Entrevista

Eric Storm: "Si España hubiera sido comunista... quién sabe lo que habría pasado con Catalunya"

Historiador y autor de 'Nacionalismo, una historia mundial'

20/10/2025

El nacionalismo ultraconservador está en auge. Lo vemos rápidamente mencionando algunos nombres: Trump, Orbán, Milei... Es en este contexto que el historiador Eric Storm (Países Bajos, 1966) publica Nacionalismos, una historia mundial (Crítica), un libro que no se centra ni en un país ni en un continente, sino que radiografía, como su nombre indica, la historia de los nacionalismos a nivel mundial en un exhaustivo trabajo que permite dibujar las similitudes que existen entre regiones y entender por qué avanza mundialmente.

Le interesa el nacionalismo a partir de Don Quijote.

— Cuando estudié los actos que se realizaron en 1905, en el tercer centenario de la publicación, pensé: "¡Madre mía, todo esto por un libro!" España venía del desastre del 98, y empecé a interesarme por el nacionalismo.

El nacionalismo es una invención moderna.

— Nace en la época de las revoluciones. La más clara es la Revolución Francesa. La soberanía ya no reside en el rey, sino en la nación, y la nación es una comunidad de ciudadanos que deben ser tratados por igual. Es un modelo que se expande rápidamente. Y es más tarde, en el siglo XIX, cuando aparece un nacionalismo romántico que defiende la idea de que los pueblos tienen su personalidad, su lengua y su cultura.

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Y esto resulta muy útil.

— Sirve para cohesionar territorios divididos, siendo importante por ejemplo para Italia o Alemania. Pero también dibuja una imagen ficticia. Si el estado-nación es un conjunto de personas unidas por la lengua y la cultura, ¿por qué hay 7.000 idiomas en el mundo y sólo unos 200 estados?

Hoy el nacionalismo está en auge.

— Hay dos tipos de nacionalismo. Lo que más representa la Revolución Francesa, de un conjunto de ciudadanos diferentes con los mismos derechos, y otro que defiende la nación por lengua, cultura e incluso por raíces étnicas. Es ese segundo el que está en auge.

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¿Cómo lo explica?

— Lo abordo en el último capítulo del libro. Inicialmente había empezado con la caída del Muro de Berlín, pero veía que no funcionaba. Porque creo que la clave, el cambio decisivo, es la elección de Thatcher como primera ministra del Reino Unido.

¿Por qué?

— Emergió el neoliberalismo en Europa, también hubo la Revolución Islámica en Irán –que es uno de los símbolos del auge de las políticas de identidad conectadas a una religión– y cambió lo que hasta ese momento había sido el debate político, que giraba en torno a los debates entre izquierda y derecha.

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O sea…

— La política hablaba de cómo dividir la riqueza y organizar la economía del país. Pero el neoliberalismo desplaza el debate y dice: la economía debemos dejarla a las fuerzas de los mercados. Y quedó un campo muy grande para las políticas de identidad y religión.

Por ejemplo?

— Con la elección de Juan Pablo II en 1978, ganan protagonismo en el catolicismo debates sobre el aborto y la familia. En Estados Unidos, en 1979 se funda Moral Majority, un grupo evangelista que ha acabado siendo muy importante en la victoria de Donald Trump. Lo mismo en la India con el hinduismo. Todo comienza en los 70.

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¿Los movimientos ultras de hoy se sirven del "nacionalismo romántico"?

— Sí, esa idea ficticia de un grupo cultural y lingüísticamente homogéneo. Y les juega a favor el nacionalismo banal. Todo está nacionalizado. Cuando en las noticias hablan de gobiernos, no hace falta que nos digan que es el nuestro, ya lo sabemos. Los mapas tienen colores que nos separan. Pero nacionalismo banal son también los Juegos Olímpicos, los coches –distinguimos un coche japonés y un coche español– o la comida tradicional, que es un concepto que surgió también a finales del siglo XIX. De hecho, es el argumento principal del libro: el nacionalismo no es natural que exista desde siempre, pero cada vez invade más terrenos de nuestra vida.

Los medios hablan de los partidos nacionalistas catalanes y vascos. ¿No es nacionalista Pedro Sánchez?

— Todos los partidos son nacionalistas. La diferencia hoy es que unos defienden a la nación como "demos", como pueblo y poniendo el foco en la igualdad, y otros poniendo el foco en el hecho étnico, cultural, a veces de manera excluyente.

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Afirma que los procesos de independencia no dependen tanto del soporte interno como de la coyuntura internacional.

— Sí, se ha estudiado con big data cómo los estados nación independientes han surgido en diferentes oleadas. Por ejemplo, la de las revoluciones en América Latina. Luego en la Europa del Este, después de la Primera Guerra Mundial, y la que se produce después de la caída de la Unión Soviética. Es decir, es necesario un contexto geopolítico favorable para ser independiente. Si España hubiera sido un país del blog comunista… quizá Catalunya hubiera tenido la posibilidad de empezar una nueva etapa.

Y en un momento como el actual, ¿le parece que pueda ser planteable que haya más países?

— Hace 10 años muchos lo pensaron: Cataluña, Escocia, los kurdos, algunas regiones en Asia… Pero el poder de lo más fuerte está empezando a reinar en la geopolítica actual. Rusia ha atacado a Ucrania, China está sacando espacio marítimo a Filipinas, Estados Unidos quiere Panamá y Groenlandia… Ahora mismo ser un estado independiente sin aliados fuertes no es muy aconsejable.

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¿Cómo ve el futuro?

— Creo que estamos en una nueva era. No tengo claro cuál es la fecha del cambio: si la crisis del 2007, la pandemia o la nueva elección de Trump. Pero se ha abierto la caja de Pandora y todo aquel que es ultranacionalista y racista ya no debe callar. Parece que se está terminando la época en que los estados-nación eran teóricamente iguales y se impone la ley del más fuerte, con las grandes potencias dividiendo al mundo en esferas de influencia. Es como una nueva era de imperialismo.