La amnistía y la normalidad política
MadridLa legislatura ha llegado a un punto de degradación que no tiene posible retorno. Pero es un error. El ejercicio de la oposición y el control del gobierno debería ser compatible con el diálogo y la disposición a llegar a acuerdos en beneficio de la comunidad. Y no es así. Ya se han quemado todas las naves y se han derribado todos los puentes. Sólo queda la campaña electoral permanente y el griterío ambiental. Lo pagaremos. En muchos aspectos, con la degradación del sistema y una pérdida generalizada de la confianza en los partidos y sus dirigentes. La alternancia en el poder no debería seguir la pauta de la destrucción previa del adversario. Pero la experiencia y la práctica política demuestran que en estos decenios de democracia en España se ha ido instalando la convicción de que sólo se prospera y se provocan cambios de ciclo por la vía de las políticas de tierra quemada.
Feijóo –que este domingo vuelve a sacar su partido a la calle– está dispuesto a cargar cada vez más el clima social con el objetivo de crear una sensación de fin de régimen que le acerque al objetivo soñado de la derogación del sanchismo. Sin embargo, sigue sin alianzas posibles, aparte de la que podría seguir reeditando con Vox, condenada a sufrir crisis cíclicas. Es un escenario insuficiente. De entrada, por ese camino no se llega al planteamiento de una hipotética moción de censura con posibilidades de prosperar. El PP tendrá que seguir esperando, de manifestación en manifestación, y se le puede hacer largo. Del otro lado, Sánchez parece dispuesto a una interminable política de resistencia que haga del afán de supervivencia la única palanca segura para seguir en el poder.
¿Dónde queremos ir así?
Esto, adornado de una larga secuencia de enfrentamientos por todo tipo de cuestiones, mientras no tenemos presupuestos ni en Madrid ni en Catalunya, ni una ley de vivienda que funcione, ni voluntad de pactar una política realista y humanitaria sobre el fenómeno de la inmigración. ¿Dónde queremos ir así? ¿Cuándo y cómo acabará con la estrategia del choque constante, y con qué coste? ¿Qué panorama quedará después de esa intensa batalla? La alternancia en el poder, ¿a qué precio? ¿O es que creéis que si el PP puede gobernar la próxima legislatura, el PSOE no le devolverá la jugada del bloqueo de las instituciones, impidiendo por ejemplo que la actual mayoría progresista del Constitucional se transforme de repente en un tribunal dominado nuevamente por la derecha togada y los sectores más conservadores de la carrera judicial?
En un escenario como el actual, los intentos de recuperar pulso institucional con algunas convocatorias, como la de la Conferencia de Presidentes, sólo sirven para enriquecer el archivo de las escenas teatrales y alimentar el currículo mediático de algunos y algunas dirigentes. En estas circunstancias, es dudoso que haya merecido la pena rebautizar el Palacio de Pedralbes con esta reunión de los jefes de gobierno autonómicos. Muchos recordarán aquellas imágenes del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos saludando fríamente al mayor de los Mossos Josep Lluís Trapero en septiembre del 2017, en reuniones de una coordinación policial que nunca se logró.
La tesis del cambio en Cataluña
La oportunidad de cambiar el tono de esas secuencias era una deuda que Pedro Sánchez tenía con Salvador Illa. Ahora se trataba de favorecer la tesis de que todo ha cambiado en Catalunya, en parte gracias a la ley de amnistía. Un discurso que el propio Constitucional se ha hecho suyo en el proyecto de sentencia sobre esta norma. El tribunal de garantías ha asumido que la mencionada ley no responde a "un capricho", sino que persigue el objetivo de obtener la normalización política en Catalunya aplicando un instrumento, el de la amnistía, pensado entre otras cosas para favorecer procesos "de reconciliación nacional".
Basta con ver las imágenes del saludo entre la ministra de Sanidad, Mónica García, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, para comprobar hasta dónde llega a la política española la voluntad conciliadora y de concordia, ocho años después. En cuanto a Catalunya, la escena más contundente es la de Ayuso saliendo de la reunión de presidentes al oír al lendakari hablando euskera y el presidente de la Generalitat expresándose en catalán. Me pregunto cómo lo habría digerido todo esto Josep Piqué si todavía estuviera entre nosotros. ¿Qué cabría esperar de la presidenta madrileña si algún día fuera realidad la hipótesis de política-ficción de verla convertida en jefe del gobierno de España? ¿Tomaría entre sus primeras decisiones la de expulsar de las Cortes Generales al catalán y al euskera? ¿Sería éste el objetivo de reconciliación al que se podría aspirar?
El retrato de un tiempo
En todo caso, tampoco vale la pena calentarse la cabeza con especulaciones sobre el futuro de Ayuso, que con gestos como éste lo que busca fundamentalmente es atacar a Pedro Sánchez por sus concesiones a Salvador Illa ya los independentistas. máximos. De momento, por ejemplo, no hay muchas noticias sobre la inminencia de los pactos para cambiar el modelo de financiación de Cataluña y acercarlo al concierto económico del País Vasco. Las estrategias del líder socialista y el apoyo que todavía recibe de las fuerzas independentistas. No he citado antes a Piqué sin motivo. ver a Feijóo si algún día llega a la Moncloa y necesita el apoyo de partidos representativos de Catalunya y Euskadi, como mínimo, ha tenido sobre la lengua gallega una mentalidad diferente a la de Ayuso. dijéramos.