El infierno de vivir en Sagrada Família: "Han convertido el barrio en una atracción"
Cada día 55.000 personas visitan el barrio barcelonés y muchos vecinos denuncian que su día a día ha quedado desbordado por el turismo
BarcelonaTiendas de souvenirs donde conviven en perfecta armonía camisetas de Messi, Lamine Yamal y Pablo Escobar junto a trajes de flamenca, calzoncillos con el toro de Osborne y estrelladas mezcladas con banderas españolas. Pequeños comercios que prometen abrir las 24 horas, y restaurantes que tienen paella y sangría como sus platos estrella han ido desplazando las carnicerías, fruterías y marroquinerías. De las tiendas de barrio de siempre sólo quedan los rótulos que ahora son testigos de un kilómetro cuadrado desbordado por el turismo: el barrio de Sagrada Família.
Las calles que vieron nacer la obra faraónica de Gaudí reciben hoy a más de 55.000 turistas diarios, o lo que es lo mismo, la mitad de los visitantes que recibe cada año la basílica de San Pedro del Vaticano, pero concentradas en una tercera parte de su espacio. Año tras año, las cifras baten récords y, según Ana, dependienta de una tienda de telas, "esto está acabando con el barrio". "Cada vez hay menos vecinos y ya no hay niños. Es triste", lamenta. También se queja Andreu, vecino de toda la vida que asegura que hoy "el 90% de las tiendas de la calle Marina entre Aragó y Mallorca venden souvenirs, son súper 24 horas o restaurantes para turistas".
La Fundación Sagrada Família, responsable del monumento, recaudó el año pasado 134 millones de euros gracias a los más de 4,8 millones de visitantes que atravesaron las puertas de la monumental iglesia. denuncian que ese acuerdo no se está traduciendo en mejoras perceptibles para la vida cotidiana del barrio.
"Aparcan donde quieren"
Andreu compara la afluencia turística de su casa con la del "estadio olímpico de Montjuïc repartido en sólo cuatro islas". Denuncia, sin embargo, que el barrio no ha recibido mejoras proporcionales a este éxito desbordante y al incremento de visitantes, con infraestructuras que "llevan medio siglo sin actualizarse", como los accesos y andenes de la estación de metro de la línea 5. "Han convertido a Sagrada Família en una atracción turística, pero no ha habido una". Los efectos del turismo se notan desde primera hora de la mañana a última hora del día. "Salen del metro por la mañana y es un caos", explica Ana.
Los vecinos señalan que el problema no está solo en la alta densidad de peatones, sino que también destacan la suciedad y los problemas de movilidad provocados por los autocares turísticos, que colapsan el carril bus de las calles Valencia, Lepant y Mallorca. "La mayoría de autobuses aparcan donde quieren y, con la falta de agentes de la Guardia Urbana, no existe un control efectivo", afirma Andreu.
Diego, que vive justo frente a la basílica, se queja de que la frecuencia con la que se limpia el barrio es insuficiente: "Llegas a las ocho de la mañana y ya está lleno de suciedad. Con 55.000 personas al día, aquí sería necesario el triple de servicios de limpieza que en otras zonas", insiste. Y todavía pone sobre la mesa un problema más que dificulta la vida en el barrio barcelonés: "está lleno de terrazas y de ruido. La convivencia es regular, tirando a mala", reconoce. De hecho, varios vecinos aseguran que, como no hay demasiada vigilancia, hay bares o restaurantes que ponen más mesas de las permitidas en las terrazas y acaba obstaculizando el paso de los peatones.
La masificación turística no se queda sólo en las calles o en el metro, sino que se ha convertido en un problema estructural. "Tienes que ir haciendo eses para sortear turistas, pero lo peor es la vivienda: mis hijos han tenido que marchar fuera de Barcelona porque aquí es imposible quedarse", lamenta Ester, también vecina de Sagrada Família. En el mismo sentido, Diego pone el acento en los pisos turísticos de la zona, cada vez más numerosos, muchos de los cuales "son alquilados por jóvenes que se ponen a beber y montan escándalo".
A pesar del descontento, no todos los residentes ven con malos ojos la presencia turística. Irene, que vive cerca de la plaza de la Sagrada Família, explica: "A mí no me molesta, me gusta ver a gente. Entiendo que a los que viven más cerca les pese más, pero creo que a la economía le va bien. Las tiendas crecen". Una visión que también comparten algunos turistas: "Creo que la ciudad lo está haciendo lo mejor posible", dice Nicola, una turista eslovaca, que es la tercera vez que visita Barcelona. "No me siento abrumada. Agradezco poder visitar una ciudad tan especial", defiende.