La UE tiene que recuperar la relación con los EE.UU.

En su discurso de toma de posesión, el presidente norteamericano, Joe Biden, avisó que "los Estados Unidos han vuelto", una declaración de intenciones del giro a la política aislacionista y nacionalista practicada por su antecesor en el cargo, Donald Trump. Una de las obsesiones de Trump fue el abandono de la multilateralidad, de los grandes acuerdos internacionales y de la participación en organismos de ámbito mundial, para volver a la bilateralidad, una estrategia que le permitía aprovechar su fuerza para imponer sus condiciones a los diferentes países. El precio que pagaba, sin embargo, era el de perder influencia diplomática en el mundo, abandonar el papel de líder del mundo occidental que ha tenido este país desde la Segunda Guerra Mundial. Biden quiere recuperar un cierto liderazgo, y por eso ha elegido Europa como destino de su primera grande gira internacional.

Durante los próximos días Biden desarrollará una actividad diplomática frenética, con la cumbre del G-7 en Cornualles (Reino Unido), la visita a las instituciones europeas en Bruselas, la reunión con sus socios de la OTAN y las entrevistas con el presidente ruso, Vladímir Putin, y con el turco, Recep Tayyip Erdogan. Washington está interesada en arreciar su alianza con la Unión Europea y la Gran Bretaña para hacer frente a los desafíos que plantea China, Rusia y, en segundo término, Turquía. Y los europeos tienen que aprovechar esta oportunidad para pasar página de la era Trump y recuperar su relación privilegiada con los Estados Unidos. De alguna manera, el giro que representa Biden ofrece una oportunidad a la Unión Europea para recuperar su lugar en el mundo y dejar de ser el gigante económico que pierde fuerza y el enano diplomático que es ahora.

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Más allá de los acuerdos concretos que se puedan cerrar, sobre todo en el ámbito económico, hay un aspecto que hay que subrayar. Y es que en los últimos años, a raíz de las victorias electorales de populistas como Trump o Bolsonaro, la perpetuación en el poder de líderes autoritarios como Putin o Erdogan y el creciente peso de China en la orden internacional, la democracia liberal parecía en horas bajas y no tenía nadie, fuera de la UE, que la defendiera. Tal como escribió el mismo Biden en un artículo en el Washington Post el 5 de junio pasado, "este viaje es para que todo el mundo se dé cuenta del compromiso renovado de América con nuestros aliados y socios y [para] demostrar la capacidad de las democracias de afrontar los retos y desvanecer las amenazas de esta nueva era".

Es la hora, pues, de recuperar el poder diplomático norteamericano y europeo. Y una de las maneras más eficaces de hacerlo seria liderando un plan para extender la vacunación contra el covid-19 en todo el planeta. Esta podría ser una de las iniciativas que se aprobara en el G-7, junto con el impulso de una agenda medioambiental ambiciosa y la imposición de un impuesto sobre sociedades mínimo. El regreso a la multilateralidad de Washington tiene que suponer un cambio de enfoque de las relaciones internacionales y un aumento de la cooperación con sus socios europeos. Bruselas tiene que correr para recuperar el tiempo perdido con Trump.