Se buscan futuros presidentes para hacer cosas de Cataluña

BarcelonaLos niños están tan nerviosos y solemnes con el poder que irradia el Palacio de la Generalitat que pienso que ojalá nadie les cuente nada del Proceso. Es el primer día que el programa ¡Quiero ser presidente/a! abre sus puertas a los periodistas. Este año las escuelas catalanas pueden inscribir a alumnos de 5º y 6º en este programa que consiste en simular la actividad parlamentaria en clase y culmina con una visita al epicentro de la soberanía nacional, recepción del presidente incluida. Es una tradición que se recupera de la época de José Montilla, y el hecho de que la reanude Pere Aragonès sugeriría que los políticos menos expansivos son conscientes de que deben hacer algo extra. La idea del Gobierno es difundir el lado más entrañable y humano del presidente, mientras los periodistas rezamos para que una criatura inocente haga una pregunta comprometida. Como hemos visto con las elecciones argentinas, si el estado no siembra asociaciones simpáticas entre los futuros votantes, luego crecen y votan lo que votan.

La asociación simpática que debe dejar el día es un simulacro condensado de toma de posesión un presidente y sus consejeros, deliberación del gobierno y rueda de prensa. Después visitarán la planta noble y conocerán a Aragonés, lo que les hace una ilusión genuina. La sesión se convierte en un recordatorio de que la democracia sin educación es un binomio problemático: los niños son de un punitivismo hobbesiano (votan instalar cámaras de seguridad para prevenir el bullying en vez de asignar más recursos o realizar cursos preventivos), feministas muy poco radicales (votan cambiar la ropa y las costumbres de algunos deportes en vez de promover trabajos mejor pagados para las mujeres) y la medida estrella de salud es incrementar las horas de educación física (a expensas de la pobre clase de lectura). Muero de risa cuando la niña encargada de hacer de portavoz debe responder a las preguntas de sus compañeros reconvertidos en periodistas y descubre que la fórmula "Aún lo estamos estudiando" es imbatible. Momento de esperanza cuando un chiquillo pregunta desafiante al cambiar uniformes deportivos, como si fuera una tontería, y la portavoz responde que “en deportes como el voleibol las niñas deben llevar ropa muy similar a braguitas y no todas se sienten cómodas con estas cosas”. Presidenta.

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Aragonés los recibe en el Pati dels Tarongers y los sienta en la Sala Tarradellas. Tiene mano izquierda con los niños y ellos están bien educados: no habrá tensión ni anécdota problemática. Las vibraciones paternales que emite el presidente oscilan en el espectro de la distancia razonable: ni querer dar miedo, ni querer hacerse el enrollado. Las criaturas mantienen el respeto y se interesan más por las estatuas y gárgolas que por las competencias de la conselleria del departamento de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural. El momento de máxima complicidad es cuando Aragonès explica que los consellers piden muchas cosas, pero el de Economia pone límites. Preguntado por el significado del gran friso de Antoni Tàpies, el presidente responde que "simboliza cosas de Catalunya", que me parece un buen resumen de la jornada.