Tren tachado, servicio de Cercanías derrotado
En cualquier noticia sobre Cercanías, los trenes salen casi siempre llenos de pintadas. Este martes mismo, en la foto del camión que se ha topado con un convoy al paso a nivel del Brull, el primer vagón estaba tachado.
Sí, claro que el hecho de que los trenes circulen con pintadas es el menor de los problemas ante los retrasos, las cancelaciones, los viajes en latas de sardinas, las estaciones con las escaleras mecánicas estropeadas desde hace meses o los trayectos con velocidades como los de hace un siglo. Pero las taquillas añaden el toque final de desolación colectiva. Ver cómo el tren va exhibiendo su dejadez allí por donde pasa es el símbolo definitivo de un servicio abandonado a su desdicha, con el que todo el mundo puede hacer lo que le da la gana porque el confort del pasajero es indiferente a una compañía que ha bajado los brazos y admite la derrota que es que le pinten el material.
Se entiende que es difícil acabar con las obsesiones patológicas de quienes piensan que son Banksy cuando, en realidad, sólo saben hacer garabatos, o que creen que son unos valientes que viven peligrosamente porque ensucian los vagones. Pero pensando en los nuevos trenes que empezarán a llegar en unos meses, y en la remontada del servicio, que al final llegará, habría que Cercanías se asegurara de que los trenes circulen limpios y estén bien guardados, por respeto a la sociedad que les ha pagado con sus impuestos, a los trabajadores, a los pasajeros ya la propia compañía.