Todas las instrucciones para formar nuestro cuerpo, material genético, están duplicadas. Cuando se forma el embrión, se emparejan los cromosomas procedentes del padre con los cromosomas procedentes de la madre. En ocasiones aparecen mutaciones que pueden provocar un cambio en las características y funciones de los genes que les hace funcionar mal. Estas alteraciones en el ADN se producen por factores internos, errores en la copia del material genético cuando se forma una nueva célula, o por factores externos, como por ejemplo los tóxicos del tabaco o los rayos ultravioleta del sol. Todos los cánceres son consecuencia de un mal funcionamiento de ciertos genes, pero en una pequeña proporción de casos (5-10%) la mutación de algún gen se hereda y una o ambas copias funcionan erróneamente en todas las células del organismo. Esto aumenta la predisposición o el riesgo de desarrollar la enfermedad respecto al resto de la población.
L'Hospitalet de LlobregatLas alarmas de las mujeres de la familia Mas se encendieron con el diagnóstico de cáncer de pecho de Carme. Ella era la segunda en la familia que sufría antes de cumplir los 40 años. A una de sus nueve hermanas se la habían diagnosticado en la treintena. Además, la madre también había enfermado de cáncer. La pregunta que se hacían las Mas era razonable: ¿les tocaba por estadística, porque eran muchas? ¿Tenían mala suerte? ¿O había algún motivo genético implicado?
Un año después llegó el diagnóstico de una tercera hermana y los nervios se dispararon. Aunque tuvieron que esperar antes de obtener la respuesta que buscaban, finalmente supieron que la causa era genética: la mitad de ellas tenían alteraciones típicas del cáncer de mama hereditario, el BCRA1 y el BCRA2, muy probablemente heredadas de la rama familiar materna. Si bien esto no significa que todas deban tener cáncer, sí tienen un riesgo superior al del resto de la población.
El caso de esta familia ayuda a desgranar el funcionamiento y la importancia de los estudios genéticos, que son análisis de el ADN que permiten identificar mutaciones implicadas en determinados tipos de cáncer. Por un lado, ayudan a saber si la enfermedad de un paciente se debe a la herencia de los genes. Por otro, si esto se confirma, favorecen la detección precoz de familiares directos que pueden tener mayor riesgo de enfermar.
“De entrada vimos que en esta familia había varios diagnósticos, en diferentes generaciones, de mismo cáncer que puede tener un origen hereditario. Teníamos que intentar encontrar una explicación”, recuerda Mònica Salinas, asesora genética del Instituto Catalán de Oncología (ICO) de Hospitalet de Llobregat. A partir del diagnóstico de Carme, el consejo genético del centro activó el protocolo para realizar un estudio de su material genético –a partir de una muestra de sangre– y buscar alteraciones del ADN. Este recurso se activa cuando existe más de un caso del mismo cáncer en una familia en edades inusualmente jóvenes –por ejemplo, la media de edad para los tumores de mama se sitúa en torno a los 50 años.
Las pruebas detectaron que Carmen era positiva en una de las mutaciones típicas del cáncer de mama hereditario, que aumentan las probabilidades de desarrollarlas, pero también de tener cáncer de ovario. De hecho, se calcula que entre el 50 y el 60% de las mujeres portadoras de un BCRA pueden sufrir un tumor antes de los 70 años. Esto hizo que avisaran a sus hermanas para que se hicieran un estudio genético. “Hace diez años, cuando me hicieron el estudio a mí, se tardaba en torno a un año en obtener los resultados. Durante la espera, apareció el tercer caso en la familia”, explica Carme. "Y eso hizo que todas nos hiciéramos el estudio", dice Encarna, una de las hermanas.
Tomar decisiones
Los estudios genéticos comienzan con una entrevista con la paciente diagnosticada y portadora de la mutación para realizar el árbol genealógico de la familia. Este primer paso suele alargarse, porque los pacientes dudan. Y no es de extrañar: saber si los padres o los hermanos, o incluso los abuelos, han sufrido un cáncer es relativamente sencillo. Pero a medida que se sube de generación, la cosa se complica. Puede que la familia sea muy numerosa –como ocurre con los Mas–, que no haya buena relación, que vivan muy lejos o que no se conozcan. ¿La bisabuela materna o la hermana del abuelo paterno sufrieron cáncer? Algunos no pueden responder a la pregunta y la casilla queda vacía.
