueden ser vistas como un botín a recuperar o como un vínculo a preservar y fortalecer. Tristemente, está clara cuál es la visión de las autoridades aragonesas. Cataluña y el MNAC durante años han hecho muy bien su trabajo patrimonial. Nadie puede pedirles ahora que lo deshagan y lo estropeen. No es de justicia.

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