Así rescaté a mi hija de las bombas en Kiev

Óscar ya ha viajado en coche dos veces desde Barcelona hasta la frontera de Ucrania para sacar del país a sus familiares y amigos

BarcelonaHabla mientras anda deprisa hacia el banco. De hecho, lleva todo el día haciendo encargos. Es jueves y hace menos de 48 horas que Óscar González, ingeniero y empresario de 46 años, ha vuelto de la frontera con Ucrania. Fue después de saber del primer bombardeo, para sacar a su hija de 7 años, Sofia, que vive allí con su madre, Elena. Ahora que ya las tiene a las dos en casa, en Barcelona, en 12 horas vuelve a marcharse hacia allí. "Ahora voy a buscar a mi cuñada y a mi sobrina y también a la exmujer y a la hija de mi mejor amigo. Si puedo también sacaré de allí a la madre de mi amigo y a la hermana, y a un par de amigas más". Quiere explicar su historia, pero no puede perder tiempo y lo hace mientras prepara una serie de trámites. "No es ninguna historia extraordinaria", dice mientras hace cola en el banco, y se para: "Me toca, perdona, necesito sacar efectivo para el viaje de mañana y comprar cosas como comer y ropa de abrigo para dar allí", se justifica. Cuando finalmente se sienta, con un café delante, le sale toda la tensión acumulada en 60 horas de viaje de ida y vuelta. Ha rescatado a su hija y a su ex pareja y ahora vuelve a buscar a más familiares y amigos

"Ha sido durísimo", dice bajito con la barbilla temblorosa. Óscar no dudó ni un momento cuando vio que los bombardeos se precipitaban. "Tenía programado un vuelo, como cada mes, para ir a visitar a mi hija, Sofia, pero lo cancelaron, por eso subí al coche y me fui para allá en aquel mismo momento, sin pensármelo". Su familia vive en Kiev, pero no tenían transporte para llegar hasta la frontera con Polonia, por eso Óscar convenció a un vecino de ellas. "Le dije que cargara el coche de gasolina y le pedí, por favor, que llevara a la frontera a Elena y a mi hija; a cambio, le dije que también sacaría de Ucrania a su mujer y a su niña, Svetlana e Ina, y las tendría en mi cass, en un lugar seguro", explica. Accedió. Así, mientras él viajaba de Barcelona a la frontera con Ucrania (un viaje de 2.500 kilómetros, 30 horas), su vecino hacía el trayecto de 680 kilómetros de Kiev a Krakovets, en la frontera, donde se encontrarían. "Nos íbamos enviando fotos para explicarnos que ya estábamos más cerca", recuerda mientras muestra las fotografías de su teléfono.

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"El trayecto de ellos era de unas 8 o 9 horas en coche, pero se alargó casi tres días porque se encontraron colas interminables, de horas-relata Óscar mientras remueve el café-. También se les acabó la gasolina y se tuvieron que desviar hacia un pequeño pueblo, alejado de la ruta principal, hasta que encontraron combustible". La peor parte para ellas todavía no había llegado. Cuando estaban a 40 kilómetros de la frontera, explica, se quedaron de nuevo sin gasolina y sin posibilidad de encontrarla. "Salieron del coche y se pusieron a andar". Un día entero a pie.

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Los ojos y la espalda de Óscar también sufren las consecuencias de tantas horas de tensión al volante. "Yo hice todo el trayecto sin dormir; no podía, por la tensión. Pasé a base de cafés", dice mientras levanta los brazos cansados movilizando la espalda desde la silla. Como llegó antes que las cuatro chicas -al día siguiente de los primeros bombardeos-, pasó más de dos días de incertidumbre esperándolas a la frontera. "Al principio no había nadie: éramos como mucho 10 personas esperando a familiares. Después empezaron a llegar autobuses y autobuses desde Ucrania llenos de personas, todas desconcertadas; horroroso", continúa. Mientras esperaba se comunicaba con ellas por móvil y, para matar el tiempo y los pensamientos, dice, Óscar se ofreció para transportar algunos de los refugiados hasta los pueblos más cercanos.

Es incapaz de describir, todavía, como fue el momento del reencuentro. "Un alivio enorme, pero no solo esto. No te lo sé describir con palabras", dice con lágrimas en los ojos. Durante el camino de vuelta con las dos mujeres y las dos niñas (de 6 y 7 años) en el coche, explica que hablaron más de lo que harían en Barcelona que de lo que pasaba en Ucrania. "Sofia se portó como una valiente. Es increíble cuán fuerte se ha mostrado. Todavía no hemos hablado de cómo se siente; ella no ha sacado el tema y no la queremos presionar. Durante los bombardeos su madre me dijo que estaba muy asustada. En unos días, supongo, empezará a charlar o nosotros le preguntaremos cómo está", dice este padre. "En el fondo somos unos privilegiados porque hemos podido salir de allí y yo, de momento, tengo los recursos económicos para subir y bajar a buscar más gente aún. ¿Qué pasa con la gente que no puede?", confiesa Óscar, que explica que su familia en Barcelona y en Alicante se ha ofrecido a acoger al resto de familiares y amigos que Óscar consiga sacar de la guerra.

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Un rescate inacabado

Un día y medio de descanso y vuelve a la carretera. Ahora con la experiencia y la seguridad, dice, de haberlo hecho antes. Mientras relata su historia hace una parada para llamar a su mejor amigo, Ruslan, que continúa en Kiev. "Hola, amigo, justo acabamos de salir del refugio, estamos todos bien", dice el Ruslan a través del altavoz. "He conseguido que la exmujer y la hija de Ruslan, Victoria y Eva, vayan a la estación y cojan un tren. Ahora también le diré a mi cuñada, Sveta, que coja un tren en la misma dirección con su niña y así las recogeré a todas. Quizás tendremos que esperarlas uno o dos días, pero no pasa nada", explica con la vista fijada al móvil, mientras teclea un mensaje a una de ellas, para coordinarlas. Lleva un coche de siete plazas, pero avanza que si hace falta, entrará más gente: "Solo faltaría. Estoy intentando que la madre y la hermana de Ruslan y un par de amigas mías también cojan un tren, las quiero sacar a todas si puede ser en un solo viaje".

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Si lo consigue, él solo habrá sacado a 12 mujeres de la pesadilla de las bombas. "A todos que pueda, los sacaré de allí", insiste. "Estoy intentando que algunos amigos que también son empresarios me ayuden a alquilar un par de autobuses con conductor", explica. Si lo consigue, cuando vuelva de este segundo viaje quiere hacer correr la voz entre los familiares de sus amigos.

Diez días después de las primeras bombas en Ucrania, ahora Sofia planea unos días de descanso con su madre en casa de la abuela paterna, en Alicante. "Está contenta porque verá a sus primos, que no los ve desde el verano pasado", dice a Óscar con una sonrisa tímida. Mientras tanto, él seguirá haciendo viajes para alejar a familia y amigos de las bombas.

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