A la caza de los 'piratas' del aeropuerto de El Prat
Los taxistas se organizan para intentar expulsar a los conductores sin licencia que les roban la clientela
El Prat de LlobregatMedianoche. Un coche con dos ocupantes dentro queda inmóvil en el parking de la terminal T1 del aeropuerto de El Prat. Lleva 15 minutos parado en la planta 1. El cliente es un chico joven, y está sentado en el asiento del copiloto sin entender nada. El conductor, que está nervioso y mira todo el rato fuera, ha detectado que le han seguido dos personas –que él pensaba que eran policías secretos y en realidad eran periodistas–. Hasta que, de repente, consciente de que el joven está a punto de bajar del vehículo, arranca a toda velocidad y huye contra dirección. "Nos quiere matar", exclaman asustadas dos señoras mientras el automóvil les pasa a pocos centímetros y chirriando los neumáticos con estridencia por el interior del recinto.
El conductor es uno de entre la cincuentena de piratas que operan en el aeropuerto de Barcelona: conductores que captan clientes con sus propios coches o de alquiler o con licencia irregular de VTC (con su licencia no podrían trabajar en El Prat). El hombre convenció al chico en el parking del aeropuerto rebajándole el precio que había consignado con un vehículo Uber mientras el servicio no llegaba. Antes, intentó cobrar 10 euros a cada uno de los 4 jóvenes que tenían pedido un vehículo Bolt por 20 euros en total. El pirata no actuaba solo, otro hombre le acompañaba.
Desde hace 18 meses los taxistas de Barcelona se han organizado para combatir a los piratas. Cada día, hasta la 1.30 de la madrugada, una docena de taxistas con chaleco azul pasean por el aeropuerto para ayudar a los pasajeros despistados e indicarles dónde pueden coger un taxi o un VTC, pero también para disuadir –y a veces intimidar– los conductores que les roban parte de su negocio. También dedican su tiempo a perseguir a los carteristas que deambulan como si fuera su casa por la Plaza, la zona de llegadas de El Prat. "Estamos haciendo un trabajo que no nos corresponde", resume Munir, uno de los portavoces de Anget Taxi. Se organizan por turnos de una hora, y lo hacen voluntariamente. Ahora son unos 150 de los 14.258 taxistas que operan actualmente en el Àrea Metropolitana de Barcelona.
Amenazas
Los chalecos azules llevan fotos de los piratas para identificarlos y ahuyentarlos. Franco, Cubano, Bracitos, Pingüino... A todos les han puesto un apodo. Cuando localizan uno, se avisan a través de grupos de WhatsApp. Al principio las rencillas eran más habituales, aunque este mes, por ejemplo, hay dos juicios por enfrentamientos entre unos y otros. Pero el conflicto viene de muy lejos. "Me pasé 31 horas en un calabozo porque un pirata me denunció", relata David. "En el 2010", subraya, por evidenciar que esto "ha pasado toda la vida". A medida que el aeropuerto ha crecido, el número de piratas también ha aumentado.
Con la presión colectiva de los últimos meses han conseguido echar a un histórico como el Afsal: uno pirata con casi 15 años de trayectoria, que primero actuaba en coche particular y después con una licencia de taxi de Zaragoza. "Ahora está en Reino Unido", puntualizan. Intentar parar los pies a los conductores ilegales también ha supuesto amenazas. "Me dicen que saben dónde vivo y dónde tengo el parking", explica uno de los taxistas más vehementes.
El negocio
Es la medianoche del miércoles. Los controles de los Mossos de Tráfico en el aeropuerto han terminado –a las 22 h normalmente finalizan– y los piratas van apareciendo como setas. Sobre todo cuando los chalecos azules se marchan. Entonces ya no sólo captan clientes en el parking donde se encuentra la zona de Uber y Bolt, también en la Plaza. Incluso abordan a la clientela frente al panel interactivo que hay para comprobar los recorridos de los taxis. Aprovechan que los pasajeros miran el precio del servicio hasta su destino para ofrecer una rebaja y llevárselos. A veces incluso bloquean las escaleras mecánicas que llevan a la parada de taxis para conducir a la gente hacia su zona de actuación.
