Ucrania ya ha perdido la guerra
En lo que va de siglo, en el mundo ha habido 49 guerras, el 30% de las cuales han acabado con un acuerdo de paz, el 38% todavía están activas y el 14,3% han acabado con la victoria militar de alguna de las partes. Las demás son guerras desactivadas pero todavía no resueltas. Desde hace décadas, la tendencia ha sido resolver los conflictos armados con una negociación y firma de un acuerdo de paz, algo que siempre me ha satisfecho. Pero en los últimos años la tendencia ha cambiado, y empiezan a proliferar las guerras que acaban con la victoria de una de las partes y la derrota de la otra. Es una tendencia preocupante, y más en momentos en los que ha aumentado brutalmente el gasto militar mundial y el comercio de armas, y que vuelve a imperar el pensamiento militarista, en una nueva guerra fría dominada por la paranoia de ser atacados.
Esta introducción es para repetir algo que digo desde hace más de un año, a contracorriente, y es que la guerra de Ucrania hace tiempo que este país la ha perdido. Rusia no pierde terreno y parece que está recuperando un poco, aunque sea a costa de docenas de miles de vidas (este conflicto es una auténtica masacre), con más de cien mil soldados muertos, y muchos más heridos (una sangría hasta el punto de que no se puede hablar de ganadores, porque es una contienda sumamente cruel en este sentido).
Me he dedicado toda la vida a fomentar el diálogo para resolver los conflictos, pero no por eso he de engañarme. Aunque solo el 14% de las guerras acaben con una derrota de una de las partes, en mi opinión este es ya el caso de Ucrania, que pese al apoyo militar y político que ha recibido de los países europeos y de Estados Unidos, no tiene capacidad para reconquistar los territorios que Rusia se ha anexionado. Si las cosas van así, lo que no tiene sentido es continuar la guerra de desgaste actual, con más muertes y sin que haya una salida.
De las reuniones de estos últimos días entre Trump y los líderes de Rusia y Ucrania puede extraerse que el final de esta guerra será resultado del acuerdo entre las dos grandes potencias –Estados Unidos y Rusia–, que Rusia se acabará quedando con gran parte de los territorios que ya controla y que Ucrania nunca entrará en la OTAN. Estados Unidos presionará a Ucrania, y también al resto de países europeos de la OTAN, de modo que no tenga más remedio que capitular para obtener ciertas garantías de seguridad de cara al futuro —en realidad, lo que pasa es que la guerra es también un gran negocio para Estados Unidos: Trump ha dicho que la seguridad de Ucrania en el futuro será competencia de Europa, que tendrá que comprar armas a Estados Unidos por valor de 100.000 dólares—. Me sabe mal decirlo, pero creo que este será el final.
Lo más curioso, y al mismo tiempo patético, es que Trump se pondrá la medalla de la paz, y todo porque ha sido capaz de encontrarse con la otra parte, Putin, algo que los líderes europeos no han tenido la valentía de hacer. Cuando tienes un conflicto, lo primero que tienes que intentar es ir a hablar con el adversario, una y mil veces, en vez de aislarlo y cerrar todos los puentes de comunicación. Llevo más de dos años insistiendo en ello, sin éxito, evidentemente, y semanas antes de empezar la guerra, cuando Rusia concentraba tropas en la frontera, escribí al alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior con varias propuestas que incluían hacer un "puente aéreo" entre Bruselas y la capital rusa.
No hacer este tipo de cosas, no entender los motivos de fondo de la otra parte, obviar los errores históricos acumulados y no tener propuestas alternativas nos ha llevado a la situación actual, sin salidas honorables para Ucrania, un país donde la gente está muy cansada de tanta guerra y quiere un acuerdo que ponga fin a tanta muerte. Putin lo sabe, y por eso bombardea continuamente a Kiev. Ucrania, por lo tanto, pasará a ser el octavo caso de este siglo en el que la guerra no acabará con un acuerdo de paz, sino por imposición de las grandes potencias.