Radiografía del votante de Vox en Catalunya
La extrema derecha penetra en los barrios más pobres y no conecta con la gente mayor
BarcelonaEl mitin más icónico de la campaña electoral de Vox fue el de Vic y no por lo que se dijo, sino por los insultos, el lanzamiento de objetos y los enfrentamientos con la policía de los grupos de antifascistas que protestaban por la presencia de la ultraderecha. En Vic, Vox no iba a buscar votos. Para ser más precisos, no pretendía convencer a los vigatans (obtuvo un 3,7% de los sufragios) y sí sacar rédito de imágenes que le sirvieran para convencer catalanes en otros lugares. No es el único partido que apela eminentemente a los sentimientos, pero es uno de los que más dominan esta forma de hacer política, en su caso básicamente en la contra: antiindependentismo, antiinmigración irregular, antiimmersión lingüística...
Osona es uno de los territorios con más porcentaje de votos del independentismo y donde la extrema derecha tiene poco a decir. En el mapa de distribución de los votos que Vox consiguió el 14-F se observa como básicamente hace agujero en las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona, y en la Vall d'Aran. También en el Alt Empordà, donde hay una de las dos únicas localidades donde la ultraderecha salió vencedora: Vilamalla. En un reportaje reciente del ARA, algunos de sus 1.200 vecinos argumentaban que el sentimiento “españolista” de buena parte de la población era el factor que había hecho ganar al partido de Santiago Abascal.
Combatir el Procés es, pues, una de las características de la formación, que reivindica haber contribuido a la condena de los presos políticos –actuó de acusación popular en el juicio– y reclama la ilegalización de los partidos independentistas. De los 10 puntos de su folleto electoral –no se puede definir como programa–, la mitad hacían referencia a la amenaza del “separatismo” y tres más a los efectos de la “inmigración ilegal”.
La criminalización de los jóvenes migrantes ha sido una constante en campaña. El partido les atribuye una supuesta sensación de inseguridad en el país. A pesar de que es cierto que hay una cierta relación entre el voto a Vox y la presencia de población extranjera, la relación no es tan causal como se podía esperar. En Vilamalla, por ejemplo, la extrema derecha consiguió el 22,5% de los votos a pesar de haber solo un 8,4% de población sin nacionalidad española. En Guissona, un municipio en que el 47% de la población es extranjera, a Vox solo le votaron un 1,6% de los electores. En cambio, en Salou (38% de extranjeros), la ultraderecha se llevó un buen resultado con el 18% de los votos, mucho por encima del 9% que obtuvo en l'Hospitalet de Llobregat, que tiene un 30% de inmigración.
El independentismo en el caso de Guissona y el socialismo en el caso del Hospitalet actuaron de freno a la extrema derecha. Ahora bien, hay ejemplos de todo tipos y estas dos variables (Vox e inmigración) no casan tan significativamente como las dos que trataremos a continuación.
Los extremos que se tocan
Algunos de los patrones de voto ya se intuían en las encuestas. Por ejemplo el de la edad. Es cierto que a menudo los postulados de Vox recuerdan a los otros épocas, pero aún así (o precisamente por eso) su mensaje no acaba de cuajar entre la gente mayor. Al menos en Catalunya. En el gráfico se puede observar como a medida que se incrementa el porcentaje de gente de más de 65 años, va disminuyendo el apoyo a Vox. Es decir, el partido sufre más en los municipios más envejecidos.
Y todavía una última característica del votante que ha conseguido seducir la extrema derecha en estas elecciones catalanas. El discurso penetra de manera más nítida en los barrios más pobres. Dividiendo Catalunya en secciones censales y agrupándolas en función de su renta, la conclusión es clara: los más pobres son los que más apoyo dan a la ultraderecha, que se lleva un 11,5% de los votos en los barrios con una renta personal media máxima de 9.369 euros netos anuales. La línea es claramente descendente a medida que se incrementa la renta y solo varía cuando llegamos a los barrios más ricos, donde la renta personal media puede llegar a triplicarse o a cuadruplicarse. En las 30 secciones censales más ricas de Barcelona, la media de voto a la extrema derecha se acerca al 16%, y dobla la que Vox consigue en el conjunto de Catalunya.
Por lo tanto, la mayoría de los votos los consigue en los barrios de clase obrera y también tiene un nicho de mercado entre las élites. De momento no es mayoritario, pero el agujero que ha hecho el 14-F lo ha situado como cuarta fuerza en el Parlament y como primera opción de la derecha españolista. Y esto en Catalunya era impensable hace dos años. Las elecciones generales de abril de 2019 le abrieron la puerta del Congreso de Diputados, cuando obtuvo un escaño por Barcelona con más de 150.000 votos. En noviembre, en la repetición electoral, ya había doblado la representación y ganado casi 100.000 votos más. Y ahora, en un contexto de retroceso de la participación, ha consolidado casi 220.000 votos.
El reto para el resto de fuerzas políticas no será solo aplicar el cordón sanitario a la extrema derecha, sino generar confianza en todos aquellos que creen ver en Vox la solución a sus problemas.