Demografía

Los nacimientos en Cataluña retroceden a los niveles de 1995

El pico poblacional se alcanzará antes que en el resto del mundo, a mitad de este siglo

BarcelonaLas salas de parte de los hospitales, los parques infantiles, las guarderías e, incluso, los vendedores de cochecitos y de pañales son los principales testigos: en Catalunya lleva treinta años cayendo la natalidad. En 2023 nacieron 54.182 bebés, 2.200 menos que en 2022, según datos provisionales del Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat). Es la cifra más baja desde 1995, y se inscribe en una tendencia de descenso que ha sido continuada desde 2009, cuando se registraron 85.000 nacimientos. "Las generaciones en edad de tener hijos actualmente están muy vacías. Es decir, hay menos mujeres candidatas a tenerlas porque ya nacieron en una época en la que se tenían pocos hijos", explica la socióloga e investigadora del Centro de Estudios Demográficos (CED), Mariona Lozano.

A escala española las cifras son similares: el año pasado se registraron 322.075 nacimientos, 6.629 menos que en 2022, lo que supone una reducción de un 2% en el último año. Y no sólo eso, sino que también es la cifra más baja desde la posguerra, concretamente desde 1941, cuando hubo 511.157. Según los últimos datos provisionales del Instituto Nacional de Estadística (INE), se trataría del quinto año consecutivo en el que se registra un mínimo histórico a escala estatal; unas cifras que van ligadas a que España tiene una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo (1,16 hijos por mujer en el 2022) y esto le sitúa, junto a Italia, como uno de los países de Europa con la proporción más elevada de mujeres sin hijos.

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El caso catalán y español ilustran –aunque de una manera especialmente acentuada– una tendencia demográfica que se reproduce en todo el mundo: la baja natalidad de las principales economías mundiales, especialmente la de China. De hecho, en promedio, las mujeres del mundo actualmente tienen un hijo menos por mujer en edad fértil que los que tenían en 1990. Pero éste es sólo uno de los factores que explican la proyección de población que se prevé para las siguientes décadas.

La ONU, en su informe Perspectivas de la población mundial 2024, estima que este siglo, alrededor del año 2080, la población mundial alcanzará su pico y después empezará a declinar, hasta el punto de que en 2100 habrá perdido cerca de 700 millones de habitantes, un declive del 6%. El organismo vaticina que alcanzará un máximo de 10.300 millones de habitantes dentro de 56 años. "En todo el planeta tendrá lugar una transición demográfica. Las poblaciones que tienen una alta mortalidad también tienen una alta natalidad. Ahora bien, cuando la mortalidad se logra reducir gracias a las mejoras sanitarias, también será necesario que disminuya la natalidad", explica el sociólogo e investigador del CED Pau Miret.

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En Cataluña, la transición demográfica ya se vivió durante el siglo XX y los demógrafos prevén que el pico poblacional se alcance algo antes, a mediados de este siglo. Los países que aún no han vivido el cambio de tendencia –es decir, pasar de altas tasas de natalidad y mortalidad a bajas– irán siguiendo los pasos catalanes y entrando dentro de este mismo esquema. "En estos países no habrá una crisis de mortalidad como la que vivimos con la cóvida que provoque el descenso poblacional, sino que, fundamentalmente, habrá una caída de la natalidad en aquellas zonas que todavía no la han experimentado", puntualiza el investigador. ¿Y esto es un problema? Miret lo descarta: "Que se caiga la natalidad es sostenible: si cae la mortalidad, debe caer la natalidad".

De momento, sin embargo, el experto subraya que, globalmente, todavía hay más nacimientos que defunciones. "Además, la esperanza de vida es elevada, es decir, la gente vive cada vez más", detalla. Este equilibrio justifica que en los próximos años todavía se podrá ver un aumento de población.

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No se tienen tantos hijos como se quisiera

En Cataluña, ahora, los investigadores coinciden en que lo que sobre todo debería preocupar no es la baja natalidad, sino la brecha de fecundidad, es decir la diferencia entre el número de hijos que las familias dicen que quisieran tener, que de media son dos , para con los que finalmente tienen, que es uno, según datos del 2023. "Estamos en un escenario en el que las parejas terminan su ciclo reproductivo con menos hijos de los que habrían querido tener. Esto es importante porque indica que hay una falta de bienestar, tanto privado como público", subraya Lozano.

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Los factores que explican esta diferencia son diversos. Entre ellos –apunta la investigadora– destacan la precariedad de las condiciones laborales, las dificultades para crear un hogar, el aumento de la inestabilidad en las parejas y la falta de soporte para facilitar la conciliación entre trabajo y familia; en definitiva, la tardanza en alcanzar estabilidad en diferentes esferas de la vida. "A las familias catalanas les resulta difícil conseguir las condiciones que consideran ideales antes de tener su primer hijo, y cuando se alcanzan, algunas mujeres ya han superado la edad fértil óptima desde el punto de vista biológico", explica Lozano. Un ejemplo que lo ilustra es que los catalanes no se marchan de casa hasta los 29,8 años, cuatro años por encima de la media europea, que se sitúa en los 26.

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"Catalunya acumula una serie de récords negativos, como la edad de emancipación de los jóvenes o los escasos sueldos, que contribuyen a que sea una de las zonas del mundo con una natalidad más baja", lamenta Miret. Además, tal y como señalan ambos investigadores, no parece que esta tendencia deba revertirse. "No hay ningún indicador que apunte a un cambio. Seguramente habrá una estabilización del número de hijos que se tienen", dice Lozano, quien subraya que no se trata de "un fenómeno nuevo". "Hace años que sabíamos que esto sucedería, pero desde las esferas públicas no se ha hecho nada", añade.

Así, la investigadora advierte que a largo plazo la baja fecundidad puede tener implicaciones políticas, económicas y sociales. La población estará muy envejecida –sobre todo hasta los años 60 y 70 de este siglo–, lo que influirá en la estabilidad del sistema de pensiones y el estado del bienestar tal y como lo conocemos actualmente. "No tenderá a desaparecer, pero asistiremos a otras formas de financiación", avisa, y defiende que también hay que "fomentar la inmigración". Miret coincide en que el problema no "es demográfico, sino del sistema económico en general". Para el investigador, la solución es clara: "Si se resolviera el problema del acceso a la vivienda, de la precariedad laboral, del abandono escolar, la natalidad aumentaría de inmediato porque hay un deseo insatisfecho entre la juventud tener criaturas".

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El impacto en el sistema educativo

Uno de los ámbitos en los que la caída de la natalidad tiene un impacto más visible es en la educación. "En el 2009 hubo un pico de la natalidad, y ahora hay muchos alumnos haciendo cuarto de ESO. Pero los que van detrás son cada vez menos", explica Miret. Es por ello que el investigador en políticas y reformas educativas en EsadeECPol Lucas Gortazar considera que es necesario "reorganizar el mapa escolar". "Esto implica cerrar algunas aulas y escuelas, invertir en modernizar la infraestructura y reubicar a docentes para facilitar desdoblamientos, la codocencia y la atención a la diversidad", dice. Miret, en cambio, argumenta que la apuesta debería ser "reducir las ratios" de los centros en vez de "cerrar líneas". A su vez, Lozano considera que ésta es la oportunidad idónea "para hacer políticas educativas para la etapa entre los 0 y los 3 años".