Investidura

Terminator Sánchez, el político que siempre renace

Como el personaje de James Cameron, el presidente español es invulnerable (a los ataques de la derecha)

MadridLa ovación que se ha oído este jueves en el hemiciclo del Congreso, casi como el rugido de un león, cuando Francina Armengol ha confirmado que Pedro Sánchez tenía los votos necesarios, ha salido de muy adentro de las bocas de los diputados y diputadas socialistas. Fue como marcar un gol en el último minuto en una final de la Champions, y a continuación, las emociones se desbordaron y Pedro Sánchez, a pie de la escalera, se dedicó a abrazar uno por uno a todos sus diputados, que lo han aclamado como lo que es, su gran salvador. Por otro lado, los diputados del PP miraban la escena con un punto de incredulidad. Como si miraran a alguien que no es real, como si nuestro señor les hubiera enviado un castigo divino, una penitencia por sus pecados, las siete plagas de Egipto personificadas en una sola persona.

El articulista de El Mundo Jorge Bustos, uno de los que tampoco acaba de creerse lo que ocurre, recoge una frase de un dirigente popular que expresa a la perfección cómo se sienten. Comentando que Alberto Núñez Feijóo había estado muy bien en su intervención, y que había atacado a Sánchez por todos los ángulos posibles, concluía, apenado: "Es difícil hacer daño a alguien al que no le duele nada". Y es ahí donde funciona la analogía con el personaje de James Cameron interpretado por Arnold Schwarzenegger. Pedro Sánchez es para la derecha un Terminator al que no paran de tirarle bombas, granadas y todo tipo de proyectiles sin hacerle ni un pequeño rasguño. Es invulnerable, todo le rebota, ya sea los pactos con los independentistas, la pandemia, los indultos, la derogación de la sedición, la subida de la inflación o ahora la amnistía. Cada vez que el PP ha pensado que ya había encontrado el arma definitiva y ya se veían ganadores, Sánchez ha salido vivo. Y encima se ríe de ellos en la cara, como el miércoles.

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El error de Feijóo

Otra característica de Terminator que Sánchez comparte es su determinación casi inhumana, una frialdad analítica y un instinto ganador fuera de lo común. Es muy posible que en la noche del 28-M solo él en todo el PSOE creyera, de verdad, que no todo estaba perdido y que todavía había partido. Visto con perspectiva, la jugada de adelantar las elecciones le salió redonda. En su cabeza tenía claro que el PP acabaría pactando con Vox en ayuntamientos y comunidades y que Feijóo no lo evitaría. Pero, ¿por qué? ¿Por qué Feijóo no forzó una dilación de los pactos? La intuición de Sánchez resultó ser buena: Feijóo no tenía suficiente autoridad interna ni el carácter suficiente para enfrentarse a sus barones, que actuaron pensando en ellos y no en su líder.

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Su intuición con Junts también fue buena, aunque ya sabía con antelación que había agua en la piscina. Como la dependencia de la formación de Carles Puigdemont era una hipótesis plausible, su infatigable escudero Santos Cerdán ya se reunió con ellos en marzo, dos meses antes de las municipales y cuatro antes de las españolas. De alguna manera, la noche del 23-J, en medio de las especulaciones, Sánchez ya sabía que iba a ser presidente porque tenía un as en la mano: la amnistía, y unos posibles socios dispuestos a jugar la partida. Y cuando puso en marcha la operación investidura, fue dando pasos adelante y siguiendo su plan sin vacilación alguna, como Terminator. De hecho, el mes que Feijóo tuvo para preparar su investidura le fue de perlas para ir preparando el terreno y convenciendo a su electorado del paso que había que dar. Y es que, de algún modo, y sin saberlo, sus adversarios siempre acaban trabajando a su favor o cometiendo los errores que él ya ha previsto.

Lo único que diferencia a Terminator de Pedro Sánchez es que él siempre acaba saliéndose con la suya, no como el robot asesino que lucha contra la especie humana. Pero por lo demás, y visto con ojos de un diputado del PP de la provincia de Toledo, Sánchez no puede ser humano. A la fuerza tiene que ser una creación del diablo, o una pesadilla de la que algún día este pobre diputado espera despertar.