Mi Vietnam

Estos anuncios del RACC que hacen en Catalunya Ràdio me tienen subyugada. Son gente que hace viajes accidentados. Uno fue a Vietnam y alquiló una moto, aunque no sabe conducir, por lo que se rompió la pierna (suerte del RACC). Otra llevaba a su hijo a hacer un Erasmus, pero el coche tuvo pana (suerte del RACC). Hay uno, también, que se va a México, diría, y tiene dolor de estómago. No eran cagarrinas. Era apendicitis ("la pendis", que decíamos pequeños) y lo devolvieron a casa en un avión medicalizado (suerte del RACC).

No dudo de las bondades de la citada empresa. Cuando veo helicópteros suyos sobrevolando el cielo siempre pienso: "Mira, deben ir a buscar a un herido..." Pero lo que me sorprende de los anuncios es algo que, de verdad, me resulta poco creíble. Entiendo muy bien que el RACC te ayuda, te va a buscar, no te juzga ni pregunta por qué has cometido tal imprudencia. Lo que me parece alucinante es el buen humor que demuestran los afectados. La madre que explica el transporte del hijo al aeropuerto y que se le estropeó el coche, ¿no recibió miradas, gritos histéricos, exasperación? ¿Cómo puede que lo cuente tan alegre? Sí, sí, el hijo cogió el avión, pero ¿a qué precio? El de la hipertensión.

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El señor de la pierna y la moto, lo mismo. ¿No le regañaron por imprudente? Le dijeron: "¿Tranquilo, tranquilo, que le puede pasar a todo el mundo"? ¡No puedo creerlo! Qué familias tan simpáticas, que no se quejan, no reprochan, no gruñen porque se han quedado sin vacaciones. Si yo estuviera segura de esta reacción, juro aquí mismo que me haría socia del RACC y alquilaría una moto en Vietnam esperando que todo el mundo me sonriera.