En el país donde la lluvia no sabía llover: el trauma de los valencianos con las riadas

La Comunidad Valenciana ha vivido tres grandes temporales en los últimos setenta años que han dejado una fuerte impronta en la memoria

BarcelonaMartes 29 de octubre de 2024. Esta fecha quedará ya inscrita, con letras indelebles, en la memoria del País Valenciano, junto a otras dos: 14 de octubre de 1957 y 20 de octubre de 1982. Es nuestro particular trauma .

Octubre, definitivamente, es un mes peligroso en tierras valencianas. En 1957 las lluvias torrenciales en las cuencas media y baja del Turia provocaron un desbordamiento del río a su paso por la ciudad de Valencia, con importantes malezas humanas y económicas. Fueron dos crecidas, la primera de madrugada y la segunda, mucho más virulenta, a las dos de la tarde. La primera ola fue estimada en 2.700 m³/sy una velocidad de 3,25 m/s. La segunda ola se calculó en 3.700 m³/s de caudal máximo instantáneo y una velocidad de 4,16 m/s.

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Como resultado de aquella riada, el franquismo desvió el lecho del Turia –en el llamado Plan Sur–, que ahora bordea la ciudad y transcurre por un cauce más ancho, capaz de desembocar los aguaceros en el mar sin demasiado estorbo.

La pantanada de Tous

Aquel trasiego hídrico quedó en la memoria de los valencianos, que lo revivieron un cuarto de siglo más tarde en la comarca de la Ribera, cuando las lluvias en algunas zonas del valle de Ayora y la Canal de Navarrés (hasta a 700 mm/día) reventaron la presa de Tous y ocasionaron una gran riada del río Júcar, que negaron casi 300 kilómetros cuadrados de superficie en la Ribera Alta y la Ribera Baixa. Pueblos como Gavarda y Beneixida quedaron completamente destruidos, hasta el punto de que tuvieron que levantarse en otros emplazamientos de nueva planta. Inspirado en ese desastre, el cantante Raimon creó su tristemente famosa canción En mi país la lluvia, que comienza de manera perfectamente significativa: “En mi país la lluvia no sabe llover/o llueve poco o llueve demasiado./Si llueve poco es la sequía./Si llueve demasiado es la catástrofe”.

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Y ahora, de nuevo, un mes de octubre, una DANA colosal, errática, imprevisible, azarosa, ha golpeado las comarcas centrales de la Comunidad Valenciana. Y ha provocado decenas de muertos y unas malezas económicas y humanas impresionantes: puentes destruidos, ríos desbordados, carreteras cortadas, trenes parados, gente que ha tenido que pasar la noche en sus vehículos...

Como estamos en la época de los móviles, enseguida las redes sociales y las televisiones han emitido toda clase de vídeos atestiguando la conmoción y el descalabro. Entre este material, se hacía viral enseguida en X un viejo tuit del Partido Popular de la Comunidad Valenciana que ahora adquiría un aire de premonición siniestra. En el mensaje los populares se alababan, al poco de llegar al Gobierno de la Generalitat (2023), de haber desmantelado la Unidad Valenciana de Emergencias, creada por la anterior administración de Ximo Puig. "Es el primer paso de la reestructuración del sector público empresarial anunciada por el Gobierno valenciano", terminaba el texto. Y sí, esta “reestructuración”, con la asepsia del lenguaje burocrático, certificaba las carencias que ahora se han evidenciado de forma luctuosa y letal.

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Cuando escribo este artículo la cifra de muertes reconocidas supera las noventa personas. Los desaparecidos, incontables. Los medios de comunicación anunciaban la llegada de los primeros cadáveres a la Ciudad de la Justicia de Valencia, que haría de morgue improvisada. El lugar que en los últimos años ha visto desfilar todo tipo de cuerpos corruptos, los protagonistas de dos décadas de saqueamiento del PP de las arcas de las instituciones valencianas (Zaplana, Olivas, Alfonso Rus...), ahora se abría para certificar otro octubre terrible, pero las personas que acudían sin vida no tenían ninguna culpa de nada.

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Efectos del cambio climático

“¿Quién llevará la lluvia a la escuela?/¿Quién le dirá cómo llover?”. Quizás los negacionistas del cambio climático nos pueden dar alguna lección magistral. Mientras tanto, sólo queda seguir atentos a la impotencia de los meteorólogos de todas las cadenas, mientras explican que una DANA es intrínsecamente imprevisible, y que ésta continuará, y que vendrán más, y habrá más estruendos, convulsiones y desastres. Que las DANA mediterráneas son ya como los huracanes tropicales...

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Que esta vez ha sido diferente lo he notado enseguida por los mensajes que me llegaban al móvil. Amigos de dos continentes afirmaban haber visto en las noticias al diluvio y me preguntaban si estaba bien. Los he tranquilizado: en la Plana de Castelló, esta vez, la lluvia se ha comportado. Pero el año pasado por estas fechas vivimos un chasquido térmico, un auténtico tornado que provocó destrozos innumerables.

Todo es incierto, todo es inseguro. No sabemos qué va a pasar mañana. Pero cuando vendrá otro octubre, miraremos el cielo con impotencia, intentaremos descifrar la densidad de las nubes, haremos memoria y quizá algunas, si todavía creen, se pondrán a rezar. El mundo ha cambiado y nosotros con él. Y la lluvia no sabe llover.