Universidades: la diferencia que nos hace fuertes

Cada inicio de curso académico es un buen momento para renovar compromisos y mirar hacia delante con ambición. Este año, más que nunca, es una oportunidad para reivindicar lo que hace del sistema universitario público catalán un motor esencial de progreso: su heterogeneidad.

Las universidades públicas de Cataluña no son piezas intercambiables. Cada una, con su tamaño, su historia, su especialización, su intensidad en docencia o en investigación, aporta una contribución singular que hace la diferencia. Cada una es única en sí misma y, a su vez, todas juntas conforman un sistema plural, capaz de dar respuesta a necesidades diversas y cambiantes de nuestra sociedad.

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Esta heterogeneidad es un valor añadido que debemos saber preservar y promover. Llevo más de veinte años de docencia en el ámbito de la biomedicina, y que investigo cómo los organismos vivos se adaptan a los cambios de su entorno. Seguramente por estos motivos suelo entender la universidad como un sistema vivo —un ecosistema— que, para avanzar, debe saber anticiparse y responder a los retos desde la fortaleza propia de cada centro.

Sin embargo, el valor de nuestro sistema público no reside sólo en su pluralidad. También somos uno de los principales garantes de la equidad y de la cohesión social. En un momento en que las opciones privadas crecen, sobre todo en el ámbito español, las universidades públicas debemos seguir siendo el espacio que abre sus puertas a cualquier persona, con independencia de su procedencia y de sus recursos. Un sistema diverso requiere unos estudiantes igualmente diversos, y esto sólo es posible si mantenemos y reforzamos las políticas de acceso, de becas salario, de ayudas a la vivienda y de inclusión para captar el mejor talento y ofrecer la mejor formación e impulsar la mejor investigación.

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En este escenario, también debemos dar respuesta a retos estratégicos de futuro: la internacionalización, la apuesta por la transferencia y la innovación y la implementación de una oferta docente flexible, que tenga en cuenta la actual revolución digital –propiciada por la irrupción de la inteligencia artificial generativa– y que se adapte a los retos ya las demandas sociales. No se trata de hacerlo todas las universidades de la misma forma, ni me corresponde a mí exponer la estrategia de cada una, pero sí la reflexión sobre la necesidad de aprovechar la riqueza y la pluralidad de miradas y experiencia que tenemos.

En su informe sobre competitividad europea, Mario Draghi señalaba que las universidades son "actores centrales en las fases iniciales de la innovación, puesto que generan investigación líder y crean nuevos perfiles profesionales para el mercado de trabajo". Esta capacidad de generar conocimiento y transformarlo en bienestar social y crecimiento económico es fundamental. La consejera de Investigación y Universidades, Núria Montserrat, expresó hace unos meses una idea similar en el Fórum Europa Tribuna Catalunya. En aquella intervención, la consellera defendió la apuesta de Catalunya por un modelo de prosperidad compartida, fundamentado en el talento y la innovación, con el objetivo de alcanzar un liderazgo europeo y situarnos entre las cincuenta regiones más innovadoras de Europa en 2030.

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Pues bien, este horizonte sólo será posible si reforzamos nuestro sistema universitario público y sabemos aprovechar su heterogeneidad como motor de innovación y de equilibrio territorial. Por eso, celebramos este inicio de curso recordando que invertir en universidades públicas no es un gasto, sino una apuesta de futuro. Apostar por nuestra heterogeneidad es también, y principalmente, apostar por una Cataluña más competitiva, más justa y abierta al mundo.