Me Too en el cine y responsabilidad de los medios
Cada vez que un nuevo caso de abusos sexuales sale a la palestra –como los recientes que hemos conocido en el mundo del cine, perpetrados por los cineastas Carlos Vermut y Armando Ravelo–, me alegro. Sé que debería entristecerme, porque detrás hay mujeres que han sufrido y todavía sufren. Hacia ellas va todo mi apoyo, como no podía ser de otra forma. Pero me alegro, me alegro de que sus historias se bombeen –como se bombearon los abusos del Aula de Teatro de Lleida (destapados por el ARA)–, porque así la realidad que leemos, sentimos y vemos en los medios de comunicación se acerca un poco más a la realidad que vivimos las mujeres.
Antes de que salieran a los medios, estos casos sencillamente no existían. Eran sólo sospechas, rumores, historias de terror susurradas en voz baja. Cuida con aquél; yo de ti no me fiaría; una amiga me explicó que... Imagino incluso que alguna de las víctimas quizás dudaba de que los abusos se hubieran producido, porque a ella le había pasado un tractor por encima pero al agresor no se le había movido ni uno cabello y, cuando miraba al mundo, éste no le devolvía la imagen de lo que le había sucedido.
Las relaciones de poder hacen que vivamos en realidades paralelas que sólo de vez en cuando se creen. Hay una realidad que es la que vivimos y sufrimos las mujeres o cualquier minoría –ya sé que las mujeres no somos ninguna minoría, pero estamos minorizadas–, y otra que es la que se pone negro sobre blanco, la que se siente en la radio, la que se cuenta en televisión. Al igual que los colores no son tales si la luz no los ilumina, lo que no se llama no existe. Y aquí viene a cuento hablar de la idea del “conocimiento situado” formulada por Donna Haraway, quien nos dice que, según desde dónde se habla o de quien habla, la realidad es una u otra. Aunque el conocimiento siempre será parcial y situado, evidentemente, tiene más cuerpo cuando se enuncia desde un lugar que desde otro.
Así, el conocimiento situado de las víctimas de los abusos (que hablan una posición de subordinación) es silenciado o cuestionado hasta que estos abusos no pasan a enunciarse desde el conocimiento situado de los medios de comunicación. No existen para la sociedad hasta que los medios (que encarnan la objetividad patriarcal) los exponen con sus propias palabras y con luces y taquígrafos. Es sólo cuando los medios se hacen eco de que los abusos toman cuerpo, que se corporizan. En el caso del cine, aunque antes todas las mujeres del sector o muchas estuvieran al caso, es como si esos abusos antes de la noticia no existieran. que les han sufrido, es decir, acompañarlas en el dolor, en la indignación, en la rabia sanadora. Antes, no. Por esta razón es tan importante que, en el relato de los hechos que construyen los medios de comunicación, éstos se hagan cargo también del conocimiento situado de las mujeres y de su debilidad. Es una manera de fortalecer su voz, de sacarla de la posición de subordinación.