Igone Goikoetxea: “Era horroroso pensar que tu hijo de 22 años saldría de la prisión a los 60”
Vitoria“Me han quitado, nos han quitado, años de nuestra vida. No olvido, pero ahora quiero aprovechar el tiempo, disfrutar de la vida, y valoro más lo que tengo”. Quien se expresa así es Igone Goikoetxea (Altsasu, 1960), madre de Jokin Unamuno, uno de los jóvenes de Altsasu condenados a doce años de prisión -el Supremo lo dejó en ocho y medio- por esa pelea de bar de 2016 con guardias civiles fuera de servicio. En tercer grado, espera ahora el final de la condena sin haber conseguido que su caso fuera revisado por el Tribunal de Estrasburgo por la vulneración de derechos que denunciaban.
¿Cómo recuerda ese 15 de octubre de 2016?
Fue un shock. El cuerpo y la mente se te bloquean. Lo peor llega cuando Covite pone la denuncia y habla de terrorismo, llegan los medios de comunicación y entra la Audiencia Nacional. Le decía a Jokin, que siempre he hablado mucho con él: “Prepárate, nos prepararemos para lo peor, porque irás a la prisión”. Hay que hacer frente a lo que venga. A Jokin no le entraba en la cabeza que pudiera ir a la prisión, pero yo lo preparaba. Lo miraba y me decía: “Hay que ser fuertes”. Yo sabía que, tal como estaban las cosas, este sería el resultado. Fue angustioso, pero había que admitir la realidad y luchar.
¿Cómo fueron aquellas primeras semanas?
La gente respondió de manera extraordinaria. Sentimos la solidaridad en Altsasu, en Euskal Herria… pero el dolor, la desesperación, la impotencia que tienes siguen aquí. Tu mundo se cierra, vives por la persona que te han quitado. Veinticuatro horas dándole vueltas. Es terrible.
¿Qué era lo que más la preocupaba?
Pasas por todo tipo de reacciones. Yo pensaba que Jokin, que es muy movido, que necesita espacio, ir a la montaña, moverse, se moriría en una celda tan pequeña. Me angustiaba. Pero después me decía: Jokin siempre ha sido un chico autónomo y resistirá. Y ha resistido. Todos han resistido.
¿El tiempo ha sido importante para racionalizar lo que estaba pasando?
El tiempo lo va suavizando. Es fundamental. La cabeza se te vuelve más racional. Y después está la gente. Su solidaridad. Estás hundida y te levantas muchas veces porque la solidaridad hace que te levantes. Nosotros hemos cuidado a nuestros hijos porque todo el pueblo ha cuidado de nosotros.
¿Cómo recuerda la salida de Jokin de la prisión?
Fue el 3 de julio de 2020. Cogimos el coche y los llevamos a Altsasu. A casa. Después de tres años y medio. A partir de ese momento, hay que empezar a recuperar parte de la vida. Y cuesta. Siempre estás mirando cómo está él, porque no es libre; la pulsera telemática que lleva le limita la libertad, no puede hacer lo mismo que su cuadrilla, y también le encadena la mente. A Jokin todavía se le hace el mundo pequeño.
¿Cuál ha sido el momento más duro?
Sin duda cuando nos enteramos de las primeras peticiones de más de 40 años de los fiscales. El mundo se nos cayó encima. Era horroroso pensar que tu hijo de 22 años saldría de la prisión cuando tuviera 60.
¿La solidaridad ha sido continua durante este tiempo?
De la respuesta de Euskal Herria estábamos seguras, pero no pensábamos que tendríamos tanta solidaridad afuera. No puedo ni imaginar qué tiene que ser pasar por todo lo que hemos pasado en soledad. La primera persona de fuera que me llamó era de Madrid y pertenecía a las Madres Contra la Represión. En casi todas las provincias españolas hay Madres Contra la Represión. Madres como nosotros. Hay injusticias en todas partes. En todas partes hay Altsasus. No creo que podamos devolver ni una mínima parte de la solidaridad que hemos recibido.
¿La historia ya se ha cerrado?
Cada persona es un mundo. Nos han quitado años de vida. Para nuestros hijos todavía no se ha acabado, pero creo que empiezan a disfrutar de la vida. Son fuertes y tienen tiempo, no para olvidar lo que han sufrido, que esto no se puede olvidar, sino para que cada vez les haga menos daño. Con el tiempo.
A veces se habla de la necesidad del olvido y del perdón.
En la vida, en mi opinión, para perdonar tienes que olvidar, y es imposible olvidar lo que hemos sufrido, pero sin odio. El odio te impide vivir y yo lo que quiero es vivir. Hemos tenido una experiencia muy dura, muy dura, pero que no deja de ser una experiencia de vida, hemos aprendido mucho, y estamos aquí. Seguimos aquí.