El árbol genealógico debería poder remontarse hasta tres generaciones atrás, pero los antecedentes personales y familiares de cualquier paciente son confidenciales y no se pueden coger directamente de los historiales clínicos. Así, Salinas debe empezar comprobando si ninguno de los familiares de primer y segundo grado –padres, hermanos y abuelos– tiene antecedentes oncológicos. “¿Cuántos hermanos tienes? ¿Es usted de los mismos padres? ¿La mayor ha sufrido un cáncer? ¿De qué tipo? ¿A qué edad?”, pregunta. Y esto para cada uno de los miembros. Muchos pacientes llegan a la consulta bien aleccionados, con información muy detallada. Otros tienen pocas respuestas. Ahora bien, lo importante es responder sólo a lo que se tiene claro.
Después la enfermera recoge la misma información de tíos, bisabuelos y primos. El objetivo es identificar si existe una predisposición genética en una de las ramas familiares –la paterna o la materna– que haga que un paciente, pero también sus hijos y nietos, e incluso los bisnietos, puedan tener un riesgo alto de sufrir cáncer. Por ejemplo, Encarna dio positivo en la mutación y su principal preocupación era saber si su hija Paula, que entonces tenía once años, también le habría heredado. "La información cae como una bomba, pero me preocupaba más a ella que yo", admite.
Paula vivió con desazón los años siguientes, hasta que fue mayor de edad y legalmente pudo someterse a un estudio genético. No por el resultado, sino por no poder realizarse la prueba. “Mi madre no quería que me la hiciera tan joven porque temía que viviera con miedo. Pero yo sabía que podía tener la mutación y me había mentalizado de que saberlo me ayudaría a tomar decisiones”, explica. De hecho, sólo aguantó un año más: con 19 se realizó la prueba, que dio positivo. “Soy portadora de la mutación y me siento una privilegiada de poderlo saber. Ya he empezado a tramitar la solicitud de la mastectomía preventiva. Puedo pasar ya por el quirófano o esperarme y posiblemente acabar haciéndolo igualmente y con mayor riesgo”, afirma.
Candidatos
Los pacientes se derivan en el programa de asesoramiento genético en cáncer hereditario del ICO en cinco casos: cuando se repiten diagnósticos de un mismo tipo de cáncer –o de tumores relacionados, como el de mama y el de ovario o el páncreas y melanoma– en distintos miembros de la misma rama familiar y de diferentes generaciones; si el cáncer surge cuando son jóvenes; si no es el primer diagnóstico; si es un cáncer que generalmente no es común del género, como el de mama en hombres, o es poco frecuente, como el de tiroides, o si ya se ha identificado una mutación en la familia que predispone al cáncer.
Según Salinas, lo más probable es que los estudios genéticos no revelen ninguna alteración. Las personas que no sean portadoras tendrán la misma probabilidad de desarrollar un cáncer que cualquier otro. Ahora bien, si se confirma que existe una mutación, como ocurre en la mitad de las mujeres de la familia Mas, se ampliará el estudio genético a otros familiares, sanos o con un cáncer. Este estudio es siempre voluntario –no se puede obligar a nadie a hacérselo– y los resultados permiten ofrecer recomendaciones personalizadas, que pueden ser terapéuticas (cuando ya hay un diagnóstico) o profilácticas (antes de que haya).
Cuando hay una alteración que se hereda de generación en generación no significa, sin embargo, que todos los miembros de la familia tengan que tener el gen o desarrollar a toda costa un tumor. Y que se encuentren muchos casos de cáncer en una misma familia tampoco significa que deba haber siempre un componente genético hereditario detrás. Se calcula que sólo entre el 5 y el 10% de los tumores son consecuencia de alteraciones genéticas germinales –presentes en todas las células de nuestro cuerpo– y que el resto están mucho más influidos por los hábitos de vida que por los errores de nuestro ADN.
Además, Salinas explica que hay pocos cánceres por los que se indique realizar un estudio genético y matiza que no todos se hacen por el mismo motivo. El cáncer de mama, los tumores gástricos difusos y los de colon se realizan cuando hay sospecha que son de origen hereditario. Por el contrario, el de ovario, aunque también puede heredarse, se hace independientemente de los antecedentes personales (la edad) y familiares (si hay más casos en la familia) porque permite decidir cuál es el mejor tratamiento para cada caso.