Investigación sobre drogas

La lucha contra los cárteles de la droga que se instalan en Cataluña

Se doblan a los detenidos por delitos contra la salud pública en quince años, con un 60% de extranjeros

BarcelonaAterrizó en Catalunya desde Serbia para trabajar en obras. Y le surgió una fuente de ingresos mucho más fructífera. Entrar en el negocio de la droga. Y el dinero empezó a entrar en abundancia. Él y sus compatriotas vivían en pisos de lujo en la zona de Poblenou de Barcelona. Llevaban un alto nivel de vida que les hacía olvidar los riesgos que corrían. Hasta que en el verano del 2024, después de dos años de investigación, la Policía Nacional desarticuló la red que se dedicaba a la producción y exportación de marihuana, con cuatro grandes plantaciones repartidas por el país.

Serbios, albaneses, daneses, suecos, marroquíes, argelinos, dominicanos, colombianos, paquistaníes… El negocio de la droga en Cataluña se ha internacionalizado en los últimos años. Muchas bandas se han establecido porque Cataluña es la puerta de entrada a Europa. Un territorio estratégico en el que, además, las bandas encuentran buen clima y una legislación menos dura que en otros países, con condenas inferiores. "En España la ley no es disuasoria", sentencia un abogado especialista en llevar narcotraficantes, que admite que debería haber un cambio en el derecho procesal y aumentar las penas. Una visión compartida por los cuerpos policiales. "¿Por qué Catalunya? Está el runrún, la leyenda urbana, que la justicia es más benévola, que si no es una gran plantación de marihuana, la primera vez no pasa nada. Que la policía tampoco es tan dura, no te pega", añade otro veterano abogado acostumbrado a trabajar con narcos.

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Para traficar con cannabis o hachís, las penas son de entre 1 y 3 años, y con drogas duras como la heroína, el éxtasis y la cocaína, de 3 a 6 años. Si las cantidades son grandes, lo que se conoce como notoria importancia, las penas aumentan: si te pillan con más de 10 kg de marihuana te pueden caer 4 años y medio de cárcel, mientras que llevar 750 gramos de cocaína o 300 de heroína puede significar hasta 9 años entre rejas. Por el contrario, si se forma parte de una organización criminal las condenas suben hasta los 9 o 12 años y si se trata del jefe de la trama, hasta 18 años.

Armes intervingudes en un context de tràfic de drogues
Dades totals entre el 2009 i el 2024 en unitats
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Mezcla de clanes

A lo largo de los últimos veinte años, bandas de diferentes nacionalidades se instalaron en Cataluña, muchas veces especializadas en un tipo de droga concreta. Eran compartimentos estancos, sin interacción entre sí. Los paquistanís dominaban los circuitos de la heroína. Los marroquíes controlaban buena parte de las rutas del hachís provenientes del norte de África. Y los dominicanos y colombianos llevaban la voz cantante en la importación de la cocaína, que llega sobre todo a través del puerto de Barcelona. Pero en estos últimos años esto ha cambiado. Ya no funcionan de forma independiente: los cuerpos policiales han detectado la colaboración entre distintos grupos de diversas nacionalidades y cómo cada una de estas organizaciones se encarga de una parte del proceso –producción, importación, distribución, control, extracción del puerto, seguridad...–. Un ejemplo fue la operación Magenta de finales del 2023, cuando se desarticuló una red dedicada al hachís –que tenía un laboratorio propio– y en la que cada grupo tenía una misión: de la importación se encargaban personas de origen marroquí; de la distribución, gente autóctona de un grupo de Osona, y de la seguridad, mejicanos.

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Precisamente, cuando los Mossos detectan mafias de ciertas nacionalidades intentan actuar con contundencia para que no echen raíces en Catalunya. En la operación Magenta estaban implicados mexicanos, así como en el asesinato de un narcotraficante albanokosovar al que miembros del cártel de Sinaloa secuestraron y mataron, aparte de intentar extorsionar a su familia. Si estos grupos se instalan en Cataluña pueden ser la puerta de entrada de nuevos productos o de mayor violencia. Lo mismo ocurrió antes de la pandemia con una organización sueca –de segunda generación, con raíces en el Magreb– extremadamente violenta. Las operaciones contra la banda evitaron que se estableciese en Catalunya. También ocurrió con la mafia marsellesa o podría repetirse con los turcos, que solían controlar el negocio de la heroína, pero en los últimos años se les ha vinculado también a otras drogas y son una amenaza porque pueden suponer la entrada de armas de fuego.

