"He dejado el trabajo y mañana me voy a la guerra"

Ciudadanos ucranianos vuelven a su país para "defender la democracia"

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El Mykhailo Ivanov, de 39 años, ha dejado su trabajo para volver en Ucrania a luchar contra Rusia

Barcelona"Nunca en mi vida me he peleado con nadie cuerpo a cuerpo. No sé si soy capaz de dispararle a alguien. No sé como llegaré a casa. Solo sé que tengo que ir; tengo que ir". Las dudas asaltan de repente a Mikhaïlo Ivanov, de 39 años, informático de profesión. "He decidido hace solo unas horas que me voy, me vuelvo a Ucrania a luchar y a defender mi país y mi familia: si puedo, me voy mañana, lo más pronto que pueda". Hace solo 8 meses que vive en Barcelona. Vino porque encontró un trabajo en una conocida empresa de software informático, pero esta tarde, de repente, ha comunicado que lo deja. Su regreso se suma al de otros muchos compatriotas que han hecho las maletas desde otros países.

"Ayer no pude dormir en toda la noche porque no pude contactar con mi familia, y hoy por la tarde le he dicho a mi jefe que lo dejo. Me sabe mal marchar así, pero lo han entendido", relata desde Plaça Catalunya, donde ha ido a la concentración en contra de la guerra. Quiere volver a su ciudad, Dnipró, "a defender la democracia", pero sobre todo, dice, a defender su país y sus familiares, sus padres y una hermana menor, de 21 años. "Talvez no sea capaz de matar nadie, pero te aseguro que sí que soy capaz de cortar carreteras y poner trampas para evitar que los tanques entren en mi barrio", asegura con un tono firme, casi enfadado.

Su ciudad y su familia hace días que soportan las bombas del ejército. Dnipró es, de hecho, uno de los puntos más peligrosos actualmente en Ucrania. Cada vez que suenan las sirenas sus familiares bajan al refugio y allí, a metros bajo tierra, quedan incomunicados, explica Mikhaïlo. "Además, los tanques llevan inhibidores de señales y los móviles raramente funcionan", añade. Llora cuando explica que su madre es maestra y que su padre trabaja en una tienda de muebles. Su hermana todavía es estudiante. "Perdona por las lágrimas, pero es que no puedo más –se disculpa–. No se trata de si quiero volver. Es que necesito volver. Es que volver, ¿me entiendes?", dice mientras se rehace del llanto y hace el gesto de cogerse el estómago con las manos.

50 horas en coche

Llegar a Dnipró no será fácil y lo sabe. El aeropuerto está cerrado, las comunicaciones son cada vez más complicadas y desde la frontera con Polonia tendrá que cruzar prácticamente todo el país. Unos 1.500 kilómetros cruzando la guerra. Ha pensado en volar hasta Polonia pero no tiene claro que la jugada le saliera bien. "He pensado que lo más rápido, al final, es hacer las maletas esta noche y mañana comprar un coche. buscaré uno cualquiera en una página de anuncios, de segunda mano. Un coche robusto que me permita llegar conduciendo hasta casa", relata Mikhaïlo, a la vez que añade que sabe que quizás no será fácil, con todo el papeleo, pero que lo intentará. "Si hay alguien más en Barcelona que quiere hacer el mismo trayecto, o que está en mi situación, que se ponga en contacto conmigo, porque yo le puedo llevar", reflexiona cuando se da cuenta que quizás el ARA puede hacer "de altavoz".

"He calculado que si hago las paradas mínimas tardaré poco más de dos días; unas 50 horas de viaje", calcula. Dice que si lo puede evitar, no hará descansos porque no quiere perder más tiempo. "Tengo mucha prisa ahora mismo. Si tardo 4 días igual me encuentro con que cuando llegue ya no hay nada ni nadie a quien ayudar", lamenta. Llegado a Polonia, intentará conseguir un teléfono "con un número local" y después, si puede, cuando llegue a Ucrania otro. "No sé si lo conseguiré, vete a saber cómo estará todo", avanza. Una vez en su país, explica, el gobierno facilita a los voluntarios la equipación y las armas. "No hay suficientes y a veces tardan unos días", matiza. "Rusia tiene cuatro veces más militares y más armas que Ucrania –justifica–. Si no hay otra solución, yo cogeré las armas que me proporcionen y nos defenderé", dice. Al acabar esta frase él mismo llena el silencio: "Nunca se me había pasado por la cabeza que acaría diciendo esto", admite en shock.

"Es una cuestión cultural; no hay rendición posible"

Determinado, indignado y a la vez afligido. Así es como suena el discurso de muchos de los ucranianos que una tarde más se han reunido en Plaça Catalunya para mostrar su rechazo a la guerra. Natalia, de 44 años, lleva 20 años viviendo en Barcelona pero tiene a su madre en Ucrania. "Además, ahora está enferma con coronavirus y solo de pensar que encontrándose como se encuentra tiene que bajar continuamente a los refugios se me rompe el corazón", relata con lágrimas en los ojos. La pena, sin embargo, se convierte muy rápido en indignación: "Si la cosa se alarga mucho, pienso volver a Ucrania para cuidar de mi madre. Y si hay que coger un arma y unirme al frente para defenderla, lo haré".

Natalia, de 44 años, asegura que si el conflicto se alarga, volverá a su país a luchar, si hace falta. En la foto, con su hijo Maksim, de 13 años, durante la concentración contra la guerra en Plaça Catalunya.

Victoria, de 37, no se ha planteado volver a su ciudad, Zaporíjia, a pesar de que allí tiene a su madre y a muchos amigos, pero entiende perfectamente por qué algunos de sus compatriotas sí. "Es una cuestión cultural o de carácter", dice. "Los ucranianos tienen mucho espíritu de lucha. Cuando me levanté el otro día y vi que habían empezado los bombardeos lo primero que pensé fue: ya no hay marcha atrás. Ya no pararán de luchar, no hay rendición posible en sus cabezas, por eso yo lo que pido es que Europa nos ayude, que no los dejemos solos allí porque ellos no se rendirán", argumenta.

"Enterarte que están bombardeando tu ciudad y que toda tu familia está allí es un sentimiento que no deseo a nadie", explica Mikhaïlo, estudiante de medicina en la UAB, de 23 años. Lo primero que pensó cuando supo que la guerra había empezado fue que tenía que volver a casa, a Pavlograd (muy cerca de Dnipró), coger las armas y luchar. Sus padres, sin embargo, le han convencido de que no hace falta: con su edad estará obligado a quedarse por si lo llaman a filas. "No hay suficientes armas, dicen, y el gobierno tarda unos días en hacerlas llegar y no nos podríamos defender –argumenta–. Además, bien es verdad que no sé cómo lo haría para cruzar todo el país desde la frontera con Polonia, es peligroso", admite. Para sentirse útil ha organizado todo un movimiento para recoger y enviar dinero a Ucrania, ayuda humanitaria y también para ayudar a los turistas a quienes la guerra ha pillado de paso en Barcelona. "Nos estamos moviendo mucho y estamos consiguiendo muchas cosas".

Mikhaïlo, de 23 años, es estudiante de medicina a la UAB y está organizando los ciudadanos ucranianos en Barcelona para enviar ayuda a su país.
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