Crónica

Comprar un billete de avión barato para robar una maleta

Crónica de una tarde en el aeropuerto buscando las zonas de actuación de los ladrones y los carteristas

3 min
Aeropuerto de Barcelona, Terminal 1, El Prat de Llobregat.

El Prat de LlobregatDos trabajadores de un restaurante de la terminal T1 del aeropuerto de El Prat están fumando un cigarrillo en uno de los accesos. La primera pregunta es si ellos ven robos en su día a día en el trabajo. El sí es rotundo. "Cada día". Y uno de ellos eleva la apuesta mientras aplasta el cigarrillo contra el suelo con el pie: "Ve a la Plaza, siéntate un rato por allí y seguro que verás alguno". La Plaza es la zona de llegadas del aeropuerto. Allí donde los chóferes esperan con un cartelito en sus manos. Allí donde los medallistas olímpicos son recibidos entre aplausos. Hay una terraza justo en el centro, y el trabajador dice que sobre todo hay que fijarse en los "tubos". Son dos pasarelas mecánicas que descienden a la zona de taxis. Están muy frecuentadas y explica que, cuando se acumula un gentío importante, los ladrones entran, tocan el botón de emergencia para que la pasarela se detenga y, aprovechando la proximidad y la aglomeración, meten las manos en bolsillos y mochilas.

El rato pronosticado por el trabajador es rápido (unos 20 minutos), pero la acción no ocurre en el tubo, sino ante sus ojos. Sentado en una de las mesas del bar, un ciudadano coreano gesticula nervioso. Cuenta en inglés que le han robado un bolso donde llevaba un iPad. "Uno me ha dicho algo en castellano, por un lado, mientras el otro se llevaba el bolso", va diciendo. Se han escapado precisamente por el tubo. Se llama Yung y en cinco horas tiene un vuelo para volver a su país. Viene de unas vacaciones por Cannes y la costa francesa. Yung suda y tartamudea. Con una mano se seca las gotas con un pañuelo de ropa y con la otra va indicando con su móvil que el iPad está todavía en el aeropuerto, que lo tiene geolocalizado. Todo esto ha ocurrido mientras el padre de una familia llega de un viaje. La hija pequeña le ha hecho un dibujo. Yung les pasa por el lado, nervioso, mientras la familia feliz se toma una fotografía para inmortalizar el momento.

Va en dirección a la pequeña comisaría de los Mossos, la Policía Nacional y la Guardia Civil. Repasa todo el rato con el móvil que el iPad no se mueva. Tiene tiempo de decir que Barcelona, ​​por el poco tiempo que ha estado, es bonita. El agente le pregunta cómo ha ido y pide una descripción de los ladrones. ¿Edad? "Unos treinta años". ¿Altura? "1,80, aproximadamente". ¿Cómo iban vestidos? "Con ropa verde". Al lado, unos ciudadanos paquistaníes denuncian que les acaban de robar una maleta con dos ordenadores. ¿Dónde? "Ante la oficina de facturación de Vueling". Pasan los minutos y ahora el iPad del Yung sale ya fuera de línea.

Robar y marchar

Una tendera describe a la perfección un grupo de cinco chicas que la semana pasada, y la otra, y la otra, robaron a unos turistas. Y dice que ayer volvían a rondar por ahí. Otro trabajador calca la respuesta de los dos fumadores del inicio de la tarde: "La Plaça es la zona más caliente". Pero advierte, y lo corrobora otro empleado, que también hay ladrones que compran vuelos baratos (si este domingo quisiéramos ir a Mallorca no nos costaría más de 30 euros) para superar los controles de seguridad. Después van directamente a la gran sala por donde salen las maletas facturadas, cogen la primera que encuentran y se marchan como si fueran un viajero más. Según fuentes de los Mossos, esa misma escena tuvo lugar este jueves.

Imagen reciente del aeropuerto de El Prat.

Luego son difíciles de detectar, pero Mohammed, taxista, sospechó desde el principio. Hace una semana estaba aparcado en la zona de despegues cuando dos jóvenes aparentemente nerviosos con dos maletas le pidieron que les llevara al Paral·lel. "Siempre recogemos a gente en la zona de llegadas, pero no en la de despegues", comenta. Los jóvenes tenían prisa y él intentó alargarlo todo lo que pudo. "Mientras cargaba las maletas, vi a un hombre que les señalaba". Y aún desconfió más. De repente, aparecieron dos policías. "Y los chicos repetían: «Vamos, vamos»". El taxista no se marchó y los policías acabaron deteniendo a los jóvenes por el robo de dos maletas. Mohammed se desconfió de aquellos chicos porque ya está curado de espantos desde que hace unos meses, también en el aeropuerto , un joven le dijo algo por una ventana mientras otro le robaba el móvil, que estaba sujetado a la salida del aire acondicionado. Ahora se entiende mejor la reacción que ha tenido que coger el móvil rápidamente cuando este periodista le ha hecho la primera pregunta desde la ventana.

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