Curso acelerado de Proceso

MadridUna de las cosas bonitas de viajar llega cuando el forastero ve que allí donde ha hecho ninguna se viven cosas que él ya ha vivido. Y cualquier catalán que estos días se pasee por el debate político de Madrid sonreirá satisfecho, con cierta suficiencia, ante la muestra que allí han descubierto el Proceso. Este martes el Congreso recordaba los mejores días del parlamentarismo catalán de 2017: personas que se aprendían de memoria el reglamento para saber qué pasaría; responder "esto tendrán que decidirlo los letrados" ante cualquier duda, prisas, incertidumbres, y sobre todo, la sensación de no saber qué pasaría. Procesismo del bono, y más en 30 de enero: hace seis años, en el Parlament se calculaba si Carles Puigdemont podía ser presidente a distancia. Ahora, si esa distancia ya era salvable por la democracia española, por su sistema judicial, y por la maravillosa imprevisibilidad del Proceso.

En este curso de procesismo acelerado en Madrid ha habido un segundo detalle a tener en cuenta: era un día histórico, pero no tanto. De hecho, nada ha pasado que dentro de seis años salga a la selectividad. El ambiente tampoco lo hacía notar: en los exteriores del Congreso, donde habitualmente se vive una pequeña guerra civil, había una tranquilidad tan espesa que podía decirse que ya gobernaba el PP. Sólo un cartel contra la amnistía mal hecho, reaprovechando una caja de cartón (al menos reciclan) y algún claxon de vez en cuando de los coches que pasaban por delante de los leones hacían pensar que pasaba algo.

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Una vez dentro, la incertidumbre enrazaría el ambiente: ¿qué pasará, qué misterios habrá, votará Junts que no? Periodistas y algunos diputados buscaban desesperados la traducción realidad-Proceso de los catalanes, y las tertulias basculaban de ello al hombre del momento, García-Castellón, ese juez con nombre de árbitro que hará lo que pueda para que gane su Madrid.

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Una vez que se inicia el pleno aparece por el patio Santos Cerdán con la cara de Santos Cerdán: es inexpresivo, puede hacer el mismo gesto en un entierro que después de ganar la lotería. Si cantan los Figa Flawas que "cuando llega la notificación, sonrío como un tonto que no tiene perdón", él debe maldecir cada vez que, antes de una votación, le entra un whatsapp de Jordi Turull que dice que deben revisarlo todo. Pero esto no le cambiará la cara. Entra directo al hemiciclo y se detiene ante el ministro de Presidencia, Fèlix Bolaños: hoy la leyenda del negociador socialista no va a crecer.

El PP aún tendrá que estudiar

El debate ocurre sin pena ni gloria. Míriam Nogueras carga duro contra el PSOE, los socialistas optan por Francisco Aranda, que repite frases literales que lleva meses diciendo Pedro Sánchez, y Núñez Feijóo, ante la ausencia de rivales, se gusta: "Puigdemont se marchó dentro del maletero de un coche y volverá con Falcon". En el PP todo es euforia y sonrisas porque creen que han ganado pero todavía les quedan muchos cursos en este máster acelerado de Proceso: cuando piensas que lo has visto todo, al día siguiente siempre te sorprende. Próxima clase, dentro de quince días.