¿Quién es Plinia Azzena, la jueza sarda que decide sobre la extradición de Puigdemont?

SORAYA MELGUIZO
y SORAYA MELGUIZO

MilàDespués de cuatro décadas dictando sentencia contra toda clase de asesinos y delincuentes, la jueza italiana Plinia Azzena se enfrenta ahora a uno de los casos más delicados de su larga carrera. La magistrada, al frente del Tribunal de Apelación de Sassari, tomará declaración el próximo 4 de octubre a Carles Puigdemont, detenido por la policía italiana la semana pasada en Cerdeña, y puesto en libertad sin medidas cautelares un día más tarde. El futuro del expresident de la Generalitat está en manos de esta mujer menuda y con rictus severo, que deberá decidir si cursar o no la Orden Europea de Detención y Entrega (OEDE), emitida por su colega español, el juez del Tribunal Supremo, Pablo Llarena. De momento, ya ha decidido que no moverá ficha hasta saber que dice el Tribunal de Luxemburgo.

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 Plinia Azzena (Tempio Pausania, 1952) no es ninguna novata. Desde que accediera a la carrera judicial en 1978, la magistrada ha desempeñado toda su carrera en el tribunal de Sassari. Primero, al frente de la sección penal, a la que accedió en 1996 y de la que diez años más tarde fue nombrada presidenta por el pleno del Consejo Superior de la Judicatura, convirtiéndose en la primera mujer en Italia en ocupar ese cargo. Y desde 2012 en la Corte de Apelación, que también preside.  

En su larga carrera, la jueza italiana se ha enfrentado sobre todo a delitos que han protagonizado las páginas de sucesos, como el secuestro durante ocho meses del empresario agrícola Titti Pinna, que marcó el final de la Anonima Sarda, una violenta banda criminal que aterrorizó Cerdeña durante medio siglo, especializada en robos a mano armada y secuestros. Algunos muy crueles, como el del niño Farouk Kassam, a quien los secuestradores cortaron un trozo de su lóbulo izquierdo como prueba de vida.  

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Hija, sobrina y hermana de abogados, su padre, Elio Azzena, fallecido en 1967, además de letrado fue concejal regional durante más de una década en las filas de la Democracia Cristiana, el partido que gobernó Italia durante buena parte del siglo XX.

En una de las escasas entrevistas concedidas a la prensa local, Plinia Azzena lamentaba la falta de medios del sistema judicial italiano. “No existe una casta de jueces. Durante años hemos estado expuestos a la burla pública como artífices del colapso, pero lo cierto es que trabajamos en un continuo estado de malestar”, confesó al diario La Nuova Sardegna. “Somos muy pocos para la cantidad de procesos que hay, pero tenemos una de las mayores productividades de Europa”, defendió.