Llar d'infants Òmicron: la guardería con nombre de virus que murió por la pandemia

Con casi 50 años de historia en el Raval, el centro cerró hace unos meses por falta de alumnos

Laia Vicens
y Laia Vicens

BarcelonaA la hora de decidir el nombre de la guardería que estaban a punto de inaugurar en pleno barrio del Raval quisieron apelar a una cosa pequeña. "No queríamos ser la O mayúscula, la omega, sino la o minúscula, porque queríamos ser una escuela de barrio, familiar, pequeña. Por eso le pusimos guardería Òmicron", explica Daniel Simon, fundador del proyecto. Cuando la Organización Mundial de la Salud bautizó la variante del SARS-COV-2 con el nombre de la decimoquinta letra del alfabeto griego, la página web omicron.cat recibió más de 45.000 visitas en una semana. Pero la web está vacía: solo aparece el logotipo de colores de la escuela y el simpático dibujo de una niña con su osito de peluche. Después de casi 50 años de historia educando a niños del Raval, el hogar de niños Òmicron bajó para siempre la persiana en junio del 2021 y lo hizo, paradójicamente, por culpa de la pandemia. Esta es la historia de la guardería con nombre de virus.

El número 44 de la calle Joaquim Costa forma parte del ecosistema educativo de Barcelona desde hace décadas. Antes de la dictadura había sido la Academia Hispano-francesa y con los años acabó siendo la Academia Soler. Hasta que en 1973 el edificio, de cuatro plantas, acabó en manos de Simon. De entrada, el proyecto, ya con el nombre de Òmicron, continuó siendo una academia que daba clases de bachillerato y comercio y estaba abierta de 7 a 22 h. El primer año se inscribieron 17 alumnos. Al cabo de tres cursos, ya había más de cien.

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Uno de los momentos clave de la historia de la escuela es 1981, cuando las maestras deciden asociarse y fundan la cooperativa de trabajo asociado El Raval. "Le pusimos este nombre cuando nadie hablaba del Raval, y si se hablaba era por cosas malas", dice Simon. Cinco años después, decidieron centrarse exclusivamente en la educación de los más pequeños y pasaron a ser una guardería, que ha sido la entrada en el sistema educativo para centenares de niños y niñas que viven en uno de los barrios más complejos de Barcelona. El 2010 fue el año con más alumnos: tenían 160 de 38 nacionalidades diferentes, sobre todo filipinos.

De 42 a 10 niños en el año de la pandemia

A partir de la entonces, la grave crisis económica pasó factura a las inscripciones y en el curso 2019-2020 ya solo tenían 42 alumnos. "Las cosas ya no iban muy bien, pero durante el confinamiento no cobramos nada a los padres", recuerda Simon, conscientes que muchas familias pasaron estrecheces durante los meses más difíciles de la pandemia. Después de un largo confinamiento, en septiembre de aquel año solo 10 niños se matricularon en la Òmicron, pero incluso en estas condiciones decidieron mantener el servicio. "Durante aquel curso las maestras cobraban 500 euros al mes y los últimos tres meses no cobraron: no podíamos pagar nada", lamenta Simon. Dice que le da "mucha pena" pensarlo y asegura que su intención era mantener la escuela abierta, pero no pudieron. No había dinero ni niños. Las asociaciones de guarderías privadas calculan que el 10% de centros de Catalunya no superaron los estragos económicos de la pandemia y cerraron, cosa que en la práctica supone 2.500 plazas y 1.200 puestos de trabajo menos. El 30 de junio del 2021, la guardería Òmicron puso punto final a su historia.

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En el edificio, ahora en venta, todo continúa en el mismo lugar. El tiempo se ha parado desde entonces. En las paredes todavía cuelgan murales y fotos de grupo, y los dibujos de colores decoran las aulas. Incluso están los nombre de las clases: Els conills, Els lleons. También los toboganes para jugar, las mesas y los bancos del comedor, las cunas y asientos de los más pequeños. Simon dice que "es imposible" que Òmicron reabra y avisa que el anuncio del Govern de hacer gratis el P2 de las guarderías públicas supondrá "la muerte" de muchas de privadas. En una de las terrazas de la antigua guardería, donde los niños y niñas salían a jugar a la hora del patio, todavía hay un viejo piano. Simon aparta de golpe el polvo y las hojas secas que hay encima: "Os tocaré la última canción, una que se llama Adiós".