Una década de movilizaciones
BarcelonaSe cumplen diez años desde la primera Diada masivamente independentista. De la ilusión y la festividad de los primeros años se pasó a la decepción y la incertidumbre después del 155.
2012
La Diada que marca el camino de Mas
La Diada de 2012 desbordó todas las expectativas, tanto en cuanto a la afluencia de gente -más de un millón de personas llenaron el paseo de Gràcia de Barcelona- como respecto al mensaje. “Independencia” fue el clamor casi unívoco de los asistentes, muchos de los cuales con la incipiente sensación de estar haciendo historia que con el referéndum llegaría a convertirse en un convencimiento.
“Ha sido la manifestación más grande de la historia de Catalunya, y nítidamente independentista”, expresó exultante la entonces presidenta de la ANC, Carme Forcadell. Hubo tanta gente que, a pesar de que la manifestación se había previsto inicialmente como una marcha, la cabecera solo se pudo mover unos 50 metros. El mandato fue transparente y marcó la hoja de ruta del president Artur Mas, a pesar de que no fue a la concentración en persona.
2013
El año de la Via Catalana
1.600.000 personas se dieron las manos en la Diada de 2013 desde el Pertús hasta Alcanar en una cadena humana de 400 kilómetros por la independencia que sirvieron al movimiento para dejar clara su determinación y gran capacidad de movilización. La concentración fue profusamente recogida por la prensa internacional. El ambiente fue pacífico y festivo, con un único incidente en la delegación de la Generalitat en Madrid, cuando un grupo de ultras irrumpió en el evento de la Diada.
2014
Presión a las puertas del 9-N
Una enorme V -inicial de votar y vencer- formada por 1.800.000 manifestantes en medio de Barcelona fue en 2014 la expresión de la Diada. Una nueva movilización espectacular que sirvió para blindar la consulta del 9-N, que se celebraría dos meses después. Fue en medio de aquel clamor -que, además, formaba una doble señera desde el aire- cuando la presidenta de la ANC, Carme Forcadell, se dirigió directamente a Artur Mas: “President, ponga las urnas”. La líder de Òmnium, Muriel Casals, lanzó un mensaje a los políticos independentistas: “Si ellos no nos fallan, nosotros no les fallaremos”. El lema de la manifestación no dejaba espacio a la duda: “Ahora es la hora”.
2015
La Via Lliure hacia las plebiscitarias
Un mosaico de colores, metáfora de los valores y la diversidad de la República Catalana donde se tenía que llegar a partir de las elecciones del 27-S, se extendió en la Diada de 2015 a lo largo de 5,2 kilómetros en la Meridiana de Barcelona. En el centro, un gran puntero transportado rápidamente por voluntarios avanzó en dirección al Parlament, señalando a los políticos el mandato ciudadano. La manifestación, de hecho, se organizó en 135 tramos: uno por cada diputado. Ya no cabían las apuestas que se limitaban a reclamar el derecho a decidir: el único objetivo era la separación del Estado. En esta etapa se abrió el concepto de "La revolta dels somriures" (“La revuelta de las sonrisas”): el carácter cívico y festivo de la Diada buscaba impregnar a todo el movimiento independentista, que con un tono propositivo y cívico intentaba arrinconar al unionismo en el lado oscuro del relato: en el del no. Fueron 1.400.000 personas, según la Guardia Urbana, a pesar de que con el baile de cifras habitual.
2016
Llamamiento a la unidad para culminar el Procés
Después de cinco años, la Diada de 2016 buscó ampliar consensos y volver al llamamiento al derecho a decidir. La prueba es que los comuns, que en 2015 se abstuvieron de participar, esta vez estuvieron. Con el lema “A punto”, se hizo en cinco ciudades de manera simultánea. La participación fue algo más baja: 815.000 manifestantes.
2017
Calentando motores para el 1-O
Con una presión redoblada del Estado y los llamamientos del president Carles Puigdemont a Mariano Rajoy al diálogo en tiempo de descuento, en este escenario se celebraba la Diada de 2017. Faltaban pocas semanas para el 1-O y la tensión ya era palpable. El mensaje, nítido: “¡Votaremos!” La manifestación estuvo menos coreografiada esta vez, pero muchos de los que desfilaban por el centro de Barcelona pensaban que sería la más importante: la última antes de la independencia. Un millón de personas volvieron a brindar imágenes familiares y festivas para la hemeroteca de estos años.
2018
Rechazo a la represión
Una ola sonora rompió a las 17.14 h en la Diagonal de Barcelona en la Diada de 2018, que por primera vez estuvo regada de lazos amarillos, con la herida de la represión todavía al rojo vivo y nadando en la incertidumbre sobre la estrategia independentista. El juicio del 1-O, al horizonte. Aún así, la protesta fue masiva: un millón de personas.
2019
La Diada más crítica
La de 2019 fue la Diada en que el descontento ciudadano hacia el Govern fue más palpable. Para empezar, porque la cifra de asistentes fue la más baja desde 2012, en una manifestación en Barcelona que sumó 600.000 personas. A pocas semanas de la sentencia del 1-O, la ANC exigió más unidad y menos rifirrafe partidista a los líderes independentistas. El rechazo a la represión volvió a marcar el día.
2020
Independentismo en tiempo de covid
La incógnita sobre el futuro y la exigencia a los partidos de una estrategia compartida para hacer avanzar el país hacia la independencia volvieron a estar presentes en la Diada de 2020, que estuvo marcada por la pandemia. Las calles de Barcelona, vacías, se volvieron a llenar para acoger varios actos convocados por las entidades en 131 puntos de la ciudad, con un aforo muy controlado y un estricto mantenimiento de la distancia de seguridad para evitar los contagios. La celebración se opuso en muchos sentidos al espíritu de todas las anteriores desde 2012, porque no fue masiva ni estuvo protagonizada por la gente. El punto central de la manifestación fue la plaza Letamendi, donde tanto la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, como el vicepresidente de Òmnium, Marcel Mauri, instaron a los partidos a abandonar las disputas sobre el rumbo del Procés. “Estamos hartos de la división”, criticó Paluzie. Sin embargo, y debido a las restricciones que imponía la pandemia, el pulso de la ciudadanía fue imposible de medir. Los organizadores se tuvieron que conformar con hacer una Diada simbólica.