Cuarenta y cinco años huyendo de la cámara del agresor
Anna Maria denunció al fotógrafo que la atacó de pequeña ya la que se encontraba cada dos por tres por Valls
BarcelonaViven a 50 metros de distancia. Se le encuentra cada dos por tres por la calle. Ella porque participa activamente en los eventos culturales del municipio, él porque iba con la cámara. Anna Maria no podía más. Llevaba más de 45 años con el dolor dentro. Cuando tenía 12 años, mientras iba a casa de los tíos para jugar con sus primos, él la detuvo y la agredió sexualmente en un portal de una casa de Valls. Al terminar, él, que entonces superaba la veintena, le dijo que no se lo contara a nadie. Y el silencio duró más de cuatro décadas, un tiempo durante el cual el agresor ha fotografiado decenas de golpes a Anna Maria en fiestas y actos culturales.
"Sentía impotencia. Cuando le veía sentía rabia", verbaliza ella. Si podía evitar la fotografía, escabullirse, lo hacía. Pero no siempre era posible. "Cuando le veía lo revivía, como si me lo volviera a hacer. La herida no desaparece, la cicatriz está ahí", explica Anna Maria, que notaba cómo él agachaba la cabeza cuando coincidían. Cada vez que había un acto y ella participaba en él, aparecía él para inmortalizarlo. Durante muchos años hacía el corazón fuerte, pero durante los últimos meses intentaba evitar la instantánea, dejando patente su incomodidad, sorprendiendo a las personas de su entorno por su actitud esquiva.
Algo había cambiado desde que empezó a contar su historia al ARA en mayo del 2022. A raíz de otro caso de agresiones sexuales en el municipio empezó a tener la necesidad de hablar de lo que le había pasado. Poco a poco, durante meses, fue ordenando los sentimientos, sincerándose sobre lo sufrido cuando era una niña. Hasta el punto de verse con fuerza de confesarlo a su familia. Sumergirse en la instalación Macho man, de Àlex Rigola, en el Centro de Artes Santa Mònica, la removió muchísimo. Fue el empuje definitivo. Ya no podía echar atrás. Dos semanas después decidió denunciar los hechos en la oficina de los Mossos d'Esquadra de la misma localidad del Alt Camp. Pese a saber que había prescrito y que la vía judicial no prosperaría, necesitaba que el foco se pusiera en él. Así pues, en marzo de este año presentó la denuncia contra el hombre que la hirió de pequeña. Unas semanas más tarde el caso se archivó.
A medida que perdía el miedo, fue explicando a los conocidos lo ocurrido. También a gente de las instituciones culturales que frecuentaba ya diferentes cargos del consistorio vallense, todavía sacudido por la denuncia contra el concejal de Cultura, Marco Ayala. Anna Maria ya no podía callar. El silencio que le había exigido él cuando tenía 12 años no podía durar más. A veces lo contaba sin subterfugios, con claridad; otras insinuando cosas, dejando caer que había tenido una mala experiencia con ese fotógrafo que contrataba a menudo al Ayuntamiento, pero sin especificar el motivo. Pero nadie hacía nada. "Con temas personales no podemos hacer nada", le dijo un alto cargo del Ayuntamiento. La frustración era enorme. Él continuaba con la cámara fotografiando las fiestas y encuentros culturales del municipio, mientras ella debía girarse, escondiendo el rostro, huyendo del objetivo intimidador de aquel hombre.
Durante el último mes los eventos se han precipitado. Anna Maria acudió al Servicio de Información y Atención a las Mujeres (SIAD), desde donde se le ha acompañado, de la mano también de la Fundación Vicki Bernadet, con apoyo psicológico. Además, finalmente, el caso llegó al Ayuntamiento de Valls de forma oficial. Sin embargo, desde el consistorio evitan hablar de ello. "No comentamos casos particulares", remarcan fuentes oficiales. En cualquier caso, el fotógrafo ha dejado de estar vinculado a la administración. Está en edad de jubilación y la tramitación de la denuncia ha coincidido en el tiempo, aseguran fuentes conocedoras del caso, con la voluntad de él de apartarse.