Pedro Sánchez: ¿fortaleza o debilidad para Salvador Isla?
BarcelonaDesde que empezó la legislatura de Salvador Illa, las sesiones de control en el Parlament han sido una auténtica balsa de aceite. Con una mayoría justa, pero consolidada con Esquerra i Comuns, el presidente ha ido superando todos los problemas que le ha ido presentando el mandato –las incidencias en Cercanías, pese a la reprobación de la consejera del ramo, Silvia Paneque; o el escándalo de la DGAIA–, pero ahora corre el riesgo de quedar embarrado por el episodio madrileño del caso Cerdán, pese a que no hay ninguna evidencia de que le vincule a la presunta trama. En la sesión de control de este miércoles, el PP ha dejado claro que eso le da igual y que Alejandro Fernández está dispuesto a importar el caso de presunta corrupción que salpica al PSOE en la cámara catalana para desgastar a Isla.
Así, el asunto Cerdán pone sobre la mesa que una de las fortalezas de Salvador Illa esta legislatura puede convertirse ahora en su debilidad en función de cómo avancen los acontecimientos. El presidente tiene una relación privilegiada con Pedro Sánchez, lo que permite exhibir que a través del diálogo puede conseguir más de Madrid que a través del conflicto, que ha predominado desde hace más de dos décadas. Una relación privilegiada que aún puede apretarse más si en el comité federal del PSOE de este fin de semana el PSC –a través de Montse Mínguez– toma un rol aún más relevante en el partido de ámbito estatal.
Ahora bien, si Sánchez cae, como el mandato en Catalunya está extremadamente ligado a la viabilidad del gobierno español –sobre todo en lo que respecta al nuevo sistema de financiación singular–, el mandato de Illa puede quedar vacío de contenido. Sin mencionar la pérdida que supondría para el PSC quedarse sin la interlocución con el Estado, también por las relaciones que ha logrado tejer en Catalunya gracias a tener un pie en Madrid. Si llegara ese escenario, bajo un mandato de Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, Isla se vería abocado a transformarse de arriba abajo; de presidente del diálogo al de la confrontación, de nuevo, con el Estado. Un papel para el que no parece estar programado.