Trinco-trinco
<em>"La peor desesperación de una sociedad / es la duda de si vivir honestamente resulta inútil"</em>
Corrado Álvaro
Koldo-Ábalos-Cerdán. Y la Guardia Civil entrando en Ferraz 33 años después. Ha vuelto a ocurrir –lo mismo de siempre, habría que decir–. Cuando volver al pasado es siempre regresivo, involutivo, depresivo. Y eso que la novedad es que no hay ninguna. Y la única sorpresa no es que vuelva a pasar sino que vuelva a pasar, inmutablemente, de la misma forma, sin ningún cambio y en la versión torpe más chapucera –dinero sucio y ministerio, grabaciones y sobres, prostitutas y constructoras–. Sin sofisticación añadida. La fosa séptica del trinco-trinco y abajo. Lo mismo de siempre. Pero en el 25 del siglo XXI. Es decir, que ocurre cuando queríamos creer que de la década anterior, la ominosa década de la metástasis de las corrupciones –1.611 casos de corrupción en el año 2014, 305 de los cuales macrosumarios–, habíamos aprendido algo, se habían establecido nunca cortafuegos sólidos y nos habían establecido nunca más. Y no. Ya ven. Santo volvemos a ello. Lo mismo. En la calle. Tanto el cráter del agujero negro como densas la frustración, la impotencia y la devastación democrática.
Pero si todo se tambalea da igual, también, porque la triple falla del terremoto político que todo lo sacudirá tiene demasiado de falla sistémica. Hat-trick. La primera, de partido partidocrácito. La segunda, relativa a toda la arquitectura institucional del Estado. La tercera, a la sombra del frente tricorneal. PSOE adentro, cuesta creer que durante siete años y con dos secretarios de organización nombrados a dedo por Pedro Sánchez, ningún dispositivo interno del enorme aparato que es el PSOE detectara nada, como cuesta creer –¿por qué?– que hasta el pasado lunes Ábalos fuera aún militante del partido. En idéntica analogía, cuesta digerir que ninguna instancia institucional –de prevención, de control, de fiscalización, de lucha contra la corrupción– tampoco hubiera olfateado nada en una década. Y finalmente, ya es imposible del todo creer que la Guardia Civil, en diez años y con el trasfondo del monitorizado conflicto vasco, donde hasta el vuelo de las moscas era controlado, no estuviera a cuento hasta la fecha de la parranda criminal infinita. No cuadra en ninguna parte. Sobre todo porque la trayectoria de perfiles macarrónicos como el de Koldo –hacen del general Galindo, crecido a la sombra de la lucha contra ETA, indultado por el PP, condecorado en el 2018 por la Guardia Civil, ascendido a Renfe– hace época, es inigualable y potinea en las aguas. De guinda, sirvan como metáfora extensiva las palabras del exjefe del UCO, hoy paradójicamente recolocado en Acciona. Aquel coronel Sánchez Corbí, del benemérito cuerpo que todo lo sabe, condenado por torturas e indultado por Aznar, que a raíz del 1 de Octubre se jactó de que irían a buscar a los independentistas uno por uno y puerta por puerta.
Desde este presente estrellado, el retrovisor del pasado también va desmenuzado.Usted no sabe quién soy yo" y "Qué hay de lo míoSon dos frases que también flotan, en forma y fondo, en las conversaciones que ahora conocemos. Y eso que sólo nos han anunciado la portada del libro y hemos leído sólo pedazos del prólogo. Qué verano nos espera, cuando nadie sabe lo largo que será el libro ni cuál será el próximo capítulo de un pozo sin fondo ni cómo acabará el drama. follow the money, no se sabe si hablamos –difícilmente– sólo de tres canallas macho-alfa, de una caja B paralela o de una financiación irregular. Nadie lo sabe. Y esa incertidumbre hace temblar todos los cuarteles generales de todos los partidos –excepto uno, el de Vox, que se frota las manos–. El otro hecho no inocuo y paradójico es quien hay detrás de las cinco denuncias consecutivas que asedian a la Moncloa: el novio de Ayuso, el PP, Manos Limpias y Hazte Oír, entre otros. De hecho, cuando se aclaraba que el hermano de Díaz Ayuso había sido comisionista de mascarillas en medio de la pandemia, el PP de Madrid interponía la denuncia original contra el ministerio de Ábalos por lo mismo: por hacer negocio con la pandemia. Éste es el retablo.
