El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, en la sesión de control en el Congreso
28/05/2024
2 min

Falta un día para que el Congreso apruebe la ley de amnistía y todo el mundo da por hecho que los jueces encargados de las causas abiertas a los independentistas catalanes amnistiados harán la puñeta, y nunca mejor dicho, para retrasar tanto como puedan la aplicación de la ley . Al parecer no se puede hacer nada, y que al igual que ha habido una sórdida policía patriótica que fabricaba pruebas contra adversarios políticos, existe una justicia patriótica lista para impedir el cumplimiento de una ley. Si se inventaron que las manifestaciones de Tsunami Democrático eran terrorismo, ¿qué no urdirán antes de permitir el regreso sin cargos de los exiliados y el archivo de multas e inhabilitaciones? Estar en contra de la amnistía es una razón para vivir y pedir el voto en esta burbuja del nacionalismo más rancio que es Madrid, donde actuar (“quien pueda hacer, que haga”) contra la amnistía da puntos para futuras carreras políticas. Es un nacionalismo rancio, violento y clasista. Basta con ver las imágenes de un individuo insultante repetidamente Pablo Iglesias con la expresiónvallecano de mierda.

Hoy es contra la amnistía, al igual que en el 2006 fue contra el Estatut. E igual que siempre es contra el catalán. La última es de González Pons, que pidió disculpas porque el PP valenciano envió propaganda electoral en catalán. Lo hace en unos términos de dramática desolación, como quien atropella a una mascota: “Podía haber estado en cualquier sitio, pero ha estado en mi tierra. Asumo la responsabilidad de este error humano. Esta misma mañana ya se ha enviado una remesa nueva de cartas escritas en castellano y valenciano correcto [...]. Aunque no acertamos siempre, damos lo mejor de nosotros mismos con humildad y dedicación”. Y con fobia y con complejo provinciano.

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