MadridAlberto Núñez Feijóo sigue atrapado en la contradicción de considerar el gobierno de Pedro Sánchez como legítimo pero al mismo tiempo considerarlo como alguien que pone en peligro el estado de derecho. Este difícil equilibrio lo obliga a dar volteretas como la de aceptar reunirse con Sánchez pero, al mismo tiempo, ponerle como condición que sea en el Congreso de los Diputados, es decir, en un escenario neutral donde no se vea la posición de poder que ostenta el presidente del gobierno en función de su cargo.
Es posible que Feijóo conozca la brillante estratagema que utilizó François Mitterrand en el debate de las presidenciales de 1988 con el que entonces era su primer ministro, Jacques Chirac. Este último quería hacer un debate de tú a tú y planteó al inicio del debate que se referiría a su oponente como "señor Mitterrand" y no como presidente porque allí estaban en igualdad de condiciones. Gato viejo, Mitterrand puso su mítica cara de esfinge y soltó: "Tiene toda la razón, señor primer ministro". ¡Pum! Con ese breve comentario dejaba establecido de cara a la audiencia que allí había alguien que estaba por encima y otro que estaba por debajo.
Feijóo tiene pánico que le pase como a Chirac y rehuye cualquier imagen en la que se vea que él es el jefe de la oposición y Pedro Sánchez el presidente español, es decir, que uno está por encima del otro. Normalmente, las fotografías entre presidente y jefe de la oposición tenían más historia porque acababan de reforzar a ambos en una dinámica de bipartidismo. Al inquilino de la Moncloa le servían para proyectar una imagen consensual y de estadista, y al jefe de la oposición le facilitaba la legitimación como alternativa de gobierno. Ahora, sin embargo, las cosas han cambiado. Para Feijóo cualquier acercamiento a Sánchez tiene el mismo efecto que la kryptonita en Superman, lo debilita, sobre todo de cara a Vox. Pero al mismo tiempo el líder gallego sabe que no puede mantener una actitud antisistema eternamente, primero porque él no es Ayuso (a pesar de que se fotografíe con bandejas de fruta), y después porque la dinámica de confrontación permanente llevaría a la parálisis institucional.
De momento no está previsto que haya nada más, más allá de la fotografía, en la que previsiblemente Feijóo deberá evitar cualquier tentación de sonreír o poner buena cara, pero no cabe duda de que la gran carpeta pendiente es la renovación del CGPJ. En la Moncloa consideran que, al igual que Feijóo no ha podido resistir la presión por reunirse con Sánchez, tampoco podrá bloquear durante cuatro años la renovación del órgano que gobierna el poder judicial. El plan de Sánchez es provocar que la presión por la renovación venga desde la propia magistratura. ¿Cómo? Pues dejando al CGPJ sin capacidad de hacer nombramientos, tal y como ha propuesto el presidente interino del organismo, Vicente Guilarte. Esto provocaría que quedaran bloqueados muchos ascensos, sobre todo de aquellos jueces que tienen entre 55 y 60 años y que temen perder este tren. De alguna forma, la lección del episodio de la foto es que el tiempo siempre juega a favor de Sánchez, y que Feijóo acabará, tarde o temprano, cediendo. Eso espera Sánchez, evidentemente, pero también Santiago Abascal y, tal vez, Isabel Díaz Ayuso.
El único consuelo para Feijóo es que Chirac llegó finalmente a ser presidente. Pero nunca pudo derrotar a Mitterrand.