"Vinimos a La Victoria porque en Cornellà vivíamos con demasiado estrés"
La Victoria"Yo siempre le digo a Antonio Balmón que él gobierna sobre más victoreños que yo", afirma el alcalde de La Victoria, Pepe Abad, una población situada a unos 30 km de Córdoba que en los 60 y 70 sufrió un éxodo masivo de sus habitantes hacia Cornellà, en el Baix Llobregat. De los más de 3.000 habitantes que tenía se quedó con 1.200. "Tenemos que pensar que aquí solo había una agricultura muy estacional, de secano, y de hecho todavía estamos luchando para entrar en una zona de regadío", explica el alcalde.
Allí nadie sabe del todo quién fue el primero que se instaló, pero el hecho es que llegaron muchos más y se concentraron en el barrio del Padrón. Algunos de ellos entraron a trabajar en fábricas como la famosa ELSA, donde se producían vajillas de vidrio. "Aquí todos tenemos juegos de vasos de la marca ELSA, era un regalo muy tradicional y algunos tienen más de 50 años", comenta divertido el alcalde, que recuerda como de pequeño le impresionaron las huelgas de los trabajadores cuando visitaba Cornellà. Otros trabajaban en la Pirelli. "Un tío nuestro nos traía trabajo de la fábrica y lo hacíamos nosotros aquí", recuerda. Abad apunta que los vecinos de un pueblo próximo, San Sebastián de los Ballesteros, también emigraron, pero ellos se instalaron en Sabadell.
Pepe Abad no emigró a Cornellà, pero sí que lo hicieron sus hermanos mayor y pequeño. Este último, Pedro, estuvo solo durante 10 años, entre 1991 y 2001. Le bastó para conocer a su mujer, Sole, que había nacido en Catalunya, pero era de familia victoreña e iba a pasar todos los veranos al pueblo. Los dos, después de casarse y tener un hijo, decidieron volver a vivir a La Victoria. ¿El motivo? La calidad de vida. "Allí vivíamos con mucho de estrés, trabajábamos los dos porque los precios eran altos y a nuestro hijo lo tenía que cuidar la abuela. Nos liamos la manta a la cabeza y decidimos volver hacia aquí", explica Pedro. El hermano mayor de los dos también ha vuelto.
La Victoria es el típico pueblo cordobés de casas de dos alturas pintadas de blanco y con las calles desiertas, sobre todo al mediodía, cuando el sol cae a plomo. Nada que ver con la actividad frenética de la ciudad. El municipio, que ahora tiene 2.300 habitantes, se anima hacia el atardecer, cuando vuelven los que trabajan en Córdoba. Y en verano vuelvenlos catalanes. "Ahora vuelven más, hubo un tiempo que se perdió", dice el alcalde. Los alrededores son idílicos, con campos de trigo, olivos y girasoles. "Las condiciones tampoco es que hayan mejorado mucho. Todos mis primos trabajan en la empresa privada, mientras aquí mi hermano y yo somos funcionarios de la diputación. Aquí la gente aspira a hacer oposiciones", explica el alcalde. Ahora bien, se puede vivir con menos dinero. Pedro relata que tenían el proyecto de vivir en Torrelles de Llobregat y compraron un terreno para hacer una casa que tenía que costar 25 millones de pesetas. Este terreno lo vendieron por 12 millones y en La Victoria se pudieron comprar una casa por 10. De tener que pagar una hipoteca pasaron a ser propietarios y todavía les sobró dinero.
Sole recuerda que al principio le sorprendían algunas costumbres locales, como la de parar el coche en medio de la calle para ponerse a hablar. "Ahora también lo hago yo", confiesa. Pedro estudió oposiciones y ahora es funcionario de la diputación. Los precios hacen que con un sueldo pueda vivir toda la familia, lo que en Catalunya es mucho más difícil. Sole afirma que La Victoria es ideal para criar a sus hijos, pero reconoce que en Catalunya tendrían muchas más posibilidades laborales. En esto las cosas no han cambiado tanto. "Mis amigos en Cornellà me dicen que sus hijos, si están haciendo una carrera, aprovechan los veranos para trabajar y ganarse un dinerillo. Aquí esto no lo tenemos y se echa de menos", comenta el alcalde.
Actualmente, La Victoria explota su proximidad con Córdoba y los precios bajos de la vivienda para atraer población, pero sigue siendo difícil ganarse la vida. En la zona, sin embargo, la mayoría de las poblaciones pierden habitantes, así que Pepe Abad no quiere quejarse más de la cuenta. También hay gente que cuando se jubila vuelve de Cornellà y aprovecha que con su pensión puede vivir mucho mejor que en Catalunya, sobre todo los que ya tienen casa. "¿Los jóvenes siguen emigrando?", pregunto. "Algunos, sobre todo los que han estudiado y aquí no pueden desarrollar su carrera", responde el alcalde. En esto La Victoria es la viva estampa de los problemas de la España vaciada.
En el año 2005 se organizaron cuatro autobuses para los habitantes de La Victoria que quisieron ir a Barcelona. Y después se hizo el viaje al revés. "Fue muy bonito", recuerda Pepe Abad, que desde hace décadas ha luchado por tener una relación estrecha con el Ayuntamiento de Cornellà. Los vínculos son tan fuertes que en todos los grupos familiares de victoreños hay catalanes. "Nosotros somos casi una cincuentena, entre primos y todo. Pero el tema de la independencia no se toca", dice el alcalde riendo. "Bueno, tampoco se habla de derecha e izquierda", contesta Sole con una media sonrisa pícara.