Los más vendidos de Sant Jordi
Este año, el Gremio de Libreros no dará la lista de los libros más vendidos durante el día de Sant Jordi (el día que es la envidia del mundo). Dirá sólo cuáles son tendencia en ventas. Ocurrió, el año pasado, que los autores que se dijo haber liderado las ventas –Gemma Ruiz y La Sotana– finalmente no fueron los más vendidos por un error de recuento. Fueron Xavier Bosch y Xavier Sala i Martín.
Algún año he estado en lo alto de la lista, y es una sensación indescriptible, porque cada libro vendido es un milagro. La última ocasión en que me pasó esto me bromeé a mí misma, cuando un diario amante de las testas coronadas puso que había habido un “empate”. Me dije que ponían "empate", con té final, para no poner, en lugar de la té, una errata. Puede ocurrir, y ocurre, que el más vendido y el segundo más vendido se lleven seis libros de diferencia. Hay que hacer lista, por supuesto, de castellanos y catalanes, porque el mercado castellano acapara millones y millones de hablantes. Y, sin embargo, en este día, en cifras absolutas y no relativas, la lengua catalana muestra su músculo. Está muy bien, también, dividir las ventas en ficción y no ficción.
Ningún escritor quiere ser “un poco vendido” o “poco vendido”. Si quisiera no ser el más vendido, decidiría limitar la edición de ejemplares que se ponen a la venta. Quisieras ser entendido, querrías ser amado, querrías no estar solo. Quisieras no ser un bestseller a cambio de ser uno longseller. Alguien que tiene lectores que repiten, que se hacen mayores contigo. Es lo mismo que tú eres como lector para algunos escritores. Aquel que les acompaña, de principio a fin. Mi sensación con Martin Amis, y mi sensación ahora con Maria Barbal, Paul Auster, Philip Roth. Mi sensación con todos los nuevos autores, en primer o segundo libro, hoy. Mi sensación con los jóvenes que hoy, en el instituto, han ganado el concurso literario. Vender libros. Sí. Qué milagro, qué alegría salvaje.