Ciencia

Cuestionan una de las teorías más influyentes sobre la evolución del parto humano

Varios científicos revisan el argumento de que dar a luz es más peligroso en las pelvis estrechas a causa de los cerebros grandes de los bebés

Carl Zimmer (The New York Times)
y Carl Zimmer (The New York Times)

Esta pregunta ronda la mente de todo progenitor temprano: ¿por qué los bebés nacen tan indefensos? En 1960, un antropólogo estadounidense expuso una explicación basada en la evolución humana que ha tenido gran influencia. En 1960, Sherwood Washburn argumentó que cuando nuestros primeros antepasados empezaron a andar alzados, desarrollaron una pelvis más estrecha para andar largas distancias con mayor eficacia. Al mismo tiempo, estos homínidos desarrollaron cerebros más grandes. Y los bebés con cabezas mayores podían atascarse en un canal de parto estrecho, lo que ponía en peligro la vida tanto de la madre como del bebé. Según Washburn, la evolución resolvió este “dilema obstétrico”, como él le llamó, acortando el embarazo, de tal modo que las mujeres pudieran parir al bebé antes de que su cerebro hubiera terminado de desarrollarse.

La teoría de Washburn gozó de una gran popularidad y se convirtió en una lección habitual de las clases de biología. Sapiens: De animales a dioses, un éxito editorial de 2011, presentó este dilema obstétrico como un hecho. Muchos investigadores siguen considerándolo así. Pero una revisión detallada de las pruebas, publicada en la revista Evolutionary Anthropology, desmiente esta idea.

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Anna Warrener, antropóloga especialista en biología de la Universidad de Colorado, en Denver, sostiene que las pruebas existentes hasta la fecha no sustentan con firmeza el dilema obstétrico y que los científicos no han prestado suficiente atención a las posibles alternativas. Es más, añade, esta idea transmite a las mujeres el pernicioso mensaje de que el embarazo es intrínsecamente peligroso. “Perpetúa una narrativa de incompetencia corporal”, afirma Warrener.

Reproches de simplismo

Durante sus estudios de posgrado, Warrener no vio ninguna razón para dudar del dilema obstétrico. Sin embargo, para su tesis investigó uno de los supuestos clave de Washburn: que las mujeres caminan con menos eficiencia que los hombres porque su pelvis es más ancha pensando en el parto. Pero en el 2015, tras estudiar varias voluntarias sobre cintas de correr, Warrener descubrió que tener una pelvis más ancha no generaba mayor demanda de oxígeno. “Llegaron los datos y me dije: «Un momento, puede que esta teoría no sea del todo correcta»”, recuerda.

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Holly Dunsworth, también antropóloga especialista en biología que ahora trabaja en la Universidad de Rhode Island, tampoco va quedar convencida del dilema obstétrico cuando analizó las pruebas con detalle. "Me escandalicé", dice. En 2012, ella y sus colegas publicaron un estudio sobre la duración del embarazo en humanos y otros primates. Descubrieron que, en general, los primates de mayor tamaño solían tener embarazos más largos que los más pequeños. Teniendo en cuenta nuestro tamaño, el embarazo humano no es corto. En todo caso, los embarazos humanos son más largos de lo que cabría esperar en primates de nuestro tamaño.

Desde entonces, Dunsworth se ha convertido en una decidida detractora del dilema obstétrico, con el argumento de que el momento del parto viene determinado por el tamaño del cuerpo de los bebés, no por el de la cabeza. Ella propone que el proceso del parto comienza cuando el feto demanda más energía de la que el cuerpo de la madre puede proporcionarle. "Damos a luz bebés enormes", afirmó. Sin embargo, otros científicos han salido en defensa de la teoría de Washburn, aunque admiten que la concepción original era demasiado simplista.

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El papel del útero y los ovarios

En un reciente estudio publicado, un equipo de investigadores sostiene que la diferencia entre la pelvis masculina y la femenina muestra signos de cómo la selección natural actúa en diferentes direcciones. Aunque, en promedio, los hombres son mayores y más altos que las mujeres, algunas partes de su pelvis son relativamente menores. A pesar de estas diferencias, la pelvis femenina sigue creando un espacio estrecho para la cabeza del bebé en el canal del parto, lo que a veces pone en peligro tanto al bebé como a la madre.

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“¿Por qué la selección natural no logró resolver esta situación y hacer que el parto fuera menos arriesgado?”, se pregunta Nicole Grunstra, antropóloga especialista en evolución de la Universidad de Viena. “Evolucionó para realizar concesiones evolutivas entre demandas contrapuestas”, explica; es decir, para resolver el dilema obstétrico. Pero Grunstra reconoce que la versión original de la teoría de Washburn tiene algunas fallas. Sospecha que caminar podría no haber sido el factor más importante en la evolución de la pelvis, sino que el mero hecho de estar de pie quizás había ejercido presión sobre el suelo pélvico, lo que impidió la evolución hacia un canal del parto más espacioso.

Estos argumentos no convencen a los escépticos. En su nueva revisión, Warrener cuestiona que los bebés atascados en el canal del parto supongan una amenaza importante para la vida de las mujeres. Es mucho más frecuente que las madres mueran por pérdida de sangre o infecciones. También critica la forma en que Grunstra y otros defensores del dilema obstétrico defienden su hipótesis. En su opinión, dan por bueno el supuesto de que la selección natural ha perfeccionado cada elemento de la anatomía humana para que lleve a cabo un trabajo específico.

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En ocasiones, según Warrener, las adaptaciones son casualidades. Por ejemplo, algunos de los genes que construyen la pelvis también intervienen en el desarrollo de otras partes del esqueleto. Si otro hueso de nuestro cuerpo evolucionara para crear una nueva forma, la pelvis podría modificarse sólo por efecto secundario, no porque estuviera evolucionando para andar o dar a luz mejor. "Creo que las diferencias en la pelvis de hombres y mujeres han sido una especie de pista falsa", afirma Dunsworth. Al igual que otros huesos, la pelvis no tiene una forma fija codificada en un plano genético. En su desarrollo influyen los tejidos que le rodean, como el útero, los ovarios y otros órganos. Las proporciones de la pelvis femenina pueden deberse en parte a todos los órganos que crecen en su interior.

A Dunsworth y Warrener les preocupa que el dilema obstétrico lleve a una noción generalizada del cuerpo femenino como ineludiblemente defectuoso. "Esto nos convierte en problemas que la medicina debe resolver", concluye Dunsworth. Y añade que esta narrativa puede haber tenido un papel en la medicalización del parto en las últimas décadas.

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Excesiva medicalización

La Organización Mundial de la Salud advierte que los médicos realizan cada vez más intervenciones médicas innecesarias en las embarazadas, mientras que los trastornos crónicos que pueden amenazar a la salud materna, como la presión arterial alta, la obesidad y la diabetes, reciben poca atención .

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“La forma en la que vivimos ahora probablemente no nos lleva a encarar el desafío del parto tan bien como lo hizo nuestro cuerpo cuando se desarrolló de manera diferente en nuestros antepasados”, dice Dunsworth.

Pero reconocer la excesiva medicalización del embarazo moderno no pone fin al debate sobre sus orígenes, dice Grunstra, y añade: "Esto en sí mismo no significa que las explicaciones evolutivas estén equivocadas".