Esta noche Morad, uno de los piratas habituales y que tiene juicios abiertos por rencillas con los taxistas, se escapa de los chalecos azules. Cuando el flujo de gente todavía es escaso, detiene a un chico que espera a un Uber y le ofrece llevarlo por menos dinero: "90 euros". El joven intenta una rebaja, pero Morad justifica el importe: "Son 45 km". Los taxistas denuncian desde hace años que existen auténticas "bandas organizadas" de piratas, gente que mueve varios vehículos, con captadores y conductores que trabajan coordinadamente. Aseguran que alguno de ellos se lleva 400 o 500 euros diarios. "Van a buscar los trayectos más largos", explica uno de los chalecos azules. Cada noche hay pasajeros que necesitan "ir a Lloret o Lleida", lo que puede suponer 180 euros, o incluso más de 200. Estos son los objetivos principales de los piratas. Cuanto más lejos, mejor: como un hombre que acabó dentro de un coche pirata y su destino era Calahorra, en La Rioja. "Unos 800 euros", enfatiza el taxista.
Los chalecos azules señalan que incluso en el pasado había habido trabajadores del aeropuerto que, a cambio de pequeñas comisiones, colaboraban con alguno pirata. Fuentes de Aena y de los Mossos dicen que no tienen conocimiento de trabajadores implicados en estos delitos y, de hecho, la policía catalana, agarrándose a los datos, redimensiona la magnitud de la problemática: "No son grupos criminales, su incidencia no es alta". Desde enero del 2024, los Mossos han realizado 540 controles en el aeropuerto y han puesto 505 denuncias por transporte irregular de pasajeros. De estos, 125 vehículos han quedado inmovilizados con la pertinente sanción de 4.001 euros.
Sin embargo, a pesar de valorar el trabajo policial, los taxistas sostienen que hay muy pocos efectivos en el aeropuerto y que por la noche los piratas campan libremente. "Si los pillan una vez al año, les sale a cuenta", concluyen. Muchas veces los conductores piratas se avisan entre ellos de los controles y, a menudo, logran la colaboración de los clientes. Ocurre con un grupo de argelinos que captan sobre todo población de habla árabe: "Cuando hay un control les hacen decir a los pasajeros que son familia". Juntan a varias personas en un mismo trayecto y así aumentan la rentabilidad. Cuando viene gente de fuera de Barcelona, les ofrecen servicios para toda su estancia en Cataluña. Un coche particular (ilegal) a su servicio. "No pasa solo en el aeropuerto, los hemos encontrado en Montmeló, en el Camp Nou, en la Sagrada Família...", denuncia el Munir.
Aún es más difícil hacer un control exhaustivo de los servicios VTC que actúan fuera de la ley, tanto de los que van al aeropuerto sin servicio contratado y cogen clientes allí mismo como de los que acuden sin tener licencia para trabajar en El Prat. De hecho, en la zona donde se encuentran las plazas de aparcamiento de estas compañías es habitual escuchar cómo se ofrecen servicios de Uber.
Al igual que los piratas, los carteristas aprovechan cuando hay más gente esperando un vehículo. A la una de la madrugada, aunque hay poca actividad de pasajeros, los taxistas tienen identificados hasta cinco. Dos de ellos intentan robar un bolso a un turista, que después de una corta persecución lo recupera. Una mujer les cubre. Para evitar que la patrulla de los Mossos pille a los dos delincuentes que van con ella, denuncia a dos carteristas que por la mañana ya habían sido identificados por la policía. Así mantiene ocupados a los agentes y vía libre a los de su clan. En pocos minutos no habrá chalecos azules y los Mossos no darán abasto. Es la hora de los piratas y los carteristas.