Un tren, en Moncada

Una niña de 16 años ha muerto atropellada por un tren en el paso a nivel de Moncada, cuando quería superar la vía, todavía bajada, con su hermana. Escribo la frase y, una vez escrita, cambio los factores que lo contienen todo, una y otra vez. Una niña de 16 años que pretendía cruzar el paso a nivel de Montcada, con la barrera bajada, ha muerto atropellada por un tren. Un tren ha atropellado a una niña de 16 años cuando cruzaba el paso a nivel, bajado, junto a su hermana. Una niña y su hermana...

En la foto del diario se ven agentes de la policía con una mampara de esas móviles que sirven para esconder el desastre, cuando es tan grande, a los ojos de los pasavolantes. Dos llegan con una litera negra, y es muy estrecha. Pienso en la niña que ha muerto y en mi hermana. Quizá debía de ser más pequeña. Quizás la mayor, más temeraria, pasó primero. Pienso, pero sólo pienso, que quizás las dos hermanas vivían cerca del paso a nivel, estaban familiarizadas con ellas y hacían como todo el mundo que debe atravesar cada día una vía del tren; no daban el rodeo de las escaleras.

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Una niña, da igual que se dijera, que ahora quizás había terminado el trabajo de investigación, que cuenta un 15 % de la nota, que quizá iba a casa a comer, porque los institutos todavía no empiezan, pero en cambio había ido a buscar a la hermana, que sí había empezado. Una niña cualquiera que miró ropa para empezar la escuela, que tomó cubatas a escondidas en la fiesta mayor, que miraba tutoriales de pintauñas o vídeos de animalitos o que decía que estaba enganchada a una serie. Una niña que discutía con sus padres, que suplicaba tener un piercing. Una niña que sopló velas, que fue a escuchar cuentacuentos en la biblioteca de pequeña, que quería enamorarse y que adoraba ir a tomar té macha a las cafeterías de color azul cielo. Una historia que acaba aquí, porque hay, todavía, pasos a nivel en Moncada.