Un periodista marroquí denuncia el intento de los Mossos de captarle como informador

Ali Lmrabet está indignado con el trato de la policía catalana, que ha insistido a pesar de su negativa

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El periodista marroquí establecido a Barcelona Ali Lmrabet

BarcelonaSeptiembre del año pasado, el prestigioso periodista marroquí Ali Lmrabet recibió una llamada de un desconocido: alguien que se identificaba como un agente de los servicios de información de los Mossos d'Esquadra le pedía reunirse. El interés del equipo de inteligencia de la policía catalana por Lmrabet es lógico: exdiplomático, exprofesor, escritor y periodista conocido y repetidamente premiado por su defensa de la libertad de prensa en Marruecos, es un gran conocedor del país y de su régimen. Pero Lmrabet está indignado por el trato que ha recibido de la policía catalana y sobre todo por el hecho que, habiendo dejado claro que él se dedica al periodismo y que no quiere hablar con los servicios de información de ningún país, ha continuado recibiendo llamadas del mismo agente hasta una docena a veces, la última hace solo unas semanas. Mientrastanto, el periodista continúa haciendo su trabajo: hace pocas semanas uno de los principales semanarios marroquíes publicó su fotografía con una diana, amenazándole por haber publicado que el autor de la denuncia que llevó al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, a los tribunales el mes pasado había sido agente de la DGET, los servicios de inteligencia marroquíes.

"Me indigna que la policía pretenda que un exprofesor ayudante de la Sorbona, exdiplomático, colaborador de varios medios internacionales y con una veintena de premios internacionales de periodismo se convierta en un vulgar chivato", lamenta al ARA Lmrabet.

Explica que las llamadas de Mossos empezaron unas semanas después de que el periodista tuviera un problema de convivencia con un vecino suyo, a quien denunció por una agresión racista, en un caso que está en los tribunales. De hecho, cuando el periodista recibió la primera llamada del servicio de información creyó que los Mossos le contactaban por este tema: “Yo me había quejado del trato recibido por un sargento de los Mossos y me pensé que llamaban por eso, pero enseguida la voz al otro lado me dijo que la llamada venía de los servicios de información, que habían visto mi denuncia pero me llamaban por otra cosa”, recuerda.

“Me dijo que había asistido a una conferencia mía en enero, pero yo he hecho centenares de conferencias, además de intervenciones en la televisión y la radio y nunca nadie de la policía me había llamado. Yo le insistía que me dijera por qué quería hablar conmigo y, en un momento de la conversación, quizás para impresionarme, me dijo el nombre de mi mujer. Me dijo que quería que nos encontráramos”. El periodista se negó, insistiendo que él no hablaba con servicios de espionaje y que si lo que querían era información general podían leer sus artículos o invitarle a hacer una clase en la escuela de los Mossos: “Si no me podían pagar lo haría igualmente por respecto a este país, pero siempre en público, no en un despacho”.

Un portavoz de Mossos confirma al ARA que el encuentro se produjo y que después hubo más contactos telefónicos con Lmrabet pero que en ningún caso pretendían ficharlo como confidente, sino que la reunión se produjo en el marco de los contactos con expertos para tener información más precisa sobre la situación en el Rif, donde en 2017 hubo una revuelta para reivindicar mejoras en las condiciones de vida que el año siguiente fue duramente reprimida. Según su versión, querían conocer detalles ante el peligro que el conflicto tuviera algún impacto en Catalunya. Califican el encuentro de “productivo”, pero dicen que la relación quedó aquí, y que las llamadas posteriores solo fueron para hacer seguimiento de su conflicto vecinal. Además subrayan que los servicios de información del cuerpo no recorren nunca a periodistas para actuar como informadores.

No es la primera vez que los servicios secretos intentan contactar con Lmrabet. Según el periodista, en 2007 dos agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) le visitaron en un hotel de Zaragoza donde preparaba una conferencia y también declinó la propuesta.

Lmrabet recibió más llamadas, siempre del mismo interlocutor, que decidió grabar y finalmente accedió al encuentro. “Quería saber si realmente eran Mossos y cuando me volvieron a llamar les propuse de encontrarnos en una cafetería de la plaza de Catalunya. Una vez ahí les invité a casa”. Acudieron dos agentes que se identificaron con sus placas. “Me sorprendió que uno de ellos me saludó con la expresión salam alaikum, que en el mundo francófono en el que yo me muevo no se usa mucho”, recuerda. Los agentes evocaron las denuncias cruzadas de agresión con el vecino, por las que Lmrabet había presentado una denuncia por delito de odio y también una queja contra un sargento de Mossos que se presentó en su casa el día de los hechos. Durante la conversación, los agentes le hicieron preguntas sobre la comunidad rifeña en Catalunya y el periodista se sorprendió de que aparentemente los agentes no entendieran "el abismo que hay entre la primera oleada de inmigración venida del Rif y las siguientes”.

La conversación fue cordial, pero a Lmrabet le dio la impresión de que “no estaban interesados en mis conferencias”. El periodista, que en 2003 fue galardonado con el premio Solidaritat del Institut Català de Drets Humans, lamenta que “alguien que no tiene ningún antecedente de violencia en ninguno de los países en que ha vivido ni en Magreb, ni en Europa ni en América Latina, y que en Marruecos fue estrechamente vigilado y perseguido, se convierta, cuando ya ha pasado de los 60 años, en un matón de barrio para los Mossos”.

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