Las urnas ratifican la apuesta de Sánchez en Catalunya

La Moncloa respira aliviada por el hecho de que ERC supere a JxCat y confía en que se mantenga la vía pactista

MARIONA FERRER I FORNELLS
y MARIONA FERRER I FORNELLS

MadridLas de ayer no fueron unas elecciones más para Pedro Sánchez. Con la decisión de prescindir de su ministro de Sanidad, el presidente español puso toda la carne en el asador para impulsar el llamado efecto Illa. Llegando hasta el punto de enviar a Barcelona en la recta final de la campaña a su jefe de gabinete y principal estratega, Iván Redondo, que ayer celebró con el puño levantado los resultados de Salvador Illa. Después de haberse volcado en campaña hasta seis veces, Sánchez no puede decir que el esfuerzo ha sido en vano. Ayer felicitaba por Twitter al candidato del PSC “por hacer posible el cambio y el reencuentro” y “devolvernos la ilusión”. Se lleva unos resultados impensables hace solo un mes y medio, y puede mostrar a nivel internacional que su partido ha quedado por encima de las fuerzas independentistas al menos en votos -la ministra de Exteriores esta mañana ya tiene una entrevista con la BBC Radio-, pero del mismo modo que Ciudadanos en 2017, la victoria es en parte agridulce porque queda muy lejos la opción de gobernar.

En términos globales, el gobierno español sale reforzado, mientras que el PP sigue en su trayectoria descendente -un nuevo quebradero de cabeza para Pablo Casado, que ve cómo Santiago Abascal lo avanza por la extrema derecha a pesar de la estrategia de choque contra el gobierno de coalición-. Illa no vence a la suma independentista, pero Sánchez sí recibe un revulsivo a la vez que no quita votos a sus socios, Unidas Podemos, después de dos semanas en las que se han multiplicado los choques en el seno de la coalición. Además, no se cumplen los peores temores de la Moncloa en la última semana: que Junts per Catalunya superara a ERC y llevara a los republicanos a cambiar su estrategia pactista en Madrid.

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El mejor escenario fuera del Govern

A medida que avanzaba el escrutinio, la tensión en Ferraz se iba aligerando. Por un día, era momento de celebrar. La victoria en votos era incontestable, y desde el principio en la Moncloa se daba por hecho que el efecto Illa solo les serviría para ser líderes de la oposición, aunque ayer el candidato del PSC anunciara que se presentaría a la investidura. De hecho, desde que el independentismo anunció el cordón sanitario al PSC, Sánchez tenía cada vez más asumido que la opción anhelada de un Govern encabezado por Pere Aragonès y con los comunes de socios y los socialistas apoyando desde fuera quedaba cada vez más en papel mojado. Ahora se abre un escenario endemoniado y un contador que podría llevar a segundas elecciones. El anuncio de Illa de presentarse a la investidura no sorprende: Sánchez -siempre bajo la tutela del estratega Redondo- se ha presentado ya a dos investiduras fallidas, ha asumido el desgaste y ha visto cómo al final siempre ha sacado réditos. Si al final Illa no tiene los apoyos para ser president, siempre podrá alegar que lo ha intentado.

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Pero durante este tiempo de descuento, la Moncloa se ha reservado algunos ases en la manga. La Abogacía del Estado -a las órdenes del gobierno español- tiene pendiente presentar ante el Supremo el informe sobre el indulto a los presos, y después solo faltará que el alto tribunal se moje antes de que el consejo de ministros tenga la última palabra. También está pendiente la presentación de la reforma del delito de sedición del Código Penal. Y, finalmente, la promesa de volver a reunir la mesa de diálogo con el nuevo Govern que salga del Parlament. Aunque sea con un escaño más que Junts per Catalunya, Aragonès tiene la posibilidad de ser el próximo presidente de la Generalitat, y Sánchez cuenta poder sacar adelante la herramienta de negociación para intentar devolver a solo el plan político la relación con el independentismo.

Mientras tanto, hasta que no haya un gobierno en la Generalitat, Sánchez sí puede sufrir para tener mayorías en el Congreso. Ya se pudo comprobar a las puertas de la campaña electoral, cuando tuvo que aferrarse a Vox para salvar el decreto sobre los fondos europeos. Ahora, de momento, ha congelado la presentación de iniciativas clave para la legislatura. Habrá que ver también si, después de que En Comú Podem haya conseguido salvar los muebles, llega a una nueva tregua con su socio de coalición, Pablo Iglesias, en plena competición en los últimos días con el PSOE. El líder de Podem subrayó ayer que muchos auguraban su debacle pero que consiguen “consolidarse”, y defendió que son una “fuerza modesta” en Catalunya pero “ineludible para un gobierno de izquierdas”.

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El desgaste del PP y Cs

Pero la cuestión en la que ayer Sánchez pudo respirar tranquilo fue el desgaste del PP y Ciudadanos, aunque sea a expensas de Vox. Cuando se plante el miércoles a la sesión de control en el Congreso tendrá delante un líder de la oposición que habrá perdido todavía más votos que en las elecciones convocadas por su predecesor, Mariano Rajoy, bajo el artículo 155, hace tres años. En la sede de los populares en la calle Génova se siguieron ayer las elecciones con mucho silencio. Ni la estrategia de quitar a la portavoz de los naranjas en el Parlament, Lorena Roldán, les ha servido para mejorar resultados, y seguirán sin grupo parlamentario. El número dos de Pablo Casado, Teodoro García Egea, argumentó que “los resultados no son extrapolables” a nivel español, y acusó a Sánchez de fortalecer al bloque independentista.

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El único consuelo es que la derrota no es del calibre de la de Ciudadanos. Inés Arrimadas ya cuenta con una derrota como la de Albert Rivera en la repetición electoral del 2019, que entonces supuso su renuncia. Para esta tarde ha convocado un comité general para evaluar los resultados. Algunos diputados socialistas en el Congreso ya dejaban caer ayer por Twitter que sería el momento de desmarcarse definitivamente de la triple derecha y creerse del todo la posibilidad de ayudar a remar a Sánchez. “Sería un buen momento para que Ciudadanos volviera a la centralidad y dejara caer algún gobierno trifachito. ¿Verdad que sí?”, se preguntaba con ironía la socialista gallega Pilar Cancela, que a la vez aplaudía el CIS preelectoral de José Félix Tezanos, que se acercó a los resultados.

Finalmente, el 14-F deja un Vox todavía más envalentonado en el Congreso. Santiago Abascal podrá presumir en Madrid de que es líder de la triple derecha en Catalunya. La sesión de control del miércoles en el Congreso, que retoma la actividad parlamentaria, servirá para evidenciar los nuevos equilibrios en Madrid. El efecto Illa deja un escenario endemoniado en Catalunya, pero si una cosa está clara es que la estrategia de Sánchez y Redondo, una vez más, ha triunfado.