Memoria horror, memoria antídoto, los menos jóvenes recordarán que años después de la caída de Felipe González, determinados actores mediáticos reconocieron la densa conjura para ahuyentar al PSOE del poder, enfangado en la corrupción y el terrorismo de estado, y facilitar la llegada de Aznar. En una entrevista del año 98, Luis María Ansón reconocía que se había "fregado la estabilidad del Estado". Sin embargo, fuera excusas y motivo originario, los GAL eran tan reales como cierta es la trama corrupta de hoy. Que Santos Cerdán era rótula y puente, artífice e ingeniero, de la llamada "mayoría de legislatura" es una obviedad tan obvia que acrecenta la lógica brutal que evidencia que el constructor de esa mayoría es su dinamitador. Por sus propios hechos, no por otros. Pero hay más memoria para no fallar –ni desfallecer– en el análisis. Entre 1987 y 2007 el 90% de las donaciones privadas anónimas a los partidos, antes de que fueran prohibidas, iban a parar a las arcas de CiU, PNV y PP. CDC (22,85 millones) y UDC (19,74 millones) encabezaban el ranking, con 43 millones, el 40% del total. El PNV recibía 25 millones, como el PP, y el PSOE 5,3 millones. Ni que decir tiene que los casos Filesa, Palau, Gürtel y Turismo condenaron indistintamente a PSOE, CDC, PP y Unió –secretario de organización incluido– por el mismo. En el caso Filesa, como en el caso Turismo y en el caso Pallerols, acabaron indultados. "Todos hemos pasado el platillo",dijo en 1997, lacónico, Enrique Lacalle, del PP catalán, cuando tuvo que reconocer los 20 millones que había recibido del empresario corrupto y corruptor Javier de la Rosa para financiar el partido. Viene de antiguo, la cosa: quienes creen que el dinero todo lo hace, acaban haciéndolo todo por dinero, remachó Voltaire.
En una realidad tan calurosa, en un presente tan pasado, el espejo español tampoco debería esconder los ecos catalanes. Otro secretario de organización, en este caso del PSC, fue condenado por corrupción y hoy tiene despacho oficial, con sueldo elevadísimo, en la Diputació de Barcelona. A los máximos responsables de la obra pública en Catalunya, Joan Lluís Quer y Josep Antoni Rosell, que estaban al frente de Infraestructures.cat, les piden todavía 8 y 9 años de cárcel por organización criminal –por lo mismo, sus señorías, pucheradas con constructoras–. Y en la Audiencia Nacional se dilata –como siempre, también– el caso 3% de CDC, en el que se sentarán 30 encausados, gerentes de partido y responsables de empresas constructoras. Por eso, de todo lo escrito estos días y en un pasado tan presente, me quedo con la lucidez habitual de Santiago Alba Rico, que me dejó aturdido de una sola vez a golpe de verdad indómita. El lunes escribía, con rabida certeza, que era altamente probable que las diferencias entre el PSOE trilero de siempre y el PSOE pretendidamente regenerador de Sánchez fueran mínimas y que a fin de cuentas sólo hubiera una: que el segundo, al menos, nos servía para combatir el fascismo. Alba Rico sostiene, con cruda dureza, que el caso Santos Cerdán ha reventado, como un chasquido salvaje, esa diferencia. De los pedazos saldrá un regalo en bandeja al desfile ultra que puede estar al caer. Aunque siempre quede un hierro al rojo vivo donde cogerse: o nos empeñamos en construir instituciones democráticas comunes o los únicos que estarán a gusto con las instituciones serán las extremas derechas. Porque las habrán asaltado todas y desde allí, en nombre de la lucha contra la mafia, restablecerán la más vieja de las omertàs y el más antiguo de los saqueos.