Ucrania y la posición de la UE en el mundo

Europa sufre una agresión de Rusia que tiene un propósito y es extensa en el tiempo. La desproporción entre la banalidad de las razones de la guerra y la dimensión del agravio causado hace que la situación tenga una salida compleja para la propia Rusia. Provocó 280.000 muertes, 800.000 heridos y 6 millones de desplazados, y daños materiales por valor de más de 175.000 millones de euros según el Banco Mundial. La arbitrariedad de la agresión hace probable que se repita si el conflicto se cierra sin una reparación.

La agresión rusa ha supuesto daños importantes a la población civil, y ha tenido como respuesta ataques ucranianos a instalaciones industriales en territorio ruso, que se añaden a los daños económicos producidos por la guerra y las sanciones. El crecimiento de la economía rusa se ha resentido del conflicto.

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El 5 de diciembre de 1994 se firmó el Memorándum de Budapest, por el que Ucrania devolvía a Rusia su arsenal nuclear, un tercio del que había tenido la URSS. El tratado, que firmaron EEUU, Reino Unido, Francia, China y Rusia, garantizaba la inviolabilidad de las fronteras de los firmantes y, por tanto, de Ucrania. En declaraciones del presidente Clinton: "Nuestro compromiso con la independencia y la soberanía de los estados signatarios es firme y absoluto".

En Ucrania no todo el mundo aprobaba el acuerdo. Dentro del ejército hubo quien consideró la decisión "romántica y prematura", pero la situación era distinta a la actual. Rusia, bajo el presidente Boris Yeltsin, no representaba un peligro para Occidente, y la presión internacional para que el armamento nuclear estuviera bajo control era grande. Se temía que quedara en poder de países susceptibles de venderlo a terceros, tales como estados islamistas radicales. Era todavía la época en la que el terrorismo islámico estaba activo. El ataque a las Torres Gemelas de Nueva York se produciría a los pocos años, en el 2001.

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En 1996 Kiiv había devuelto a Rusia todas las armas nucleares de que disponía Ucrania. En 2014, Rusia violó el Memorándum de Budapest al invadir Crimea. En 2022 lo hizo por segunda vez cuando invadió el norte de Ucrania. La iniciativa fracasó, la táctica militar rusa estaba equivocada. Los vehículos del ejército ruso quedaron atrapados en la carretera de acceso a Kiiv.

En la medida en que los países del Pacto de Varsovia se fueron convirtiendo en democracias, su aproximación al Mercado Común, a la UE ya la OTAN se hizo imparable. Hizo crecer el deseo de la ciudadanía de aproximarse a Europa. La UE era una estructura política que ofrecía más libertades a los ciudadanos y, por supuesto, mejor nivel de vida. Por olvido y por desprecio hacia Rusia, entonces en dificultades por el estrepitoso fracaso del comunismo, la OTAN creció hacia el este, lo que propició a Rusia un sentimiento de amenaza que, aunque fuera más ficticio que real, ayudó a promover el sentimiento que Putin necesitaba para focalizar el país en el nacional superado.

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Estos días EEUU ha estado negociando con Rusia el fin de la guerra con un pacto de paz por territorios. Al menos inicialmente, la UE y Ucrania no fueron consultadas. La confianza en los 28 puntos del plan de paz de Trump es baja. Ha habido un pacto similar de alto al fuego en Gaza y cada semana Israel causa decenas de muertes entre los gazianos.

La situación de la UE es precaria. EEUU la ha menospreciado manifiestamente. China sabe de la dependencia comercial europea, y no haciendo nada fortalece su propia posición.

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La única fuerza militar europea con armamento nuclear e independiente de EE.UU. es la francesa. No es el caso del Reino Unido, que depende de la tecnología de EEUU y, por tanto, de su visto bueno para desplegarse. La fuerza francesa fue creada por De Gaulle, la "force de frappe", y se ha mantenido operativa desde entonces. Sólo Francia puede negociar con Rusia de forma realmente independiente de EEUU y con credibilidad, y puede hacerlo gracias a su potencia militar, importante y autónoma.

La UE tiene ahora dos alternativas. La primera, aceptar una paz por territorios en Ucrania bajo el paraguas de EE.UU. Ceder a Rusia territorios que aún no ha conquistado del todo, y esperar, sin garantías, a que no vuelva a agredir a Ucrania ni a ningún otro estado europeo, contrariamente a lo que ha hecho en los últimos 30 años, durante los cuales ha sido responsable de ciberataques e interferencias en elecciones (Francia, EEUU, Rumania), ha financiado partidos de extra Azerbaiyán... En definitiva, sería confiar en quien no se puede confiar.

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La segunda es Francia, que, financiada y con el apoyo político y económico de la UE, podría ceder armamento a Ucrania, misiles de largo alcance, aviación militar, drones. Se podrían utilizar los fondos rusos depositados en bancos de la UE, 275.000 millones de euros, incautados por las instituciones europeas para este fin. Aunque puede argumentarse que Francia es débil y que el presidente Macron lo es más aún, esta acción le daría prestigio, mejoraría la confianza de los franceses y facilitaría que las próximas elecciones presidenciales las ganara él y no la extrema derecha. Existen inconvenientes ligados a la seguridad jurídica del entorno económico de la UE, pero no inabordables por razón de la guerra. Es causa de fuerza mayor.

El PIB de la Unión Europea es de 18 billones de euros; el de Rusia, de 2 billones. Sus presupuestos de defensa ascienden a 343.000 millones y 111.000 millones de euros, respectivamente. Las tropas desplegadas en los distintos frentes son 1.200.000 miembros por parte de Rusia y 900.000 por Ucrania. Para ganar una guerra se necesitan fondos, tropas, material... y voluntad de hacerlo. La UE lo tiene todo. Pero no está seguro de que tenga la voluntad.

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De hacerse fuerte en esta actitud, la posición política y económica de la UE en el mundo cambiaría: de debilidad a fortaleza, de miedo a determinación, de dependencia a independencia. Puede hacerlo. ¿Le falta voluntad de cambiar el rumbo de su historia? ¿Es inevitable equivocarse una vez más? ¿No hemos aprendido nada de Múnich en 1938, de Hungría en 1956, de los Balcanes en 1992, de Sudán en 2025?