Un adiós al profesor Grimalt
Recibimos con melancolía la noticia de la muerte, a los ochenta y seis años, del filólogo Josep A. Grimalt, el Profesor Grimalt, como le llamábamos muchos, un nombre de referencia de la vida cultural y académica en Mallorca de los últimos cincuenta años. Toda, o la mayor parte, de su trayectoria ha ido inseparablemente unida a la Universidad de las Islas Baleares (UIB), donde él enseñó e investigó desde los primeros compases de la historia de esta institución. Los intereses del profesor Grimalt pasaban por la lingüística, la literatura occidental moderna (la francesa, sobre todo: era un afrancesado declarado) y la literatura popular de tradición oral. Además, fue un importante divulgador de la lengua catalana y de su enseñanza durante los años de la normalización, a través de su espacio Hablando en plata en TVE de Baleares y de otros muchos medios. Era un conferenciante brillante y un orador vivaz y ameno, a menudo divertido. Esto hacía memorables sus intervenciones, y no es exagerado afirmar que quitó a muchos conciudadanos, tanto autóctonos como inmigrantes, durante los años setenta y ochenta, la miedo a aprender catalán, en un momento frágil y delicado para la lengua (sólo que entonces no lloraban la muerte del catalán sino que trabajaban para darle vitalidad, y lo conseguían).
En las Fábulas mallorquinas de Antoni M. Alcover (una de las obras patrimoniales demasiado poco conocidas de la lengua y la cultura catalanas), junto con el profesor Jaume Guiscafrè, Grimalt aplicó el llamado sistema de Aarne-Thompson (ahora más conocido como índice o sistema Aarne-Thompson-Uther), y hicieron una edición que creo que se puede considerar canónica y que es un gozo para cualquiera que se acerque. En cuanto a la lingüística general ya la crítica literaria (dos asignaturas que impartió muchos años), Grimalt militaba con convicción y de forma sostenida en el estructuralismo y en las ideas expresadas por su cabeza de brote Ferdinand de Saussure a su Curso de lingística general.
Naturalmente, esto, hoy en día ya juicio de muchos, le situaba dentro de la obsolescencia académica, lejos de los postestructuralismos, del deconstructivismo, de la estética de la recepción o de los estudios de literatura comparada, de género y postcoloniales. Cierto: la formación de Grimalt era de otro tiempo y se mantuvo allí. Pero, sin embargo, sus clases combinaban sabiduría (en el sentido no sudado de la palabra, si todavía lo tiene), fe en la literatura y la lengua, entusiasmo por la lectura y dosis importantes de buen humor, esto último gracias, en buena medida, a sus excentricidades, que no caben en este artículo pero que eran legendarias (y divertidas). Aquellos miles de horas de clases impartidas curso tras curso, generación tras generación de estudiantes, y su compromiso con la lengua catalana (un compromiso que era abnegado pero también gozoso y risueño) son un legado intelectual de un valor enorme . Y nos recuerda que la vitalidad y la pervivencia de una lengua y una cultura dependen sobre todo de los que realizan el trabajo.