Ciudadanos se hunde y pierde 30 diputados en una derrota histórica

Carrizosa admite la derrota pero de momento no anuncia dimisiones

CESC MAIDEU
y CESC MAIDEU

BarcelonaDerrota histórica. A la altura del hundimiento en las elecciones generales de finales del 2019. Ciudadano ha pasado de desafiar los pronósticos de las encuestas e imponerse en Catalunya en 2017 a escribir la crónica de un derrumbe sin precedentes en el Parlament. La de ayer es la caída de escaños más grande de la historia y, acompañada de una abstención sin precedentes, también la pérdida de votos más elevada desde la restauración de la democracia en Catalunya. De los 36 diputados que los convirtieron en la primera fuerza en 2017 a los 6 que los condenan al séptimo lugar del hemiciclo. En una sola legislatura, han perdido 30 escaños y más de 900.000 votos. Todo lo que tuvo de fulgurante el ascenso del año 2017 ha vuelto en forma de bumerán con una caída libre que no encuentra tierra firme.

En Catalunya y contra el independentismo empezó el ciclo ascendente que los dejó a un paso de superar al PP en el Estado. La repetición electoral del 2019 acabó con su líder absoluto hasta entonces, Albert Rivera, dejándose por el camino el 60% de los votos. Ayer Carlos Carrizosa perdió el 86%.

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Sin dimisiones

La mascarilla no dejaba ver las caras largas de Carlos Carrizosa e Inés Arrimadas, pero los hombros estaban bajados y la voz, a veces, sonaba rota. El cabeza de lista aceptó que “no han sabido movilizar al voto unionista”, escudándose en una baja participación que definió como “la clave” de la derrota. Arrimadas, después de afirmar que los resultados “no representan” al conjunto de la población, sentenció que “vienen tiempos difíciles”. De momento, no ha habido dimisiones. Hoy se reúne el comité ejecutivo para hablar.

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Estaban preparados para encajar una dura derrota y, de hecho, habían cedido al PSC la batuta del constitucionalismo. Pero no imaginaban que sería tan dura. Con una una campaña a la defensiva, Cs ha intentado recuperar el terreno que ya hacía tiempo que había empezado a perder. Las acciones iban dirigidas a intentar mantener a al menos una parte de los suyos, y no a intentar persuadir a nuevos electores. Ya era bastante complicado frenar la fuga de votos que empezó pocos meses después de ganar esas catalanas del 155. El discurso que los había llevado a los 36 diputados volvía a aparecer en primer plano: confrontación con el soberanismo. Una retórica que caló justo después del 1-O, cuando la independencia era una amenaza. Ahora, sin embargo, ha menguado la intensidad del dilema nacional y la pandemia ha hecho aflorar la necesidad de nuevas soluciones. Finalmente, su discurso clásico les ha fallado y, ante las nuevas prioridades, el electorado ha dejado huérfano un espacio que lo jugaba todo a la crispación.

Muchos de los votantes de Cs han visto en el PSC el voto útil unionista y en Vox la apuesta anti-Procés. Los que querían rebajar el tono han encontrado a un Salvador Illa que promete distensión y los que querían aumentarlo a un Ignacio Garriga todavía más beligerante que Carrizosa. Los sondeos ya apuntaban, de hecho, que el votante de Cs era el menos fiel, como si los últimos años hubiera cogido prestado los apoyos de otros partidos. Sumado a esto, la derrota llega en el peor momento, justo cuando Arrimadas estaba a punto de cumplir un año al frente del partido e intentaba consolidar su liderazgo. Los malos resultados en Galicia y el País Vasco no fueron suficientes para cuestionarla, pero hundirse en su feudo, donde hace cuatro años triunfó, abre un nuevo escenario impredecible. Arrimadas llegó para reconducir el rumbo de un partido en horas bajas con una brújula acostumbrada a señalar el norte en tiempos más intensos. El objetivo será aprovechar el tiempo que se abre sin elecciones para repararla antes de que sea demasiado tarde.

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