Iglesias-Errejón, dos proyectos irreconciliables
El líder de Podemos sigue ahora los pasos de aquel a quien mandó a galeras en Madrid
MadridEsta es la historia de dos animales políticos que se conocieron en los pasillos de la Complutense de Madrid y que con los años forjaron una admiración mutua que los llevó a dedicarse la tesis doctoral. Pero es también la historia de una amistad transformada en rivalidad y ensañamiento. La de dos proyectos políticos incapaces de entenderse incluso cuando está en juego que el PP gobierne con la ultraderecha en Madrid. Pablo Iglesias conoció a Íñigo Errejón cuando tenían 24 y 19 años, respectivamente. “Llegué a la Facultad de Políticas después de haber hecho derecho y me habían hablado de un chico muy listo que entonces aparentaba seis años –relataba el ahora líder de Podemos en 2015 en una entrevista a la SER–. Y lo veo ahí, sentado en la puerta de la cafetería, con un trocito de pan al que añadía un sobre de azúcar. Y no pude evitar acercarme y decirle: «¿Pero por qué comes pan con azúcar?» Y me dice, el pobre: «Es como un suizo». Y, claro, en ese momento me vinieron ganas de adoptarlo, y efectivamente lo adopté”.
Es el 2014 e Iglesias y Errejón se emancipan de los pasillos de la Complutense para luchar contra la “casta” y “asaltar el cielo”. El actual vicepresidente segundo confía en ese joven que comía suizos para que sea el jefe de campaña de las primeras elecciones que disputará Podemos: las europeas, donde irrumpen con 5 diputados. Iglesias se marcha a Bruselas y deja un partido por construir en manos de Errejón, que modela a su gusto toda la formación y asienta las bases de lo que con los años se llamará errejonismo. A finales del 2015, el líder de Podemos vuelve de la Eurocámara y se encuentra ante un partido que no reconoce ni gobierna. Será el inicio de un enfrentamiento que saltará por los aires en 2017 con un duelo fratricida entre las dos almas del partido en el segundo congreso del partido, conocido como Vistalegre II.
Justamente un 15 de marzo –la fecha en la que Iglesias ha anunciado esta semana que deja el ejecutivo español para disputar el gobierno a Isabel Díaz Ayuso–, pero del 2016, empezó el divorcio entre el pablismo y el errejonismo. El líder de Podemos destituyó de forma fulminante al que era el secretario de organización del partido, Sergio Pasqual, estrecho colaborador de Errejón. La decisión llevó a una larga discusión. El número dos de Podemos reaccionó con un largo y doloroso silencio para Iglesias, que esos días acabó ingresado por un cólico nefrítico. Fue un punto de no retorno.
La alianza con IU
Dos meses después Iglesias buscó un nuevo compañero de viaje: la Izquierda Unida (IU) de Alberto Garzón. Errejón lo había advertido hasta la saciedad del riesgo de abrazar el neocomunismo y convertirse en una copia de IU. Pero el 9 de marzo Iglesias y Garzón sellaron lo que se recuerda como "el pacto de los botellines", porque acabó con una fiesta en el barrio de Lavapiés. Una alianza que dura hasta hoy a pesar de no haber conseguido multiplicar escaños como pretendía –de hecho, Unidas Podemos perdió en las generales del 20-D del 2016 más de un millón de votos.
Después de Vistalegre II, Iglesias envió a Errejón a galeras y le dejó como único bastión la Comunidad de Madrid. Dos años después llegaría el divorcio final, cuando el que era el número dos del partido firmó su propio pacto, el de las empanadillas,con la entonces alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Así nació Más Madrid, que ahora ha rechazado presentarse en coalición con Podemos. Errejón ha emprendido su propio camino y no quiere la sombra, y todavía menos la tutela, de Iglesias: Más Madrid ha considerado como una opa hostil su propuesta unitaria para las elecciones en la Comunidad de Madrid.
Arrinconado en el gallinero del Congreso, el actual líder de Más País ha vuelto a demostrar esta semana que se puede hacer política sin estridencias y que vaya más allá del eje izquierda-derecha, como Podemos hizo cuando irrumpió en el tablero en 2014. El miércoles acaparó todos los focos de la sesión de control sin ni siquiera hablar de las elecciones madrileñas con una pregunta a Pedro Sánchez sobre salud mental. Esta será la diferencia de talante que Más Madrid y Podemos defenderán en la campaña del 4-M.