No ocurrió con los albaneses, que fueron estableciéndose en Catalunya y ahora dominan buena parte del mercado de la marihuana. Aunque muchos de ellos tienen formación militar, "no son violentos, sus armas son para defenderse de narcoasaltos", asegura el comisario Ramon Chacón, jefe de la comisaría general de investigación criminal de los Mossos d'Esquadra. Las bandas de este país envían a gente para controlar las plantaciones de marihuana, los llamados jardineros, y cuando se desmantelan envían a gente nueva para sustituirlos. poca inversión. Y en el extranjero la venden por el doble o el triple que vale aquí", señala una fuente conocedora del negocio. Además, en los últimos años los albaneses han dado el salto a la cocaína.

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La marihuana y la violencia

El negocio de la droga y el blanqueo de capitales asociado no conoce fronteras y las cifras lo acreditan. Durante los últimos quince años, el número de personas detenidas por los Mossos d'Esquadra o las policías locales por delitos relacionados con el tráfico de drogas prácticamente se ha duplicado. De los pocos más de 2.400 en el 2009 a los casi 4.600 del año pasado. Los datos son consecuencia de un mayor esfuerzo policial y "que hay más droga y consumo", alertan los Mossos. La internacionalización del mercado y el asentamiento de las organizaciones criminales en Cataluña ha hecho que el porcentaje de población extranjera detenida haya oscilado entre el 55% y el 70% del total. Los mínimos, entre los años 2015 y 2017, coincidiendo con los últimos años de la crisis económica y el período en el que la población extranjera era menor porque hubo un éxodo de personas que habían venido a España para buscar una nueva vida.

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Casi la mitad de estos detenidos están vinculados a la marihuana, unos 2.000 cada año. Unos 900 están relacionados con tramas de hachís y un millar por cocaína. Muchos de ellos son interceptados por la policía por delitos menores contra la salud pública, pero entre 700 y un millar cada año forman parte del crimen organizado arraigado en Cataluña.

Evolució i origen de les persones detingudes per delictes contra la salut pública
Totals anuals entre el 2009 i el 2024, i percentatge d'estrangers sobre el total en anys concrets
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Pero más allá de las bandas internacionales, como siempre ha ocurrido, también hay bandas autóctonas. Organizaciones criminales que anteriormente controlaban el sector o gente que simplemente ve una forma de obtener dinero fácilmente. "En el negocio de la marihuana han entrado familias de aquí para poder llegar a fin de mes. Si obtienen 15.000 euros en dos o tres meses, todo eso que ganan. Hay gente de aquí que viene al despacho a hacer consultas al respecto, sobre qué ocurre si entran en el negocio de una plantación de marihuana", admite un abogado.

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Uno de los fenómenos asociados a esta proliferación de bandas internacionales es el aumento de la violencia y la consiguiente presencia de armas de fuego. Sobre todo para protegerse de los robos de las demás bandas, los narcoasaltos. De momento, según fuentes policiales, la violencia está asociada a la marihuana y, por mimetismo, porque está copiando el modus operandi, en el hachís. Las muertes asociadas al negocio de la cocaína son todavía puntuales, añaden las mismas fuentes. Los datos de los Mossos d'Esquadra demuestran que en los últimos cinco años se han decomisado más de cien armas anualmente, con especial mención a los años 2020, 2022 y 2023 cuando prácticamente fueron doscientas y cincuenta de fuego. En febrero, un chico murió en Olesa de Montserrat en un narcoasalto entre dos bandas, una autóctona y una del Magreb. Todos ellos estaban armados y tenían entre 18 y 22 años. "Era impensable hace diez años", admite Chacón.