Turull gana la batalla en Borràs
BarcelonaEn el congreso de Argelès del año 2022, cuando Carles Puigdemont dejó la presidencia de Junts, Laura Borràs y Jordi Turull se repartieron la ejecutiva del partido al 50%. Decidieron firmar una pipa de la paz (que pronto se evidenció ficticia) en lugar de enfrentarse abiertamente y medir las fuerzas reales que cada uno tenía entre la militancia de Junts. El resultado han sido dos años en los que lejos de tejer complicidades, se ha agravado aún más la grieta entre ellos –la comunicación no es ni mucho menos fluida–, protagonizando varios episodios de pugna por el poder en el que el ganador siempre ha sido Jordi Turull. No porque se haya enfrentado a cara descubierta –los mismos turullistas le han reprochado en ocasiones no haberlo hecho–, sino porque ha optado por una estrategia de progresivo desplazamiento que ha dejado a Borràs aislada.
Poco a poco, Borràs se ha ido quedando fuera de los núcleos de decisión, aunque mantuviera el título de presidenta del partido. Y Turull ha tomado el control de la formación, aunque el secretario de organización, David Torrents, era afín a la expresidenta del Parlament. Estar en política desde los años noventa con JNC y CDC es un plus en este sentido.
El paso de Borràs a presidir la fundación de Junts y el anuncio de Carles Puigdemont de presidir el partido no es más que la constatación de lo que ya ocurría, que la presidenta juntera hace tiempo que había perdido el poder.
Pero no por sabido, el anuncio deja de ser importante: ese es el fin de la batalla de turullistas y borrasistas, porque el borrasismo ya ha perdido todo el peso que tenía dentro del partido. Y porque la correlación de fuerzas dentro de Junts ya no se leerá en esta clave. El regreso de Puigdemont al frente de la formación, de forma oficial, y la emergencia de nuevos nombres en la galaxia de Junts como el de Toni Castellà, con la fusión de Demócratas, el de Agustí Colomines, o la llegada de nuevos liderazgos al Parlament –Mònica Sales y Salvador Vergés– difuminará la dicotomía que existía hasta ahora. Es decir, el turullismo no se queda solo, sino que a partir de ahora surgen nuevos poderes con los que tendrá que convivir.
La nueva etapa en la fundación
El declive de liderazgo de Laura Borràs se ha evidenciado en los últimos dos años después de un ascenso meteórico durante la presidencia de Quim Torra. Aquella es su etapa dorada como flamante consejera de Cultura; después como líder de Junts en Madrid –donde mejoró resultados con la repetición electoral del 2019–; o como candidata de Junts más votada dentro de la militancia. Su historia habría sido distinta si en las elecciones del 14 de febrero del 2021, haciendo tándem con Puigdemont, no hubiera quedado por detrás de Salvador Illa y Pere Aragonès.
Pero Borràs quedó tercera, no consolidó su poder dentro de Junts –tampoco amplió su círculo de confianza más allá de Francisco de Dalmases, Jaime Alonso Cuevillas, Cristina Casol o Aurora Madaula– y la sombra del caso de la Institución de las Letras Catalanas se la fue comiendo como figura política hasta su suspensión como presidenta del Parlament a raíz de la condena por prevaricación y falsedad documental. Esto no le impidió seguir al frente de Junts, pero con un poder menguante que se escenificó de forma clara cuando renunció a hacer batalla para que los junteros mantuvieran la silla vacía de la presidencia del Parlamento durante su suspensión y Turull situó hi Anna Erra como persona de confianza.
Con la convocatoria del congreso en el mes de agosto, Laura Borràs decide cuál es su destino. Tiene claro que no va a plantar batalla contra Puigdemont y, según su entorno, ya entonces tenía claro que quería presidir la nueva fundación. Un sitio que cree que se podrá hacer a medida, con su gente de confianza y, quién sabe, si un espacio donde reconstruir su liderazgo. Ahora bien, lo que no sabía en ese momento –porque esto se ha concretado más adelante– es que la fundación sería la de Demócratas y que allí ya hay unas dinámicas de poder y funcionamiento con las que tendrá que encajar. Borràs tiene el aval de Puigdemont para presidir la fundación y también el de Toni Castellà, pero para que la nombren presidenta debe convencer a los patronos. Y más de uno ya frunce la nariz.