Doce caóticas horas en Sassari
Una historia de aviones, tribunales, prisiones y encuentros culturales
SassariLaura Borràs espera a primera fila ante la puerta U33 de la terminal 2 del aeropuerto de El Prat. Ryanair, dirección al Alguer. Más allá están las dirigentes de Esquerra Marta Vilalta y Diana Riba con una mochila también esperando para embarcar, mientras que el alcalde de Montblanc, Pep Andreu, prefiere sentarse en la cafetería de delante la puerta de embarque para hacer la espera menos pesada. El avión va hacia Cerdeña, donde está encarcelado el expresident Carles Puigdemont, y sale a las 12.55. La cola está llena de gente con camisetas que se dirigen al encuentro Adifolk, donde, de hecho, tenía que estar Puigdemont si no hubiera sido detenido por los carabinieri.
“Y cuando el avión llegue al Alguer, ¿qué?”, pregunta la prensa a una dirigente independentista. “No sabemos dónde tenemos que ir”, admite. ¿Al Tribunal de Apelación de Sassari? ¿A la prisión de Bancali? ¿Al Alguer? Al elevarse el avión los rumores son que Puigdemont declararía a mediodía y que la jueza podía tomar una decisión en cualquier momento. Nadie se atreve a poner el modo avión por si salta la noticia durante el vuelo.
A las 14.45 el avión aterriza en el aeropuerto. Puigdemont está en prisión. Laura Borràs tiene previsto ir a la corte de justicia a la espera que comparezca a mediodía, pero cambia los planes porque todo apunta a que la declaración del expresident quedará aplazada. Mantiene su agenda -era una de las invitadas al acontecimiento folclórico- y se va al encuentro con toda la comitiva. Victòria Alsina, consellera de Exteriores, también aterriza desde Roma y se encuentra en la misma situación.
Ahora bien, el viaje lo es todo menos previsible. “Salió el sol ”, tuitea Gonzalo Boye cuando todavía no son las cuatro de la tarde, y cuando todo parece que se puede alargar hasta lunes se informa que Puigdemont queda en libertad sin medidas cautelares. Entre la alegría y el desconcierto -solo los abogados saben realmente lo que está pasando-, la comitiva catalana decide poner rumbo al centro penitenciario de Bancali. El expresident, tarde o temprano, saldrá de ahí.
Preguntas a la salida
Decenas de cámaras forman una muralla humana ante la policía italiana que custodia el recinto. Esteladas y banderas sardas se mezclan entre cargos institucionales venidos de Catalunya. L’estaca de Lluís Llach suena de fondo. Las tres de la tarde, las cuatro, las cinco... pasan las horas a la espera de una imagen. Puigdemont saldrá en libertad, sí. ¿Pero hasta cuándo? ¿Y hasta dónde? Las informaciones sobre si podrá salir o no de Italia (o de Cerdeña) son contradictorias hasta que un señor con americana, corbata y canas sale con parsimonia de dentro de la prisión. Es Agustin Angelo Marras, el abogado italiano de Puigdemont. El expresident saldrá de la prisión y tendrá libertad total de movimientos. Podrá ir al Alguer o a Waterloo, pero el 4 de octubre tendrá que acudir a declarar ante la justicia italiana.
Son las seis de la tarde y Puigdemont sale de la prisión flanqueado por Laura Borràs y Victòria Alsina. Fuera le esperan Jami Matamala y Josep Lluís Alay, y con ellos decenas de periodistas que se se abocan encima del expresident apenas pone un pie en libertad. Empujones, gritos, algún insulto en italiano entre los cámaras y muestras de apoyo al 130 president de la Generalitat. “Estoy bien, muy bien”. Puigdemont dice que ahora ya sabe cómo van estas cosas y que ya se ha acostumbrado. Sube a un coche negro y pone rumbo al Alguer. Sabe, sin embargo, que el periplo no se ha acabado.