BarcelonaEl móvil de trabajo de Marta sonó una tarde de hace tres meses. Al otro lado del teléfono un farmacéutico de Barcelona le preguntó si trabaja en una clínica privada de la ciudad donde ella, que es psiquiatra, no visita. Cuando respondió que no, él le explicó que tenía delante una receta que teóricamente llevaba su firma para pedir un ansiolítico. Pero cuando le dijo el nombre del paciente, Marta dijo que no había atendido nunca a aquella persona. “Tuve miedo”, recuerda, porque se dio cuenta de que alguien había utilizado sus datos para hacer una receta falsa. Al día siguiente fue a los Mossos a denunciarlo y desde entonces ha descubierto que no es la única psiquiatra a quien han suplantado la identidad en los últimos meses: este año las farmacias barcelonesas ya han detectado 95 recetas falsas.
Ella dio voces y dos semanas más tarde, a mediodía, le llamó una farmacéutica de Barcelona que conoce y que tenía claro que la receta que le había traído un cliente era falsa porque sabe que Marta no trabaja en la clínica que constaba en ella. Se lo envió por WhatsApp y era la misma receta de hacía 15 días. Solo cambiaba la fecha. La farmacéutica también fotografió al cliente, que había dicho que cogía un vuelo al cabo de pocas horas y que necesitaba el alprazolam, el ansiolítico de la receta, como tranquilizante. Se sospecha que era el mismo hombre que lo había intentado dos semanas antes pero su aspecto no coincidía con el del supuesto paciente que salía en la receta, que es un chico más joven de Madrid. Habían suplantado, pues, a la médica y al paciente.
Marta está convencida de que han circulado muchas más copias de la receta con su firma falsificada. La primera farmacia “no está ni cerca” de la segunda, explica la psiquiatra, que siente “rabia” por este uso reincidente y exclama: “¡Vete a saber cuál es la magnitud!” Lo puede ejemplificar de primera mano Robert –nombre ficticio-, un psiquiatra que desde septiembre del año pasado ha recibido llamadas de farmacias de Barcelona y diferentes municipios gerundenses que sospechaban que las recetas que les habían traído, teóricamente con su firma de una consulta privada, eran falsas. Él también lo ha denunciado, y hace cuatro meses, en febrero, fue al juzgado a confirmarlo, pero 15 días después le comunicaron que archivaban el caso porque no encuentran a la supuesta paciente que aparece en todas las recetas –con un número de DNI incompleto–.
La sorpresa de Robert fue que en marzo los Mossos de Amposta le decían que habían detectado nuevas recetas falsas con su nombre. Por si no había bastante, al cabo de pocos días la Policía Nacional de Alcoi, en Alicante, le hacía llegar la misma alerta. Ninguna investigación ha avanzado a pesar de que el psiquiatra ha recibido más avisos: “Hace un mes me llamaron de una farmacia de Berga. Nadie ha buscado una solución y me he sentido desprotegido”. Preguntados por el ARA, los Mossos dicen que tienen una investigación abierta sin dar más detalles.
Material para 'fabricar' una droga
Las recetas falsas de Robert son de clonazepam, un ansiolítico que es poco adictivo pero que se mezcla con hachís para hacer karkubi, una droga que se trafica. En cuanto al alprazolam de las recetas falsas de Marta, tiene un efecto tranquilizante muy rápido y es potencialmente adictivo. Son fármacos del grupo de las benzodiazepines que no se pueden comprar sin prescripción: los psiquiatras sospechan que hay tráfico de recetas porque un grupo delictivo se dedica a comercializar estos medicamentos con finalidades adictivas. Marta y Robert lamentan la facilidad con la cual alguien puede obtener su número de colegiado –a través de la web del Col·legi de Metges– y coger una receta en papel de una consulta privada a partir de la cual falsifican los datos.
El Col·legi de Farmacèutics de Barcelona reconoce que detectar las recetas falsas depende de la perspicacia: desconfían de los clientes si van a buscar un medicamento con mucha frecuencia, por el formato del documento o por los comentarios que hacen. Cuando reciben una alerta del Col·legi de Metges también avisan a los establecimientos. Las farmacias barcelonesas detectaron 256 recetas falsas en 2021, 151 el 2020 –el año que empezó el covid– y 252 en 2019. El Col·legi de Metges de Barcelona admite que es un delito de falsedad documental que tiene lugar con medicamentos “que generan un fuerte componente de adicción” y explica que el Consell de Col·legi de Metges de Catalunya está preparando la receta electrónica para la medicina privada para evitar las falsificaciones. Según las farmacias, la receta electrónica “resuelve sustancialmente este problema” porque la manipulación de la receta es más difícil.